El Papa en la misa del Miércoles de Ceniza: “En la vida tendremos siempre excusas, pero ahora es tiempo de regresar a Dios”

En la ceremonia celebrada en la basílica de san Pedro ante el inicio de la cuaresma, Francisco pregunta a los fieles: “¿Hacia dónde me lleva el navegador de mi vida, hacia Dios o hacia mi yo?”

El papa Francisco, en la misa del Miércoles de Ceniza en la basílica de San Pedro

“¿Hacia dónde me lleva el navegador de mi vida, hacia Dios o hacia mi yo?”. Esta es una de las preguntas que el papa Francisco dejó a los fieles en la homilía de la misa del Miércoles de Ceniza que presidió esta mañana en la basílica de San Pedro y en la que, ante el inicio de la cuaresma, advirtió que aunque “en la vida tendremos siempre cosas que hacer y excusas para dar, ahora es tiempo de regresar a Dios”.



La ceremonia estuvo concelebrada por varias decenas de cardenales y en ella participó un grupo de fieles, que tuvieron que cumplir las necesarias medidas de seguridad para evitar los contagios de coronavirus. El Pontífice explicó que la cuaresma es “es un viaje que implica toda nuestra vida, todo lo que somos” y supone un tiempo para “verificar las sendas que estamos recorriendo, para volver a encontrar el camino de regreso a casa”. Eso implica un discernimiento para verificar “hacia dónde está orientado el corazón”.

Corazón “bailarín”

“¿Vivo para agradar al Señor, o para ser visto, alabado, preferido? ¿Tengo un corazón ‘bailarín’, que da un paso hacia adelante y uno hacia atrás, ama un poco al Señor y un poco al mundo, o un corazón firme en Dios? ¿Me siento a gusto con mis hipocresías, o lucho por liberar el corazón de la doblez y la falsedad que lo encadenan?”, preguntó el Papa, que al final de su alocución aseguró que la cuaresma es un “abajamiento humilde en nuestro interior y hacia los demás”.

Este período del calendario litúrgico es también “un éxodo de la esclavitud a la libertad”, lo que no siempre resulta fácil. “El viaje de regreso a Dios se dificulta por nuestros apegos malsanos, se frena por los lazos seductores de los vicios, de las falsas seguridades del dinero y del aparentar, del lamento victimista que paraliza”, dijo Jorge Mario Bergoglio, destacando que somos “como los niños pequeños que intentan caminar, caen al suelo y siempre necesitan que su papá los vuelva a levantar”. Conseguimos ponernos en pie gracias al “perdón de Dios, la confesión”, que es “el primer paso de nuestro viaje de regreso”.

Enfermedades espirituales

Improvisando sobre el texto que tenía preparado, Francisco pidió a los confesores que sean “como el Padre” y no utilicen “la fusta”, pues “todos tenemos enfermedades espirituales”. Solos, insistió, “no podemos curarlas; todos tenemos vicios arraigados, solos no podemos extirparlos; todos tenemos miedos que nos paralizan, solos no podemos vencerlos”. Para superar esas enfermedades hace falta “la curación de Jesús”.

El Papa destacó finalmente que el “viaje de regreso a Dios” solo es posible porque antes se produjo “su viaje de ida hacia nosotros”. “Por nosotros descendió más abajo de cuanto podíamos imaginar: se hizo pecado, se hizo muerte”, subrayó. La salvación es por tanto “pura gracia, pura gratitud”. Los fieles deben así preguntarse cuál es su actitud cuando emprenden el camino de regreso a Dios: “¿Me siento necesitado o me siento autosuficiente?”.

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