Núria Ortín dirige una entidad que extiende su abrazo a más de 45.000 internos y está presente en 38 cárceles de hasta tres continentes
En este tiempo de pandemia, en el que todos, de un modo u otro, hemos sentido lo que era estar confinados en casa por un breve espacio de tiempo, algunos han ido más allá y se han puesto en la piel de quienes pasan buena parte de su vida en una cárcel. Una mirada sin prejuicios, que sale al encuentro de la persona y que trata de potenciar con todas sus fuerzas la Fundación Obra Mercedaria.
A través de esta entidad civil, registrada legalmente como fundación en 2005 (aunque como obra social su acción se remonta a 1972), la Orden de la Merced, con ocho siglos de historia a sus espaldas encarnando el abrazo de Jesús de Nazaret a las personas privadas de libertad, dio el paso hace 16 años de reconocer la implicación de toda la familia mercedaria: los voluntarios y profesionales en sus programas, los laicos impregnados de su carisma y los propios religiosos consagrados. Una comunidad fraterna, cargada de pasión por el prójimo y cuyo compromiso hace que consigan extender su abrazo a más de 45.000 internos, estando presentes en 38 cárceles de hasta tres continentes.
El último impulso lo está dando su directora desde hace cinco años, Núria Ortín, una laica barcelonesa que tuvo su primer contacto con los mercedarios en un momento personal clave para ella: “Los conocí después de mi experiencia de 20 años en Ràdio Estel, cuando necesitaba un cambio profesional y orientarme al mundo social. Me fascinó su testimonio y les insistí en que se tenían que dar a conocer aún más a nivel de sociedad. Y más en Barcelona, donde, pese a ser la patrona La Merced, muchos aún no vinculan el mundo de la cárcel con los mercedarios…”.
Trabajando codo con codo con ellos, Ortín se sigue maravillando ante la fuerza de una respuesta que es integral: “Trabajamos en el ‘antes’ a través de una labor de prevención, sensibilización y formación; en el ‘durante’, con el acompañamiento dentro de la cárcel; y en el ‘después’, apostando por la reinserción y el seguimiento en nuestros hogares de acogida”.
Además, la Fundación Obra Mercedaria aprovecha al máximo la presencia de la propia congregación en numerosos lugares donde ofrece un alud de respuestas, dentro y fuera de nuestras fronteras: “Estamos allí donde están presentes los mercedarios, que siempre, en todas sus comunidades, se dedican tanto a la vida pastoral en la parroquia como al compromiso con el mundo penitenciario”. Así, fuera de España, están en Mozambique, Venezuela, Guatemala, Panamá y El Salvador, en una labor diversa a través de las cárceles y los pisos de acogida, pero también en las residencias, las escuelas o los dispensarios de ropa y comida, tratando de abarcar al conjunto de los colectivos vulnerables. Y vaya si lo consiguen, pues, por ejemplo, a sus escuelas en esos países asisten más de 6.500 alumnos y en sus centros nutricionales reparten más de 2.000 comidas al día.
En España, solo en la Provincia de Aragón de la congregación, cuentan con pisos en siete ciudades y en los que ponen en marcha todo tipo de respuestas: “Estamos en Barcelona, donde está el primero, que surgió hace 50 años a iniciativa del padre Lahoz. Además, estamos en Sant Feliu de Llobregat, Lleida, Zaragoza, Castellón, Elche y Alicante. En total, atendemos al año a unas 400 personas con diferentes situaciones, desde quienes están de permiso hasta quienes gozan ya de plena libertad”.
En este sentido, la directora de la entidad, señala la interculturalidad como una de sus esencias: “Es bonito pensar que, ocho siglos después, podamos acompañar a muchísimos musulmanes (en el siglo XIII rescatábamos a cristianos que estaban cautivos en países islámicos) que ven cómo, entre otras cosas, adaptamos nuestro ritmo al Ramadán. Algo que ellos valoran enormemente”.
