“Esta visita fue un kairós”, ha dicho el director del Servicio Jesuita a Refugiados en Irak
“El Papa ha venido a sembrar semillas de esperanza y paz”. Así se ha referido al último viaje apostólico de Francisco Joseph Cassar, director del Servicio Jesuita a Refugiados en Irak (JRS), en un artículo publicado en la web de la congregación.
“Esta visita fue un kairós”, continúa, hablando del viaje acontecido entre el 5 y el 8 de marzo, “un momento de valor, que va más allá del tiempo inmediato en el que vivimos y que está enteramente en manos de Dios”. El religioso hace estas apreciaciones desde Sharya, donde el JRS acompaña a los yazidíes desplazados. “Toda la visita tuvo una dimensión profética”, dice, en un país “en el que, a lo largo de estas cuatro décadas, se ha derramado tanto mal: conflictos, bombardeos, Isis. Tanta maldad, tanta violencia, tanta gente ha sufrido”, subraya.
Cassar pudo reunirse brevemente con el Papa el pasado domingo, antes de la celebración de la eucaristía en Erbil. “Ya hace dos años”, recuerda, “conocí a Francisco en el Vaticano, durante una audiencia concedida a ROACO (Riunione delle Opere di Aiuto alle Chiese Orientali)”. “Me había presentado al Papa muy brevemente como un jesuita que trabaja en Irak”, ha dicho, “ y luego me devolvió la llamada y me dijo: ‘Ora por mí porque tengo muchas ganas de ir allí'”.
Asimismo, Cassar ha comentado la reunión de Francisco con el Gran Ayatolá Sayyid Ali Al-Husayni Al-Sistani en Najaf, ciudad santa para el Islam chiíta. “El Papa no fue allí por política o diplomacia”, afirma el religioso. “Para la comunidad chií, esta visita fue importante para curar las muchas heridas que han sido infligidas a Irak por tantos años de sospecha mutua entre las distintas comunidades. El sentido de este encuentro va en el sentido de lo que dijo el Papa: la paz de Dios es más fuerte que la violencia y la guerra”.
Por este motivo, “el hecho de que el primer ministro Mustafa Al-Kadhimi declarara el 6 de marzo como el Día Nacional de la Tolerancia y la Coexistencia en Irak en memoria de la visita del Papa a Al-Sistani y la posterior reunión interreligiosa en Ur, tiene una enorme importancia”, asegura el jesuita.