“La clase de Religión, con la fuerza de su potencial humanizador, debe contribuir a ser la argamasa que reconstruya los vínculos de una sociedad fragmentada”. De esta manera lo expresó esta tarde Antonio Roura, director de la revista Religión y Escuela, durante su ponencia en la tercera sesión del Foro sobre el currículo de la Enseñanza Religiosa Escolar (ERE).
La Conferencia Episcopal Española pretende con este proceso participativo inédito, que cuenta con cuatro sesiones de trabajo (la última será el próximo martes 16 de marzo), sentar las bases para el nuevo currículo de la asignatura que demanda la nueva ley de educación (LOMLOE, conocida por todos como ‘Ley Celaá’).
El también autor de ‘El currículo de Religión en diálogo’ (PPC), responsable de la ponencia marco de esta tercera sesión, titulada ‘Una teología en diálogo para la clase de Religión’, comenzó su intervención agradeciendo el proceso participativo, pues este gesto hace a los profesores de Religión “sentir que tras el trabajo del día a día hay razones, maneras de abordar la tarea, experiencias que merecen ser escuchadas y tenidas en cuenta” y “ayuda a sentir como propia la respuesta curricular que la Comisión Episcopal presente”.
Para Roura, “el magisterio del papa Francisco ha agitado al mundo educativo católico obligándonos a repensar el sentido de nuestra contribución a la escuela y a la sociedad”. Por ello, “el reto y la tarea que tenemos por delante no es solo presentar a la comunidad educativa un currículo que esté en línea con los acentos pedagógicos de la LOMLOE cuánto de reflexionar sobre qué núcleos teológicos fundamentales del cristianismo (Escritura, Tradición, Magisterio, Signos de los tiempos) es imprescindible seleccionar para ponerlos en diálogo cultural, en el marco escolar, con las demás disciplinas y contribuir juntos a la construcción de un mundo mejor”.
Para el experto en la asignatura, es necesario que la materia se proteja de dos riesgos. En primer lugar, “la tentación de instrumentalizar la asignatura de religión para otros fines evangelizadores, pues está sobradamente subrayado que las finalidades propias de la ERE son diferentes a la catequesis y a la pastoral”. Y, en segundo lugar, “no debemos reducir el estudio de la realidad religiosa a una mera construcción cultural como se realiza desde las ciencias de las religiones”.
Asimismo, Roura insistió en que “la clase de Religión no es el lugar para el anuncio explícito del evangelio ni para la enseñanza, estrictamente fenomenológica o racional, del hecho religioso; su razón de ser es integrar, en una única expresión cultural, esas dos aproximaciones a la realidad religiosa”.
En su opinión, “necesitamos una formación teológica, en las Facultades de Teología y en las escuelas de magisterio que, en línea con las indicaciones de ‘Veritatis Gaudium’ –la constitución apostólica sobre universidades y facultades eclesiásticas–, prepare a los docentes de Religión para realizar este diálogo en la escuela”. Y es que “el profesor de Religión debe ser el teólogo que, en el ágora de la escuela, reivindique y visibilice la posibilidad de una razón abierta y una fe que sabe expresarse en categorías culturales”.
En el mismo sentido, añadió: “En la clase de Religión no se estudia el Evangelio buscando la iniciación cristiana de los alumnos, pero al procurar el diálogo entre la fe, la razón y las ciencias, entre Evangelio y cultura se están creando las condiciones intelectuales para que el Evangelio sea escuchado por todos”.
Por ello, “es imprescindible recuperar los núcleos teológicos fundamentales que deben servir para el diálogo escolar”, agregó, para luego lanzar una pregunta al aire: “¿Qué antropología, qué contenidos de la Tradición, de la Revelación, de la memoria histórica de la Iglesia debemos poner en diálogo en esta coyuntura histórica?”.
“Enseñar Religión debe ayudar a nuestros alumnos a comprender la realidad religiosa. Cuántas veces lo hemos dicho o hemos escuchado que no se puede entender el Museo del Prado o la historia o la literatura sin la cultura religiosa que nos de las claves de la interpretación. Sin duda, uno de los cometidos en ese diálogo entre fe y razón es comprender la cultura y su universo simbólico entendiendo el horizonte al que remiten”, apuntó. Pero “la responsabilidad de la Teología, de la ERE, no es solo con la interpretación de la realidad; la invitación del Papa a la valiente revolución cultural es, también, una invitación a que la Teología nos ayude a no solo a leer cuanto a escribir los signos de los tiempos”, subrayó.
Y continuó: “La clase de Religión debe ayudar a interpretar los signos de los tiempos y a proporcionar, desde nuestra tradición religiosa, aquellos relatos significativos, para toda la humanidad, que nos ayude a interpretar y transformar el drama y los retos de nuestro tiempo”.
