El “suicidio asistido es contrario a la dignidad de la persona”, ha declarado rotundamente el Tribunal Supremo de Portugal en una declaración en la que ha declarado inconstitucional la ley de eutanasia impulsada por la Asamblea de la República. Ante este anuncio, la Conferencia Episcopal Portuguesa ha “celebrado” la decisión de la Justicia.
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La vida humana es inviolable
El pronunciamientos de los tribunales se debe al “dictamen previo” solicitado por el presidente de la República portuguesa, Marcelo Rebelo de Sousa –quien en su día ya había vetado la ley–, el pasado 15 de marzo tras la aprobación de un primer borrador de la ley aprobada en el parlamento el pasado 29 de enero.
La sentencia del Tribunal, que tiene fecha del 15 de marzo, se basa en el “carácter excesivamente indeterminado del concepto de sufrimiento intolerable” y “del concepto de lesión definitiva de extrema gravedad”. Para el tribunal “las condiciones en las que se permite la anticipación de la muerte médicamente asistida deben ser claras, precisas, predecibles y controlables”.
Por su parte, la Conferencia Episcopal reiteró “la postura adoptada por la Iglesia a lo largo de este proceso, reafirmando siempre que la vida humana es inviolable” y que “cualquier legalización de la eutanasia y del suicidio asistido es siempre contraria a la afirmación de la dignidad de la persona humana y a la Constitución de la República Portuguesa”.
La dignidad de las personas
En este mismo sentido se ha pronunciado la Asociación de Juristas y Médicos Católicos de Portugal para quien “ninguna forma de legalización de la eutanasia se ajusta a la Constitución”, por lo que sería “imposible” que fuera algún día constitucional dicha ley, según recoge la agencia portuguesa Ecclesia.
“La legalización de la eutanasia y el suicidio asistido viola claramente el principio de inviolabilidad de la vida humana consagrado en el artículo 24.1 de la Constitución portuguesa, artículo que encabeza todo el catálogo de derechos fundamentales”, apuntan. Además, argumentan, “vulnera el principio de igual dignidad de todas las personas al distinguir entre vidas humanas que merecen y no merecen protección”.
Para los juristas y médicos católicos “la experiencia en los escasos países que permiten la eutanasia demuestra que esta ley, independientemente de su redacción, abre inexorablemente la puerta que conduce a una pendiente resbaladiza de trágicas consecuencias”.