Siempre desde “esa vivencia del respeto y de la ilusión por tratar de generar segundas oportunidades para que puedan empezar de cero” como pilares de acción, es de destacar cómo, “aparte de estos recursos residenciales, tenemos los PAO (Punto de Atención y Orientación), donde trazamos los itinerarios personales, realizamos distintos talleres y asistimos jurídicamente a los usuarios y a sus familias”.
De todo ese alud solidario, en el que es clave la implicación de los trabajadores, los voluntarios y los padrinos (que aportan dinero, comida o material educativo), Ortín destaca que lo mejor es que, poco a poco, “vamos venciendo el estigma que sufren estas personas, cambiando la mentalidad, la sensibilidad y la mirada de quienes a lo mejor no habían reparado en que estamos ante vidas desestructuradas y que, con apoyo, pueden encauzar su futuro”.
En esta línea, aunando además su experiencia como comunicadora, la directora de Obra Mercedaria participa con entrevistas en el programa ‘Temp mort’ (‘Tiempo muerto’), que se emite en Catalunya Radio y que consta de 13 podcast en los que se acercan a la realidad de WadRas, la prisión de mujeres de Barcelona, contando sus historias personales: “Los programas incluyen una entrevista de unos 35 minutos con una protagonista; la mitad son internas y la otra mitad son personas que están vinculadas a la cárcel: la directora, una funcionaria, una trabajadora social, un voluntario, un familiar o uno de los religiosos que dedican buena parte de su vida a su presencia en el penal”.
“Además –detalla–, en cada grabación, contamos con un ilustrador distinto que compone una imagen según va escuchando la charla. Cada espacio se completa con un artículo que se publica luego en prensa y que siempre tiene un enfoque abierto, yendo unos más en la línea de la reflexión y otros en la de la denuncia o la investigación. La clave última es que el que descubra esta historia sepa mejor cómo se vive ‘con’ la cárcel y no ‘en’ ella”.
Consciente de que en la prisión encuentra una historia detrás de cada persona, Ortín, quien ha sido voluntaria en WadRas, ha compartido “conversaciones, lloros y risas con chicas con pasados demoledores, así como con traumas, cicatrices y carencias familiares. Vienen de culturas diferentes y distintos países, pero la mayoría comparten infancias terribles, envueltas de pobreza y violencia”. De ahí que sea “tan importante apoyar a los más vulnerables para que puedan tomar las riendas de su vida. Algo que, además, contribuye al bienestar del conjunto de la sociedad”.
Por todo ello, la directora de Fundación Obra Mercedaria reitera que “hay que romper tópicos y prejuicios, y, sobre todo, no juzgar jamás a nadie”. Por eso, en sus charlas con las internas, ya sea en el patio o haciendo un taller, no pregunta nunca su delito: “Ellas ya han sido juzgadas y están pagando condena… Simplemente, se trata de acompañar a la persona que tienes delante”.
Su vivencia en la entidad, encarnada en “un carisma de barro y trinchera”, está siendo una de las grandes experiencias de Ortín: “Es una labor absolutamente gratificante. Al estar con la gente a la que acompañamos, te hacen llegar su agradecimiento por esa segunda oportunidad. Se abren de tal modo que puedes ver a la persona, al ser concreto. La miras a los ojos y sabes que no puedes darle la espalda. Y ese encuentro auténtico con el otro es una riqueza inmensa, pues, además, como última responsable de un proyecto tan grande, te hace valorar que el camino está en apostar por las soluciones personales, adaptadas a cada uno, antes que por propuestas teóricas y globales. Me siento una privilegiada por poder conducir este barca y sentir que construimos y caminamos todos juntos”.
Una realidad a la que pone muchos rostros, simbolizados en esta anécdota: “Fue en una cárcel de mujeres, donde acudimos para grabar uno de los programas. Juntando a un grupo, les pedí que recordaran, cada una, cómo fue su primer día allí… Fueron muchas emociones encontradas, aflorando desde risas a lágrimas. Pero ellas también lograron sorprenderme: al terminar, me regalaron uno bolso hecho a mano por ellas. Era su modo de darme las gracias… Ojalá, todos sepamos mirar a los ojos de estas personas y valorar que se esfuerzan y que quieren salir adelante”.