La noticia ha caído como un trueno: el arzobispo de París, Michel Aupetit, ha puesto fin a la misión encomendada en 1975 por uno de sus predecesores, el cardenal François Marty, al Centro Pastoral Saint-Merry de la capital francesa, dependiente de la parroquia homónima.
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Aquel año, siguiendo el espíritu del Concilio Vaticano II, un grupo de laicos –acompañado por el padre Xavier de Chalendar– recibió el encargo de promover, en plena época de cambios, “nuevos modos para la Iglesia del futuro” en el barrio Les Halles-Beaubourg.
Desde entonces, el centro ha sido el punto de confluencia del ala más progresista de la Iglesia parisina: intercambios con el mundo del arte, experimentación litúrgica, acciones a favor de los migrantes y los sin techo, acogida incondicional de colectivos marginados en la Iglesia, como los divorciados vueltos a casar y los homosexuales…
¿Como se ha llegado a este punto? “La decisión de acabar con la misión del Centro Pastoral –no de la parroquia– es la consecuencia de problemas de gobierno y de un funcionamiento casi sectario desde hace bastante años. Según testimonios que hemos recibido, sus mecanismos internos son violentos y excluyentes”, responde a Vida Nueva la directora de Comunicación de la Archidiócesis de París, Karina Dalle.
Recogida de firmas
El desenlace se ha precipitado tras las fuertes tensiones entre los miembros del Centro Pastoral y los tres últimos párrocos desde 2015, que han dimitido de su cargo uno tras otro. El último, el padre Alexandre Petit, “muy afectado” por el clima de los últimos meses, apuntan desde la diócesis. Antes de él, el padre Daniel Duigou, conocido por ser uno de los sacerdotes más progresistas del país, también renunció por problemas con la comunidad.
Los miembros del Centro, sin embargo, no están dispuestos a permitir el cierre de sus actividades. Tras recibir la carta del arzobispo, sus líderes más destacados han lanzado una petición para mantener abierto el Centro firmada por centenares de personas.
Una de ellas es René Poujol, periodista de información religiosa ya jubilado y conocedor de Saint-Merry. “Este espacio de Iglesia abierto al diálogo con el mundo –analiza para Vida Nueva– es necesario para garantizar la pluralidad dentro del catolicismo. Todos perciben el Centro Pastoral como un bastión progresista en un paisaje eclesial parisino bastante homogéneo. Cancelarlo me parece un error, o peor, una culpa pastoral”.