“He venido aquí, a su casa, para agradecerle su testimonio y rendir homenaje al pueblo martirizado por la locura del populismo nazi”, dijo el Papa
Han pasado varios meses desde la última vez que –debido a la pandemia–, el papa Francisco salió del Vaticano. De hecho, todo hacía presagiar que su próxima salida fuera para el viaje a Irak entre el 5 y el 8 de marzo, pero no ha sido así. Y es que el Papa visitaba en la tarde de ayer, 20 de febrero, las calles del centro de Roma para encontrarse con la escritora hebrea Edith Bruck, superviviente de Auschwitz.
Todo comenzó con una entrevista en L’Osservatore Romano el pasado mes de enero con motivo del Día de la Memoria, en la que la escritora narraba el horror de la persecución nazi vivida por ella y su familia. El Papa, al leerla, pidió reunirse con ella, y el encuentro tuvo lugar finalmente ayer, en el domicilio de Bruck, quien lleva buena parte de su vida viviendo en Italia.
“He venido aquí, a su casa, para agradecerle su testimonio y rendir homenaje al pueblo martirizado por la locura del populismo nazi”, dijo el Papa. “Repito con sinceridad las palabras que pronuncié desde el fondo de mi corazón en Yad Vashem, y que repito ante cada persona que, como ella, ha sufrido tanto por ello: Perdóname, Señor, en nombre de la humanidad”.
Bruck ha dedicado su vida a dar testimonio de lo sucedido durante la II Guerra Mundial. Pero, siempre, con un ápice de esperanza a pesar del horror. Como el caso de una cocinera de las cocinas de los oficiales que le preguntó su nombre y, “con voz temblorosa me dijo ‘tengo una niña de tu edad'”. “Sacó un peine de su bolsillo y mirando mi cabeza con el pelo recién crecido me lo dio. Fue la sensación de encontrar un ser humano frente a mí después de tanto tiempo. Me conmovió ese gesto que era vida y esperanza”, explica la escritora, convencida de que “unos pocos gestos bastan para salvar el mundo”.