Francisco: una paternidad providencial

Para el mexicano Rodrigo Guerra, miembro ordinario de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales, el Papa es “un ‘Kairós’ y un momento de gracia, para la Iglesia universal…. signo elocuente de cuanta paciencia Dios nos tiene y de cuanto futuro hay por delante, para todos”

Francisco: una paternidad providencial

Celebrar el octavo aniversario de la elección del papa Francisco nos obliga a tratar de comprender su significado, más allá del ruido mediático.



Entrevistamos al mexicano Rodrigo Guerra, fundador del Centro de Investigación Social Avanzada (CISAV), recientemente nombrado miembro ordinario de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales, para tratar de descubrir algunos aprendizajes que nos está dejando este pontificado.

PREGUNTA.- ¿Es posible hacer un balance del pontificado del papa Francisco a ocho años de su elección?

RESPUESTA.- Tengo la impresión que hacer balances del pontificado del papa Francisco es más un recurso pirotécnico para quienes opinamos sobre algunas cuestiones de la vida de la Iglesia que un ejercicio ponderado y fruto de la maduración reflexiva. Por supuesto, cualquiera puede dar su opinión, pero ¿tenemos la suficiente distancia crítica para poder mirar con verdad y con justicia las luces y las sombras? ¿Somos capaces, al momento de sopesar, de mirar el ministerio de Pedro como un hecho principalmente sobrenatural antes que como una posición de poder en medio de una telaraña de intereses? Soy de la opinión que es preciso ser cautos. Hace no mucho, mi amigo Massimo Faggioli sugería en un texto que este pontificado se encontraba declinando y que muy posiblemente no daría nuevas sorpresas. Las sorpresas de inmediato acontecieron: ‘Fratelli tutti’, un año dedicado a la familia a la luz de ‘Amoris laetitia’, el nombramiento de una mujer con voto al interior del sínodo de los obispos, el viaje a Irak, y muchas otras cosas. Mi balance personal es que, como siempre, tenemos un Papa providencial para el tiempo que vivimos. El Espíritu Santo no asiste de modo intermitente al Sucesor de Pedro sino de manera constante. Esta es una certeza de fe más que un resultado analítico sobre decisiones afortunadas o desafortunadas.

P.- ¿No se corre el riesgo de caer en algún tipo de “papolatría” si se afirma que el Espíritu sostiene constantemente al Sucesor de Pedro?

R.- La palabra “papolatría” etimológicamente significa dar culto de latría al Romano Pontífice. En un sentido estricto no aplica a lo que afirmo aquí. La Constitución “Lumen gentium” nos enseña que el Papa es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de los fieles. No podría ser “fundamento perpetuo” si no fuera sostenido permanentemente por Dios mismo. Evidentemente, esto no implica una suerte de impecabilidad o inerrancia absoluta. Lo que significa es que Dios, a través de la fragilidad de cada Sucesor de Pedro, conduce a la Iglesia para escándalo de quienes estamos acostumbrados a mirar las cosas bajo el prisma farisaico, es decir, bajo la perspectiva de quienes se escandalizan de que Jesús cure en sábado y defienda a la mujer adúltera al momento en que va a ser lapidada.

P.- El papa Francisco ha inquietado a muchos desde el momento de su elección. La inquietud se ha vuelto reclamo en algunos. Y el reclamo, se ha tornado en abierta disidencia en otros. ¿Cuáles serán las verdaderas causas de este fenómeno?

R.- Tengo la impresión que lo que más perturba a algunos es que Francisco está reformando a la Iglesia. Sería más fácil todo si el Vicario de Cristo no cuestionara mi aburguesamiento, mi zona de confort o mi posición de poder. El cardenal Ratzinger gustaba citar una frase proveniente del pensamiento luterano que es sumamente expresiva: “Ecclesia semper reformanda!”, la Iglesia debe estar siempre en estado de reforma. Ahora bien, este esfuerzo reformador no brota de la afición del Papa a los libros de “reingeniería”, a alguna tendencia protestantizante o a alguna moda por pertinente que sea. Jesucristo y su Espíritu son los grandes reformadores. Un Papa es tanto más reformista cuanto más fiel es al depósito de la fe. Jesucristo es fuente de eterna novedad y de corrección para nuestras vidas. Aceptar este hecho, es aceptar que nadie está convertido del todo y que más bien todos estamos necesitados de “metanoia” constante. La conversión personal verdadera eclosiona en conversión pastoral y eventualmente sinodal. El Papa, como Cristo, nos quiere santos. Por eso no cesa de buscar que la Iglesia toda se renueve al estilo de Jesús.

P.- ¿La reforma de la Iglesia pasa por la sinodalidad?

