“Oficialmente no hay menores, pero la realidad dice que sí”, denuncia el religioso Stanko Perica
“Oficialmente no hay menores, pero la realidad dice que sí”. Así de claro ha sido Stanko Perica, director general del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) en el sureste de Europa, en una entrevista hecha por L’Osservatore Romano en la que ha relatado los peligros que atraviesan los MENA (menores no acompañados) que recorren, solos, la ruta de los Balcanes para intentar llegar a Europa.
De hecho, según los datos que posee la organización, de los 8.000 migrantes que viven en los campos bosnios, alrededor de 350 son menores de edad. Pero podrían ser más, ya que las cifras cambian diariamente. Incluso en el campo de Lipa, donde las condiciones en las que tienen que vivir estas personas se han hecho tristemente célebres, hay niños.
“Necesitamos un apoyo financiero estable, que de momento no tenemos, pero también voluntad política”, dice Perica, ya que en las zonas en las que suele moverse –entre Croacia, Bosnia, Serbia y Kosovo–, no llega la financiación de los Estados ni de la UE. “Siempre buscamos donantes privados, embajadas, organizaciones eclesiásticas”, explica.
“Conocí a un grupo de jóvenes de 16 años en una casa ocupada, eran cuatro en una habitación de una antigua casa de reposo, viven en muy malas condiciones”, relata Perica. “Son conscientes de la situación y saben que es difícil encontrar una salida”, admite el jesuita. “No faltan chaquetas, sacos de dormir y comida. Se carece de dignidad y de una casa normal, de la posibilidad de ducharse, cambiarse de ropa, de recibir atención sanitaria legal”.
Para llegar a Europa, muchos de ellos deben intentar el “Game” en primavera, exponiéndose a la violencia y a ser rechazados en las fronteras. “El 6% depende de los traficantes. Cuanto más pagues, más lejos llegarás”, explica el religioso. “Desgraciadamente, rara vez consiguen pasar y regresan con graves lesiones”, añade.
Por su parte, el JRS opera en Sarajevo y en Belgrado, donde tiene un hogar para quince menores a los que ofrece una educación, seguridad y asistencia social, médica y psicológica para que puedan insertarse en la sociedad. “Lo más útil e importante es explicarles dónde están y dirigirlos”, explica Perica.
“Normalmente los familiares y amigos en Europa les invitan a unirse a ellos y a seguir caminando hacia Bosnia, luego Croacia e Italia. Pero les aconsejamos que se queden en Serbia y encuentren una forma legal de reunirse con sus familias. Intentamos protegerlos en todos los sentidos. Pero algunos se van sin decir nada”, afirma.