Los obispos también están preparando “un texto genérico” sobre un testamento vital para hacer frente a la ley de eutanasia que ultima el Gobierno, además de unas “orientaciones” para que las diócesis puedan ajustarlo a las diferentes comunidades autónomas, teniendo en cuenta que la Sanidad es una competencia transferida a los Ejecutivas regionales.
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Se trataría de “una declaración de últimas voluntades”, entre la que se incluiría cómo la persona desea, no solo enfrentarse a la muerte, sino qué tipo de cuidados paliativos querría recibir. El documento, elaborado por la Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida se ha remitido ya a la Asamblea Plenaria que tiene previsto aprobarlo en su próxima convocatoria.
La vida como don
Así lo ha definido el secretario general de la Conferencia Episcopal Luis Argüello, durante la rueda de prensa posterior a la celebración de la Comisión Permanente que ha tenido lugar entre el 23 y 24 de febrero en Madrid con formato semipresencial. Este nuevo documento iría en línea del que ya se difundió a partir de 2002 después del intento del Ejecutivo socialista de Rodríguez Zapatero de aprobar una ley de muerte digna.
Sobre la reforma legislativa que se tramita ahora en el Senado, Argüello comentó que siempre ha despertado “preocupación” en los obispos, un malestar que va a más a medida que “las posibles enmiendas abran el ejercicio del suicidio asistido hacia la autodeterminación y se presente como culmen de la libertad”. “Nos preocupa sobremanera”, insistió el portavoz de los obispos, que defendió cómo “la vida es un don que acogemos y que fundamenta todos los derechos para que sea respetada por terceros”. “Estas perspectivas de ampliación no hacen más que agravar la calificación negativa que la ley nos merecía”, reiteró.