R.- La reforma de la Iglesia pasa por la recuperación de la sinodalidad. La sinodalidad no es una ocurrencia del momento sino una dimensión constitutiva de la Iglesia. Jesús fundó la Iglesia haciéndonos “caminar juntos”. En cierto sentido, la eclesiogénesis más auténtica descansa aquí: las Personas de la Trinidad nos convocan a vivir al interior de su Misterio aprendiendo y reaprendiendo a ser y hacer en comunión. Por ello, la “forma Ecclesiae” sinodal no es fruto de una tendencia democratizadora o de un sociologismo más o menos genial, sino que emerge desde la “communio” del Dios uno y Trino. La Iglesia es verdadero misterio de comunión cuando surge cada día como experiencia sinodal. Sinodalidad es principalmente reactivar la conciencia de la responsabilidad de todos, incluidos los fieles laicos, para el cumplimiento de la misión de la Iglesia. Desde este punto de vista, la colegialidad episcopal es una manera de vivir la sinodalidad. Sin embargo, la sinodalidad es algo mayor dentro de la cual hasta la colegialidad merece ser reconsiderada.

P.- Una Iglesia más sinodal ¿qué implica?

R.- Una Iglesia sinodal implica más amplios y más profundos espacios de participación y de escucha fraterna para que el “sensus fidei fidelium” sea atendido y enriquezca al único cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Implica abatir el clericalismo, hoy por hoy tan extendido. A este respecto es preciso decir que es muy fácil afirmar que no nos gusta el clericalismo pero continuar con formas y estilos pastorales en este sentido. Por ejemplo, aún existe temor respecto que los fieles laicos, las mujeres consagradas o no-consagradas y otros sectores eclesiales puedan expresarse y participar en procesos de escucha y propuesta atenta al interior de la Iglesia. La sinodalidad llegó a la boca, a las palabras, pero ahora falta que suba a la cabeza y que habite el corazón. Francisco nos invita a escuchar al Pueblo de Dios para así poder escuchar mejor a los Pastores, nutridos por la voz de su rebaño y por el Espíritu que se manifiesta en esa voz. Nadie debería de temer si confiáramos más en el Espíritu Santo que conduce verdaderamente a la Iglesia. Nadie debería temer si acogemos de corazón la eclesiología del Vaticano II. O lo digo de otro modo: el temor en estos temas es directamente proporcional a nuestra falta de fe.

P.- En el ámbito social ¿cuál ha sido el mayor aporte de Francisco hasta el momento?

R.- El Papa nos educa con su enseñanza y con su ejemplo. En el terreno de la “enseñanza” Francisco nos ha propuesto que redescubramos la fraternidad como método para colaborar a construir una sociedad post-ideológica en ‘Fratelli tutti’. Los extremismos de derecha y de izquierda, tanto seculares como eclesiales, desgarran el frágil tejido de nuestras formas de convivencia. La única manera de corregir la ideologización de la mente y del corazón es volviéndonos prójimo del más frágil y necesitado, del más herido y lastimado. Es como si la enfermedad del igualitarismo (de izquierdas) y del liberalismo (de derechas) solo pudiera ser corregida gracias a la olvidada fraternidad, que hermana a la igualdad y a la libertad a través de un abrazo solidario que re-equilibra el papel de estos valores.

En el terreno del “ejemplo”, Francisco nos educa con experiencias como el viaje a Irak. Los Estados Unidos privilegiaron la lógica de la ocupación militar para tratar de atender la realidad de aquella región. Los resultados, evidentemente, son muy insatisfactorios. El Santo Padre nos muestra con su visita que existe otro camino: el encuentro, el diálogo, la compasión. Más aún, Francisco muestra que es a través del acercamiento con un Ayatollah, que un nuevo comienzo es posible. La libertad es un misterio. Nada está asegurado luego de la visita pontificia. Sin embargo, todo está cuestionado e invitado a avanzar por una nueva senda. Y eso, en el actual contexto, es realmente mucho.

P.- Una de las fuentes recientes de cuestionamiento al papa Francisco es el tema de las vacunas. Hay personas y grupos concretos que deliberadamente difunden desinformación y confusión ya sea científica o doctrinal. ¿Podrán el Papa y la Iglesia mostrar de manera elocuente las razones de la enseñanza de la Iglesia a este respecto?

R.- Es entendible que algunas conciencias entren en una cierta perplejidad ante el tema de las vacunas en el contexto de la pandemia. Algunas vacunas usan en su proceso de verificación o de producción líneas celulares procedentes de fetos abortados hace varias décadas. La línea celular HEK 293 fue producida a partir de células tomadas de un feto abortado en 1972. Y la PRC.C6 fue originada a partir de células de otro aborto realizado en 1985. La perplejidad además es explicable dada la fuerte campaña que algunos realizan contra el Santo Padre y el Magisterio de la Iglesia. El éxito pedagógico de la doctrina de la Iglesia en este tema descansa en varios factores: explicar con paciencia la diferencia que existe entre colaboración formal y material con el mal. Explicar la cuestión de la colaboración mediata o inmediata. Estas son cuestiones muy tradicionales en la teología moral. No hay innovación alguna en ellas. En el terreno más científico algunos afirman cosas bastante chabacanas, por ejemplo, que gracias a las vacunas nos volveremos seres “transgénicos” o que no se las debe usar por estar en fase “experimental”. Es bueno resolver todas estas dudas con caridad y claridad. Sin embargo, muchas veces, aún luego de las explicaciones el resultado sigue siendo la resistencia debido a que en el fondo el problema al interior del corazón es otro.

