“El Papa nos ha dicho que no hay que hacer recortes de personal ni tampoco en los sueldos”. El obispo Nunzio Galantino, presidente de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), el organismo que ejerce las funciones de ‘banco central’ del Vaticano y gestiona los bienes inmobiliarios de la Santa Sede, lanzó este mensaje de tranquilidad a los funcionarios del Estado más pequeño del mundo.
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Tras saberse que en 2021 se espera un déficit en las cuentas de la Santa Sede de casi 50 millones de euros, Galantino concedió una entrevista a TV2000, el canal del Episcopado italiano, en la que explicó que parte del desajuste está provocado por el descuento que la APSA está haciendo a sus inquilinos. Este organismo gestiona unas 2.400 viviendas, localizadas en su mayoría en Roma y en Castel Gandolfo, y alrededor de 600 bajos comerciales y oficinas.
El 11 de marzo del 2020, un día después de que entrara en vigor en Italia el confinamiento duro, Galantino firmó un decreto “con el que quisimos dar una señal de parte de la Iglesia, sobre todo a los comerciantes. Les descontamos una tercera parte del alquiler. El otro tercio nos lo pagarán cuando los negocios vuelvan a la normalidad. En este momento solo pagan un tercio”. Un gran número de tiendas y restaurantes situadas en el entorno del Vaticano llevan ya cerca de un año cerradas a la espera de que el fin de la pandemia permita el retorno de los turistas.
Ahorro y sobriedad
Pese al impacto que la decisión de recortar los alquileres está provocando en las cuentas de la Santa Sede, el presidente de la APSA aseguró que “están garantizados” tanto los sueldos como los puestos de trabajo de los funcionarios vaticanos. “Se trata de establecer las prioridades, porque cuando falta algo hay que ver dónde recortar”, comentó Galantino, explicando que esta situación obliga a “cambiar algunos estilos de vida” para acentuar el “ahorro” y la “sobriedad”.
En la entrevista con TV2000, el presidente de la APSA lanzó un mensaje de tranquilidad a la opinión pública al asegurar que no hay que ser “alarmista”. “Son las dificultades que en este momento todos vivimos y que también vive la Iglesia. Es un momento para que nos preguntemos cuáles son los gastos esenciales y si hay alguno sobre el que podamos trabajar”, comentó.