El Ateneo Universitario Sant Pacià de Barcelona inaugura el congreso ‘Las heridas y las esperanzas de un mundo enfermo a la luz de la teología de la encarnación’
‘Las heridas y las esperanzas de un mundo enfermo a la luz de la teología de la encarnación’. Con este sugerente título comienza este 23 de febrero un Congreso Internacional virtual que se desarrollará hasta el día 25 con el impulso del Ateneo Universitario Sant Pacià de Barcelona. Una aproximación a la realidad actual desde diferentes ámbitos humanos y sociales a las que sale al encuentro la Teología. Armand Puig, rector de la institución, comparte con Vida Nueva algunas de las intuiciones que se presentarán en esta cita académica.
PREGUNTA.- ¿Cómo surge la idea de hacer este congreso? ¿Cuál es la enfermedad del mundo hacia la que se sale al encuentro?
RESPUESTA.- La idea de organizar un Congreso sobre ‘Las heridas y las esperanzas de un mundo enfermo a la luz de la teología de la encarnación’ empieza el 27 de marzo de 2020, día en el que el papa Francisco realiza la impresionante oración en la Plaza de San Pedro y en el atrio de la basílica vaticana con motivo de la pandemia. En aquel momento la pandemia ya había herido el corazón de Europa y del mundo, algunas semanas antes o, en el caso de China, hacía algunos meses. El Papa, erigido en voz de la humanidad entera en un momento de enorme desconcierto, daba una primera respuesta, fuerte y real, que partía de “las densas tinieblas” y del “silencio y el vacío” que ensombrecían calles y plazas, ciudades y países. En este contexto, y tomando como referencia el texto evangélico de la tempestad que sorprende de manera furiosa a Jesús y a los discípulos que navegan por el mar de Galilea (Mc 4,35-41), el Papa hacía una afirmación fundamental: “Todos estamos en la misma barca”. Seguía otra afirmación constitutiva: “Todos estamos llamados a remar juntos”.
Estas son las dos claves de interpretación de lo que ha venido sucediendo en el último año de la historia europea y mundial. El Covid nos ha metido en la misma barca. Ya no sirve ir cada uno por su lado, sujeto a un individualismo insostenible, al “disfraz de nuestros egos”, como dijo el Papa el 27 de marzo. Estamos juntos como seres humanos a quienes han tocado de cerca la debilidad y la muerte. Por otra parte, ante la gravedad y la dureza de la pandemia, ante la dificultad de un viento que arrecia, disminuye y vuelve a arreciar, nos hemos encontrado remando juntos, comprendiendo que somos una sola humanidad, en medio de la pandemia. Este Congreso pretende ofrecer las coordenadas en las que se mueve el momento presente, caracterizado por la enfermedad del coronavirus y sus múltiples consecuencias, y por otra enfermedad, también transversal: el individualismo de personas y pueblos.
P.- Más allá de las disciplinas propias de un centro eclesiástico, hay un acercamiento desde muchos ámbitos a la realidad actual. ¿Qué visión de conjunto espera que ofrezca el congreso?
R.- Comprender la realidad actual, en plena pandemia, no resulta fácil. Las fórmulas simples esconderían la complejidad de la situación. No hay soluciones inmediatas y mágicas, sino respuestas construidas de modo paulatino y que conlleven grandes consensos. Por esta razón este Congreso sobre el Covid “desmenuza” la realidad que siempre es poliédrica y desea comprenderla desde los distintos aspectos implicados en ella. Ante todo damos la voz a ocho expertos que enfocan el tema de la pandemia desde ocho ámbitos humanos y sociales: el sanitario, el económico, el geopolítico, el social, el antropológico, el medioambiental, el tecnológico, el educativo.
Se trata de individuar los cambios y transformaciones que se han producido y pueden producirse con motivo de la pandemia, en unas sociedades mundiales que se encontraban en pleno proceso de globalización cuando aquella empezó. El fenómeno actual de la “retracción” hacia adentro, hacia los intereses propios, no ha supuesto el fin de la globalización pero la ha cuestionado en su punto fundamental: una globalización sin alma, sin un humanismo espiritual que la sostenga, sin una escucha del clamor de los pobres, se convierte en una realidad enfermiza. El Congreso ayudará a comprender cómo el Covid altera una globalización de signo puramente material y constituye una pregunta sobre el futuro de la humanidad. El Covid no es una anécdota, un paréntesis de la normalidad existente sino una demostración de que nos encontramos realmente en un cambio de época.
P.- ¿Qué puede aportar la teología de la encarnación en un momento como el que estamos viviendo?
R.- La teología cristiana puede y debe realizar una aportación sustantiva en un momento en el que se desarrollan, a pesar de la fatiga, nuevos paradigmas y se entrevén nuevos instrumentos. Estamos solo al comienzo de un proceso que llevará años. El mundo no podrá quedarse intacto, como estaba. No volveremos atrás. Lo último que debemos sentir en este momento es miedo. Es lógico un respeto ante lo desconocido pero este respeto no debe confundirse con el temor. En este sentido, el Congreso tiene dos partes: en la primera, que llevamos a cabo este mes de febrero, se plantearán preguntas filosóficas y teológicas en perspectiva de presente y de futuro, de constatación y de esperanza. En la segunda parte, que debería tener lugar en el próximo mes de octubre, se tratará en profundidad lo que ahora solo se esboza: la teología de la encarnación como ámbito de recepción cristiana de los desafíos derivados del coronavirus. Así pues, el título de la segunda parte del Congreso será ‘La teología del Dios encarnado como generador de cambio en la historia humana’.
Las cuestiones que la pandemia nos plantea son múltiples, en un marco teológico común: la teología de la encarnación. En el siglo I esta teología atraviesa los primeros documentos de la fe cristiana, no solo el Evangelio y las cartas de Juan o las cartas de Pablo, sino, en sentido amplio, los evangelios sinópticos. Posteriormente, en el siglo II y en los siglos posteriores, la teología de la encarnación, de la humanidad de Dios y de la carne de Cristo en la persona de los pobres, se desplegó con fuerza y consiguió imponerse a la teología gnóstica de una fe sin historia. En este momento, la rememoración y actualización de esta teología en relación a la pandemia puede ayudar a situar la propuesta cristiana en un mundo que necesita curación, no con aparentes soluciones de huida de la realidad, sino con la afirmación de la realidad como espacio y ámbito de Dios en medio de nosotros. La fraternidad universal y la amistad social promovidas por el papa Francisco en la encíclica ‘Fratelli Tutti’, la reconstrucción del tejido social con formas y acentos nuevos (Andrea Riccardi), el contagio de la solidaridad que sustituya al contagio de la pandemia, son puntas de lanza de gran calado que implican y apuntan a una teología de la encarnación, en la que las periferias recuperan su papel de plataformas de crecimiento de la fe y la vida cristianas.