“¡No hay barreras que impidan la bendición de Dios!”, es el grito de Franz Kreissl, responsable de pastoral de la diócesis suiza de San Galo, después de que la Congregación para la Doctrina de la Fe haya sancionado expresamente que “no es lícito impartir una bendición a relaciones, o a parejas incluso estables, que implican una praxis sexual fuera del matrimonio” en un ‘Responsum ad dubium’.
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Kreissl trae a colación en un comunicado hecho público las palabras de su obispo, Markus Büchel, en 2015, señalando: “¡Alegrémonos de toda relación en la que los miembros de la pareja se acepten mutuamente como iguales, preciosos y amados hijos de Dios, respetando la dignidad del otro y promoviendo el bien de las personas!”. Para este prelado suizo es “tarea de la Iglesia hoy en día recorrer un camino con las personas en el que puedan integrar su sexualidad como un don de Dios en sus vidas y en la configuración de sus relaciones”.
La misión de la Iglesia
El responsable de pastoral asegura que “lo que importa es la relación, que todos y cada uno de los creyentes puedan madurar, vivir y plasmar su propia humanidad en todas sus dimensiones” porque “excluir a un determinado grupo desde el principio como ‘pecador’ sin mirar al individuo no es permisible”. Por ello, denuncia este afán “controlador” de la bendición divina por parte de Doctrina de la Fe ya que, asegura, “la Iglesia no es la guardiana de la bendición de Dios” porque “desde Abraham, forma parte de la naturaleza de las personas que creen en Dios ser una bendición para los demás”.
Die Glaubenskongregation verneint die Möglichkeit, Paaren aus Personen des gleichen Geschlechts einen Segen zu erteilen. Das Bistum St.Gallen hat eine andere Sicht: https://t.co/j7vX4nVrqA #bistumsg #bistumstgallen #glaubenskongregation #homosexualität #pastoralamt #segen pic.twitter.com/tkuBZUGT5Y
— Bistum St. Gallen (@BistumSG) March 16, 2021
“La Iglesia tiene la misión de otorgar esta bendición de Dios y prometerla a las personas, no por sus propios medios, sino como intermediaria”, asegura Kreissl. “La Iglesia no debe excluir a nadie de la bendición. Nuestra tarea es ser ‘bendición’. La bendición en sí misma viene de Dios y, gracias a Dios, no depende del que bendice”, concluye.