El Papa recibía en audiencia ayer, 17 de marzo, a Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos. En ella, francisco firmó los decretos por medio de los cuales la Iglesia reconoce como venerables a los españoles Cosme Muñoz Pérez, fundador de las Hermanas del Patrocinio de María, y al sacerdote Salvador Valera Parra.
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Muñoz Pérez nació en Villar del Río (Soria) en 1573. Tras unos años dedicado al mundo militar, siente la llamada al sacerdocio y, una vez ordenado, comienza su labor con los más desfavorecidos, en especial con las mujeres que, por su extrema situación de pobreza y vulnerabilidad, eran recogidas en el convento de Santa María Egipciaca.
En 1607 acepta la propuesta del obispo de Córdoba, Diego de Mardones, de dirigir un establecimiento fundado por Isabel de la Cruz para recoger niñas huérfanas y pobres. De esta manera, el padre Cosme comienza su obra en lo que más adelante se convertiría en un colegio al cual pone bajo el patrocinio de Nuestra Señora de la Piedad, y que sería, además, el primero en Córdoba dedicado para niñas y jóvenes, ya que los que existían en la época eran de carácter privado y masculino.
El sacerdote fallece en la misma ciudad en 1636. En 1919, la unión de este colegio, ‘Nuestra Señora de la Piedad’, con el de ‘Jesús, María y José’, fundado por Luis Pérez Ponce en Villafranca en 1712, da lugar al nacimiento de una única congregación: las Hermanas del Patrocinio de María.
Una vida de santidad
Por su parte, Salvador Valera Parra, también conocido como el ‘Cura Valera’, es recordado en su pueblo natal, donde ejerció gran parte de su ministerio sacerdotal, como un auténtico santo en vida. Nacido en 1812, era admirado por sus virtudes cristianas y sacerdotales. Llegaron, incluso, a atribuírsele hechos milagrosos, y son innumerables los testimonios de santidad que dan los vecinos del pueblo de este ‘Cura de Ars español’.
Y es que, al como subraya la asociación para la causa de canonización del ‘Cura Valera’, de él se “recuerdan su pobreza sin límites, su eminente caridad, el heroísmo en los días trágicos del cólera morbo que sembró de muerte los campos y aldeas del Almanzora en 1885, y en los grandes terremotos que asolaron la comarca en 1863, su devoción filial a la Virgen del Río. Y recuerdan sobre todo, el espíritu ardiente y sobrenatural, las apostólicas palabras y las prolongadas horas de oración y penitencia”.