P.- ¿Cuál es el problema al que se refiere?

R.- Si para seguir la enseñanza moral de la Iglesia en materia de vacunas todos tuviéramos que alcanzar un grado de conocimiento experto en ciencias biomédicas y teología moral estaríamos metidos en un brete. La Iglesia no pide eso. La Iglesia cuenta con espacios de asesoría experta del más alto nivel científico en el mundo para la comprensión de fenómenos complejos como la pandemia. Entre otros, ahí está la labor constante de las Academias Pontificias. Sin embargo, es claro que las argumentaciones científicas o teológicas requieren de mucho estudio previo. La enseñanza de la Iglesia, aunque brote de años y años de investigación paciente, reclama seguimiento por otras razones: porque Jesús hizo de Pedro la piedra de su Iglesia. Le entregó las llaves de ella y lo instituyó como Pastor de todo el rebaño. Este oficio pastoral de Pedro y de los demás apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia y es una cuestión de fe, es decir, de fidelidad al seguimiento de Jesús y de fidelidad al modo cómo Jesús funda la Iglesia.

P.- ¿Por qué cuesta tanto trabajo seguir al papa Francisco? Sectores que antaño lo seguían y defendían hoy son los que en ocasiones lo atacan y critican. ¿Qué sucede?

R.- En otras conversaciones me he atrevido a decir que el pensamiento débil, la irracionalidad y el nihilismo han ingresado también al interior de la Iglesia y hoy, muy particularmente, habitan en los sectores ultraconservadores. El conservadurismo radical de nuestros tiempos ha construido una pseudo-ortodoxia al margen de la comunión con la Iglesia real y con el Papa. Esta pseudo-ortodoxia es anti-sacramental, es decir, es contraria a la concreción sensible. No logra mirar en la carne concreta de la Iglesia real, en el Pueblo de Dios que camina en la Historia, al misterio de Cristo. No logra apreciar en el providencial papa Bergoglio al verdadero Pastor Universal y prefiere a pseudo-profetas como algún obispo disidente, alguna revelación privada sin discernimiento eclesial, o algún video-predicador que proclama apocalipsis cada tercer día. Hay un momento en que esta falsa ortodoxia hace crisis y toca fondo.

P.- ¿Cómo es que toca fondo?

R.- Normalmente quienes atacan a Francisco se amparan en el Magisterio pre-conciliar. Frecuentemente creen que es más seguro, más firme, más claro el Papa del pasado y no el del presente. A estos me parece que es bueno recordarles que San Pío X, pensando en él y en sus sucesores decía:

“Cuando se ama al Papa, no se detiene uno a discutir sobre lo que aconseja o exige, a buscar hasta donde va el deber riguroso de la obediencia y marcar el límite de esta obligación. Cuando se ama al Papa no se objeta que no ha hablado bastante claramente, como si estuviera obligado a repetir directamente, en el oído de cada uno, su voluntad claramente explicada tantas veces, no sólo de viva voz, sino por cartas y otros documentos públicos; no se ponen en duda sus órdenes, bajo el fácil pretexto del que no quiere obedecer, de que no emanan directamente de él, sino de su alrededor; no se limita el campo donde puede y debe ejercer su voluntad, no se opone a la autoridad del Papa la de otras personas, por doctas que sean, que difieren de opinión con el Papa”. (San Pío X, Discurso a los sacerdotes de la Unión Apostólica, citado en J. Maritain, Primacía de lo espiritual, Club de Lectores, Bs As 1982, p.p. 70-71.).

Este texto no agota toda la teología del ministerio petrino. Es muy breve. Podría hasta parecer autoritario. Habría que enriquecerlo con el Concilio Vaticano II. Sin embargo, estas líneas sí explican algo muy bien: el Papa, sea quien sea, es el Sucesor de Pedro. Si se ama a la Iglesia se ama al Papa. No al “papado” en abstracto, sino a este Papa en concreto. Seguir al Papa que es conforme a mis intereses es muy cómodo. Seguir al Papa que me corrige y me educa es más arduo, pero es mejor. El es verdadero Vicario de Cristo.

P.- ¿Qué es entonces lo que celebramos en cada aniversario de la elección de un Pontífice?

R.- Creo que fundamentalmente lo que tenemos que celebrar y agradecer es la providencia de Dios. De modo inmerecido nos regaló a Jorge Bergoglio. El es un “Kairós”, un momento de gracia,  para la Iglesia universal. Su paternidad es signo elocuente de cuanta paciencia Dios nos tiene y de cuanto futuro hay por delante, para todos, y en especial, para los más pobres que miran en él a un auténtico testigo de Jesucristo. Así mismo, celebrar el aniversario de la elección es celebrar a María. Ella sostiene muy especialmente a cada Papa en su ministerio, como explica Hans Urs von Balthasar en un libro que publicó en 1974 y que es preciso volver a él de cuando en cuando. El título es de suyo elocuente: “El complejo antirromano” (BAC, Madrid 2018).

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