El cardenal que está al frente de la única diócesis católica de Suecia comparte el retorno a la fe que se produce en el país nórdico en el primer Foro Omnes
¿Por qué en Suecia se vive un cierto retorno hacia la fe y especialmente hacia la iglesia católica? Para dar respuesta a esta pregunta la editorial Palabra ha convocado el primer Foro Omnes en el que ha reunido al cardenal obispo de Estocolmo –única diócesis católica en el país–, el carmelita descalzo Anders Arborelius y el sacerdote español Andrés Bernar que es vicario de Evangelización de dicha diócesis.
En una sociedad tan secularizada, fenómenos como la inmigración o el descubrimiento de la fe en personas adultas están cambiando el rostro de la Iglesia. La de Estocolmo es “una Iglesia viva, en expansión, multicultural…”, para Bernar que llegó hace 18 años a ejercer su ministerio en la misión española. El sacerdote ha relatado en este sentido la conversión de un pastor protestante o el testimonio de los migrantes de América Latina entre los jóvenes.
Arborelius ha explicado que tras estar prohibida durante siglos, “la Iglesia católica ha regresado y ahora es reconocida como una parte de la geografía religiosa” sueca y “con buenas relaciones con las demás confesiones”, “forma parte de esta sociedad multicultural y multireligiosa”. De hecho, las relaciones ecuménicas están produciendo conversiones y hay elementos de influencia como que los pastores luteranos –o en la pastoral penitenciaria– sigan los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola.
En el país nórdico se da una crisis muy fuerte entre los luteranos por la secularización, que contrasta las comunidades católicas que abren sus puertas a que personas de todo el mundo compartan su fe. Aunque el cardenal reconoce las diferencia de la situaciones con las que los fieles han llegado a Estocolmo y comienzan a vivir la catolicidad de otra manera “más allá de sus clases sociales y opciones políticas; lo que es un testimonio para toda la sociedad sueca”. Y da sus frutos, de hecho se han comprado dos templos protestantes para atender a diferentes ritos católicos de Oriente Medio, como los caldeos de Irak.
Más allá de la migración de católicos, cada año un centenar de suecos se convierten muchos de ellos procedentes del mundo de la universidad o de la cultura. En este sentido ha destacado que la rectora de la Universidad de Estocolmo es una terciaria dominica, con lo que “hay ambientes intelectuales donde hace cierta influencia de católicos, algo que no ocurre en el mundo político”. Por ello, ha pedido “valorar lo que ofrecen los migrantes, que en muchos países son el grupo más activos en las iglesias y pueden vivificar a las comunidades religiosas en Europa”, algo que es una “señal de esperanza” ver que se puede vivir juntos la fe.
Un hecho que contrasta con las nuevas políticas migratorias frenadas por el sentimiento nacionalista y populista. Fenómeno que se da también en Suecia “donde también se están cerrando las puertas, siendo la Iglesia católico un pequeño puente”.
La pandemia también a abierto el corazón de las personas a la fe. “Las misas digitales de este tiempo ha permitido que muchos descubran que hay una Iglesia católica” y han dejado atrás prejuicios del pasado. “Los jóvenes están más abiertos en este sentido” y se está desapareciendo la opinión de que “la Suecia moderna nació frente a la Iglesia católica”. Este fenómeno ha impulsado las propuestas evangelizadoras y el cultivo de la espiritualidad.
Otra propuesta que está triunfando es la de la Doctrina Social, que surge con fuerza como alternativa en este momento político. Un reto para los católicos, para el cardenal, es hablar más de su fe, venciendo las barreras del idioma. “La Iglesia católica en Suecia es pequeña, pero tiene una gran esperanza”, concluyó.