El Pontífice preside el rezo de la oración mariana con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro y la comunidad filipina que celebra el 5º centenario de la evangelización del país
Tras el paréntesis de la visita apostólica a Irak, el papa Francisco se ha vuelto a asomarse desde el Palacio Apostólico vaticano para presidir la oración mariana del ángelus. En la Plaza algunos fieles, antes de que comiencen las nuevas restricciones este lunes, 15 de marzo, pudieron sumarse al rezo del pontífice que ha presidido este domingo una eucaristía con la comunidad filipina para celebrar el 5º centenario de la evangelización del país asiático.
Tras la oración, Francisco recordó que se cumplen 10 años del inicio de la guerra en Siria que ha dejado unas terribles consecuencia de luto, muertes, violencia y pobreza, especialmente en el caso de los niños, las mujeres y los ancianos. En este sentido, el Papa renovó su llamamiento a favor del diálogo y la paz en este martirizado país. También reclamó un compromiso internacional renovado en favor del encuentro y la reconstrucción. El Pontífice recordó, finalmente, que el 19 de marzo, fiesta de San José, se inicia el Año Internacional de la Familia Amoris Laetitia.
A partir de las lectura del domingo ‘Laetare’, el pontífice destacó que en “el corazón de la fe cristiana” está el mensaje de que “el amor de Dios ha encontrado su cumbre en el don del Hijo a la humanidad débil y pecadora”. Y es que Jesús se revela a Nicodemo como “el del Hijo del hombre exaltado en la cruz; el del Hijo de Dios enviado al mundo para la salvación; y el de la luz que distingue a los que siguen la verdad de los que siguen la mentira”.
Comentando estas tres ideas, Francisco destacó que “Jesús fue levantado en la cruz y los que creen en Él son curados del pecado y viven”. “La finalidad del don de Dios es la vida eterna de los hombres: en efecto, Dios envía a su Hijo al mundo no para condenarlo, sino para que el mundo se salve por medio de Jesús. La misión de Jesús es una misión de salvación, para todos”, prosiguió.
Finalmente, el Papa destacó que también “la venida de Jesús al mundo provoca una elección: quien elija las tinieblas tendrá un juicio de condenación, quien elija la luz tendrá un juicio de salvación”. Por ello, añadió, “quien camina en la luz, quien se acerca a la luz, hace buenas obras. Esto es lo que estamos llamados a hacer con mayor empeño durante la Cuaresma: acoger la luz en nuestra conciencia, especialmente en el Sacramento de la Reconciliación, para abrir nuestro corazón al amor infinito de Dios, a su misericordia llena de ternura y bondad”.
Para el Papa, “así encontraremos la verdadera alegría y podremos regocijarnos en el perdón de Dios que regenera y da vida”. Por ello ha pedido a la Virgen que “nos ayude a no tener miedo de dejarnos ‘poner en crisis’ por Jesús. Es una crisis saludable, para nuestra curación; para que nuestra alegría sea plena”, concluyó.