Como es habitual cada vez que regresa a Roma tras realizar un viaje internacional, también en esta ocasión el papa Francisco dedicó la audiencia general posterior a su retorno a analizar la visita que realizó a Irak entre el 5 y el 8 de marzo. En su catequesis de este miércoles, realizada en la biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano, señaló que “el pueblo iraquí tiene derecho a vivir en paz, tiene derecho a encontrar la dignidad que le pertenece”.
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El Pontífice comenzó su alocución asegurando que su estancia en el país árabe significó “un signo de esperanza después de años de guerra y terrorismo y durante una dura pandemia” y agradeció la acogida brindada tanto por los ciudadanos como por las autoridades civiles y religiosas. “Después de esta visita, mi alma está llena de gratitud”, dijo, para confesar más adelante que “no podía acercarme a ese pueblo atormentado, a esa Iglesia mártir, sin tomar sobre mí, en nombre de la Iglesia católica, la cruz que ellos llevan desde hace años”.
Ese sufrimiento lo vio con sus propios ojos al comprobar en lugares como Mosul “las heridas todavía abiertas de las destrucciones, y más todavía encontrando y escuchando a los testigos supervivientes de la violencia, la persecución, el exilio”. Pese a esta situación también vio “la esperanza de abrirse a un horizonte de paz y de fraternidad”.
Denuncia a quienes venden armas a los terroristas
Al recordar el pasado glorioso de la antigua Mesopotamia, se preguntó qué había llevado al país a la actual situación. “La guerra”, se contestó a sí mismo el Papa, advirtiendo que se trata de un “monstruo que, con el cambio de épocas, se transforma y continúa devorando a la humanidad”. Tras clamar una vez más contra quienes venden armas a “los terroristas”, advirtió que la respuesta a los conflictos no podía venir con más guerras, sino con “la fraternidad”. Este, subrayó, es “el desafío para Irak” y para otras muchas regiones en conflicto.
Entre los actos en que participó en Irak durante el viaje, destacó el encuentro que mantuvo en la catedral siro-católica de Bagdad, donde en 2010 fueron asesinadas 48 personas, entre ellas dos sacerdotes, durante la celebración de una misa. “La Iglesia en Irak es una Iglesia mártir y en ese templo, que lleva inscrito en la piedra el recuerdo de esos mártires, resonó la alegría del encuentro”, dijo el Papa, lamentando los efectos del surgimiento del grupo yihadista Estado Islámico (EI).
“Si podéis, tornad a Irak”
“Causó la fuga de miles y miles de habitantes, entre los cuales muchos cristianos de diferentes confesiones y otras minorías perseguidas, especialmente los yazidíes. Se ha arruinado la antigua identidad de estas ciudades. Ahora se está tratando de reconstruir con mucho esfuerzo; los musulmanes invitan a los cristianos a volver, y juntos restauran iglesias y mezquitas”, celebró Jorge Mario Bergoglio.
Al final de su catequesis hizo una petición a los iraquíes que han abandonado el país en las últimas décadas huyendo de la guerra, la persecución religiosa y la falta de oportunidades. Ese ha sido en particular el camino de la mayoría de los cristianos. Se estima que en Irak vivían unos 4 millones en 1947, una cifra que había bajado a 1,3 millones antes de la caída del dictador Sadam Husein en 2003. El éxodo propiciado por el EI ha reducido el número a unos 300.000.
“Pensando en tantos iraquíes emigrados, quisiera decirles: habéis dejado todo, como Abraham: como él, custodiad la fe y la esperanza, y sed creadores de amistad allá donde estéis. Y si podéis: tornad”, rogó finalmente el Papa.