Para el experto, “nuestros alumnos, por cultura elemental, deben saber quiénes son Caín y Abel, pero cuando en Lampedusa, ante la tragedia cotidiana del Mediterráneo, Francisco recupera la pregunta de Caín ‘¿dónde está tu hermano?’ está aprovechando la potencia configuradora de un relato para que, creyentes y no creyentes, miremos la realidad desde el dolor de nuestro hermano y nos sintamos implicados en la construcción de sociedades que acojan”.
De la misma manera, “las implicaciones educativas, culturales y políticas que se pueden extraer para la ecología integral, expresadas en ‘Laudato si”, son consecuencia para Francisco de la afirmación teológica de un Dios Creador, como se recoge en el relato del Génesis, pero su análisis y sus propuestas nos permiten acompañar a toda la humanidad en la urgencia de responder al desafío ecológico”.
“Ese mismo análisis –continuó–, nos sirve para extraer las implicaciones educativas, culturales y políticas de ‘Fratelli Tutti’, del relato de buen samaritano”. Según Roura, “el cometido de la asignatura de Religión será, en un primer momento, que los alumnos conozcan el relato, pero, en última instancia, lo relevante será aportar a nuestros alumnos, y a toda la sociedad, un modelo antropológico, como respuesta a los retos de este tiempo, que ayude a reconocer al que sufre, a salir a su encuentro y construir un modelo de convivencia en el que se prime el cuidado mutuo por encima del individualismo excluyente”.
En referencia al reciente viaje de Francisco a Irak, en el que Jorge Mario ha compartido de nuevo la memoria de Abrahán como afirmación de una convivencia pacífica entre las confesiones monoteístas, Roura considera que “el currículo de Religión habrá de recuperar de su mejor tradición contenidos que afiancen los vínculos compartidos con la diversidad religiosa”.
Para el director de Religión y Escuela, “la ERE necesita un currículo que enseñe a ver, a juzgar y a actuar, y la teología es la encargada de proporcionar contenidos y nuevos objetivos para la Enseñanza Religiosa Escolar”. Al mismo tiempo, apuntó: “Elaborar un currículo exigirá poner en diálogo una asignatura de Religión, que bebe de la teología, en diálogo con las otras fuentes”.
En este punto, el encargado de esta ponencia marco se refirió a la necesidad de que la teología dialogue con la fuente psicológica, que “tendrá como consecuencia que necesariamente ha de pensar en el desarrollo integral del alumno como prioridad en la acción docente”.
Y prosiguió: “La clase de Religión está obligada a transmitir contenidos con valor personal que ayuden al alumnado a vivir lo que está siendo pero que le eduquen para hacer frente a las grandes transformaciones a las que se enfrentarán en su vida. Nuestros alumnos serán trabajadores, fracasarán, afrontarán la muerte y el dolor, el amor… Habremos de ser capaces de transmitir, también, aquellos aprendizajes que le ayuden a integrar la vida que les espera y a olvidar o readaptar aquellos aprendizajes que les limiten de su desarrollo pleno”.
Roura puso sobre la mesa los cinco criterios que, en su opinión, son una hoja de ruta para la ERE en la escuela: “Colocar en el centro del currículo de ERE la experiencia del kerygma; el diálogo a todos los niveles, la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad; el fomento de la cultura del encuentro; la urgente necesidad de ‘crear redes’; y la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha”.
El autor de ‘El currículo de Religión en diálogo’ (PPC) terminó con una invitación a que “el profesorado de Religión, a la hora de repensar el currículo, vuelva la vista a la teología”. De la misma manera, “me gustaría proponer a los teólogos que se acerquen a la clase de Religión. Entiendo que para teología es más cómodo el territorio de lo pastoral pero la enseñanza de la Religión, como un servicio a la educación y a la sociedad, necesita que la teología venga a conversar con la mediación escolar para construir el bien común”, subrayó.
Tras la intervención de Roura, dialogaron Junkal Guevara, de la Universidad Loyola Andalucía (Granada), que reflexionó sobre ‘¿Qué Biblia en la clase de Religión?’; Eloy Bueno de la Fuente, de la Facultad de Teología del Norte de España (Burgos), que habló sobre ‘¿Qué antropología teológica y que cristología en la clase de Religión?’; Ramiro Pellitero, de la Universidad de Navarra, que se preguntó ‘¿Qué eclesiología en la clase de Religión?’; Julia Gutiérrez, delegada diocesana de Enseñanza de Valladolid, que profundizó en ‘¿Qué moral en la clase de Religión?’; y Nicolás Álvarez de las Asturias, de la Universidad San Dámaso, que disertó sobre ‘¿Qué historia de la Iglesia en la clase de Religión?’.
El broche final lo puso María José Muñoz López, directora del Museo Diocesano de Córdoba, que puso en valor la teología a través del arte.