A la persona que reza le pasa “como al enamorado, que lleva siempre en el corazón a la persona amada, donde sea que esté”, dice el Pontífice en su catequesis, centrada en la oración cotidiana
En la audiencia general de este miércoles, que presidió en la biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano y sin público debido a las restricciones motivadas por la pandemia, el papa Francisco animó a vivir el presente y no obsesionarse por el mañana. “No existe otro maravilloso día que el hoy que estamos viviendo. La gente que vive siempre pensando en el futuro no acoge el hoy como viene y vive en una fantasía, no sabe tomar lo concreto del real. El hoy es real y concreto. Jesús nos viene al encuentro hoy”, dijo el Pontífice.
A final de su alocución, el obispo de Roma recordó a las víctimas de las recientes inundaciones en la India y mostró su preocupación por cómo la pandemia plantea un desafío “que toca no solo el físico y el alma de las personas, sino también las relaciones sociales”. Ante la celebración este viernes del Fin del Año Lunar en Extremo Oriente, manifestó su deseo de que todas las personas puedan gozar de “plena salud y serenidad de vida” e invitó a rezar por el “don de la paz”, que se obtiene por medio de “la bondad, el respeto, la visión de futuro y la valentía”
En su catequesis, centrada en la importancia que en la vida cotidiana tiene la oración, subrayó cómo esta “transforma en gracia” y “nos transforma”, al lograr “apaciguar la ira, sostener el amor, multiplicar la alegría e infundir la fuerza para perdonar”. A la persona que reza, destacó Jorge Mario Bergoglio, le pasa “como al enamorado, que lleva siempre en el corazón a la persona amada, donde sea que esté”.
Cuando el creyente acoge cada día “en la oración” lo afronta con valentía “de forma que los problemas a afrontar” no son vistos como “estorbos a nuestra felicidad, sino llamadas de Dios, ocasiones para nuestro encuentro con Jesús”. Es por ello que el Pontífice invitó a rezar siempre “por todo y por todos, también por los enemigos”. La oración, insistió, “realiza milagros”, como “intuyen” los pobres, que saben que a pesar de su situación de precariedad por medio de la oración se hace presente “la compasión de Jesús”. Y es que el estilo del Señor está basado en tres pilares: “compasión, cercanía y ternura”.
Cuando se reza se consigue “amar a los otros”, pese a los “errores y pecados” que hayan podido cometer. “La persona siempre es más importante que sus acciones, y Jesús no ha juzgado al mundo, sino que lo ha salvado”, dijo Francisco, que afeó a continuación la conducta de quienes siempre están juzgando y condenando a los demás. “Abre tu corazón, perdona, justifica a los demás. Sé cercano a los demás, ten compasión y ternura, como Jesús”, pidió.
El Papa aseguró también que incluso en la inteligencia humana hay un “aspecto orante” al “asomarse al misterio”. Este “no tiene un rostro inquietante o angustiante: el conocimiento de Cristo nos hace confiados que allí donde nuestros ojos y los ojos de nuestra mente no pueden ver, no está la nada, sino una gracia infinita”.