“Confesarme no es ir a la tintorería para quitarme una mancha”, ha dicho el Pontífice a los participantes del XXXI Curso sobre el foro interno promovido por la Penitenciaría Apostólica
Esta mañana, en el Palacio Apostólico Vaticano, el papa Francisco ha recibido en audiencia a los participantes del XXXI Curso sobre el foro interno promovido por la Penitenciaría Apostólica. “Me gustaría detenerme con ustedes en tres expresiones que explican bien el significado del Sacramento de la Reconciliación; porque confesarme no es ir a la tintorería para quitarme una mancha. No, eso es otra cosa”, ha dicho Francisco. Y es que la confesión siempre ha de esta basada en el amor, porque “si no hay amor en el sacramento, no es como Jesús quiere que sea. Si hay funcionalidad, no es como Jesús quiere que sea”.
“Queridos hermanos, recordemos siempre que cada uno de nosotros es un pecador perdonado”, ha añadido, subrayando que “si uno de nosotros no se siente así, mejor no vaya a confesar, mejor no sea confesor”. “Cada uno es un pecador perdonado puesto al servicio de los demás, para que también ellos, a través del encuentro sacramental, puedan encontrar ese amor que ha fascinado y cambiado nuestra vida”, ha aseverado Francisco.
Asimismo, el Papa ha insistido en que la actitud propicia que debe tener un confesor “surge de esta conciencia de ser un pecador perdonado”. Y esta tiene que ver con la de sentirse padres. “Todos sabrán cómo es la expresión de la paternidad: una sonrisa, ojos tranquilos… Dar la bienvenida ofreciéndoles tranquilidad y luego déjenlos hablar”. De esta manera, el Papa ha dado tres grandes claves sobre la confesión:
“Abandonarse al amor significa hacer un verdadero acto de fe“, ha dicho el Papa. Pero una fe no entendida “como una lista de conceptos o una serie de declaraciones en las que creer”, sino como “la relación entre Dios y el hombre y entre el hombre y Dios, según la lógica de la llamada y la respuesta: Dios llama y el hombre responde”. Es, además, “el encuentro con la Misericordia, con el mismo Dios que es Misericordia y es el abandono en los brazos de este Amor, misterioso y generoso, del que tanto necesitamos, pero para el que, a veces, uno es miedo a abandonarse”.
“La experiencia enseña que quien no se abandona al amor de Dios tarde o temprano acaban abandonándose a otra cosa, acabando ‘en los brazos’ de la mentalidad mundana, que al final trae amargura, tristeza y soledad, y no cura”, ha afirmado Francisco. “Entonces, el primer paso para una buena Confesión es precisamente el acto de fe, de abandono, con el que el penitente se acerca a la Misericordia”. Y todo confesor, por tanto, “debe poder estar siempre asombrado por los hermanos que, por la fe, piden el perdón de Dios y, nuevamente sólo por la fe, se abandonan a Él, entregándose en la confesión. El dolor por los propios pecados es el signo de este confiado abandono al amor“.
Este amor se manifestó plenamente “en Jesucristo y en su muerte en la cruz por nosotros”, ha explicado el Papa. “Así el amor, que es Dios mismo, se ha hecho visible a los hombres, de un modo antes impensable, totalmente nuevo y, por tanto, capaz de renovarlo todo”.
Durante la confesión, el penitente encuentra “un rayo de este amor acogedor, se deja transformar por el amor, por la Gracia, comenzando a experimentar esa transformación del corazón de piedra en corazón de carne, que es una transformación que toma lugar en cada confesión“. Además, Francisco ha señalado que el buen confesor está siempre llamado “a ver el milagro del cambio, a ser consciente de la obra de la Gracia en el corazón de los penitentes, favoreciendo al máximo su acción transformadora”.
Por último, el verdadero deseo de conversión “se concreta en la correspondencia con el amor de Dios recibido y acogido”. Además, Francisco ha subrayado que es en el amor al hermano donde se halla “la correspondencia real con el amor de Dios: amando a los hermanos nos mostramos a nosotros mismos, al mundo ya Dios que realmente lo amamos y correspondemos, siempre de manera inadecuada, a su misericordia”.
“El buen confesor señala siempre, junto al primado del amor de Dios, el amor indispensable al prójimo, como campo de entrenamiento diario en el que entrenar el amor a Dios”, ha aseverado. “La resolución actual de no volver a cometer pecado es el signo de la voluntad de corresponder a Dios”.