Es mujer y experta en multilateralismo. Francesca Di Giovanni ocupa un cargo destacado en la Secretaría de Estado de la Santa Sede. Desde hace varios meses, su nombre es bien conocido más allá de los muros vaticanos. Subsecretaria del Sector Multilateral de la Sección para las Relaciones con los Estados, es una de las cuatro mujeres que menciona el Papa en su libro, Soñemos juntos, cuando explica sus nombramientos femeninos.
Francesca Di Giovanni lo vive con gran sencillez: “Mi nombramiento el 15 de enero de 2020 por parte del Santo Padre me sorprendió porque hasta ahora no había habido una subsecretaria en la Secretaría de Estado, mientras que en otros departamentos sí la había. La Secretaría de Estado es una oficina al servicio directo del Santo Padre que se ocupa de cuestiones muy complejas y delicadas. Generalmente, el cargo lo desempeñaba un prelado con un rol diplomático. Sin duda, es algo nuevo, aunque yo he no he dejado de trabajar desde el nombramiento en esta Sección en la que estoy desde hace 27 años. Lo único que ha cambiado es mi papel”.
PREGUNTA.- En su opinión, ¿este nombramiento ha sido un reconocimiento a la aportación profesional de las mujeres en el Vaticano? Se habla de un paso adelante sin precedentes.
RESPUESTA.- Sí, creo que esto es señal de la gran atención del Santo Padre al papel de la mujer en general y, por tanto, de una mayor atención a la contribución que las mujeres pueden hacer también en el Vaticano y otros ámbitos donde opera la Iglesia.
Desde hace algún tiempo ya hay mujeres que son delegadas en negociaciones en nombre de la Santa Sede, o que son consultadas por su específica preparación profesional o científica. Claro está que, desde que entré en la Secretaría de Estado, han cambiado muchas cosas y poco a poco la presencia de mujeres se ha vuelto más numerosa.
P.- Cuando se habla de la necesidad de dar más espacio a las mujeres, Francisco asegura que no se trata de una cuestión “funcional”, de cargos. ¿Se entiende lo que quiere decir el Papa?, ¿cómo lo ve usted?
R.- Me parece que su intención no es relegar a la mujer a un papel subordinado, sino reconocer que hay diferentes tareas en la Iglesia. Cuando se trata de incorporar a las mujeres con la toma de decisiones, no cabe duda. Lógicamente, creo que esta voluntad del Santo Padre requiere de tiempo para materializarse por completo.
Asimismo, necesita un mayor conocimiento de aquello que cada uno puede aportar y precisa, por supuesto, de paciencia. Cuando hablamos de trabajo en las instituciones de la Iglesia, y quizás más aún en el Vaticano, no nos referimos solo a competencias profesionales particulares, sino que presuponemos que se conocen y comparten los aspectos doctrinales y éticos de la Iglesia y un deseo y un compromiso concreto de plasmar estos altos principios en “cordial y coral” trabajo diario.
Los expertos, teólogos y juristas, como también ha pedido el Santo Padre, estudiarán, –espero que no se demoren demasiado–, los roles que pueden desempeñar las mujeres dentro de las estructuras de la Iglesia. En el fondo, me parece que todos deberíamos preguntarnos por las tareas de responsabilidad dentro de la Iglesia que son siempre tareas de servicio para el Reino de Dios y para los hermanos. Por un lado, queremos evitar el clericalismo y, por otro, no debemos caer en una mala copia de clericalismo en femenino.
P.- ¿Podemos decir que “valorar lo femenino es parte de una visión más amplia del pueblo de Dios, donde el centro es el bautismo común”?
Estamos en este proceso. Todavía quedan muchas riquezas del Concilio Vaticano II que debemos poner en práctica, muchas indicaciones. Creo que una responsabilidad en un sector u otro está más ligada a la tarea por desarrollar que al hecho de ser hombre o mujer.
P.- Usted se ocupa del sector multilateral, una prioridad para la Santa Sede. En este campo, ¿ser mujer es un valor añadido?, ¿existe una forma “femenina” de afrontar las negociaciones, los enfrentamientos o la búsqueda de soluciones?
R.- En primer lugar, hoy se dice que el multilateralismo está en crisis. Incluso la propia funcionalidad del multilateralismo viene cuestionada por las sombras de un mundo cerrado, en nacionalismos e intereses egoístas que han surgido especialmente en los últimos tiempos.
Por otro lado, casi todo el mundo es consciente de que el multilateralismo tiene una función esencial. En este contexto, el papel de la Santa Sede es importante dentro de la comunidad de naciones y en los organismos internacionales donde promueve relaciones pacíficas y justas entre los estados, tanto en lo que respecta a las relaciones entre los estados como a otros grandes temas.
Respondiendo a su pregunta, aunque no se pueda generalizar, una mujer puede tener ciertas aptitudes para encontrar puntos comunes con el fin de remendar relaciones o, por ejemplo, para intuir caminos de diálogo o para distinguir dónde intervenir y buscar la unidad con la creatividad e ¡incluso con mayor terquedad!
P.- ¿Tiene la impresión de que en la Curia romana todavía cuesta que se acepten las ideas de las mujeres?, ¿está cambiando la mentalidad o todavía tardará?
R.- Creo que la capacidad de quienes en el Vaticano tienen la responsabilidad de escuchar a las mujeres, y no solo a ellas, depende de muchos factores, como la formación de los sacerdotes. En lo que a mí respecta, siempre he encontrado una gran apertura. Puede haber otras experiencias, no lo cuestiono. En estos casos se podrían obtener resultados simplemente con una colaboración abierta y competente.
P.- ¿Cuál es su campo de actuación más importante, sus preocupaciones fundamentales en este momento histórico concreto?
R.- Muchos temas que se siguen en el contexto del multilateralismo están realmente vinculados entre sí. Si pensamos, por ejemplo, en la pandemia, también debemos pensar en el aumento de la pobreza o la escasez de alimentos. O, si pensamos en la explotación de materias primas y el medio natural, podemos pensar, al mismo tiempo, en la corrupción o la violación de los derechos humanos.
Este año, los Estados se enfrentan a decisiones muy importantes para la supervivencia misma de la vida humana en el planeta debido al cambio climático. En noviembre se celebrará la COP 26 sobre la que la Santa Sede está trabajando de forma rigurosa. Hay cuestiones muy delicadas que deben definirse en cuanto al desarme nuclear. El Papa Francisco, como recuerda en la encíclica Fratelli Tutti, ve a la Humanidad como una familia que se protege y se salva si está unida.
P.- La pandemia ha acentuado la violencia contra las mujeres, sobre todo, en el ámbito familiar. ¿Entre sus competencias profesionales está la lucha por la dignidad de las mujeres?
R.- Es un compromiso que hemos asumido con gran determinación con el fin de que se reconozca el pleno respeto a sus derechos y dignidad. Vivimos en una sociedad en la que se pide con razón la igualdad de derechos con los hombres, el acceso al progreso, al conocimiento, al trabajo… pero, por otro lado, se proponen modelos de absoluto desprecio a la dignidad de la mujer.
A veces la gente se burla de quienes eligen libremente la maternidad y la familia frente a lo que resultaría atractivo desde el punto de vista profesional. A otras mujeres con capacidad profesional se les impide alcanzar un cierto nivel laboral o una compensación adecuada.
Aquí quiero recordar el inmenso y buen trabajo de muchas religiosas en todas partes del mundo para ayudar a las mujeres que son abusadas, esclavizadas o forzadas a prostituirse. Lo hacen muchas veces en silencio y con un gran riesgo personal. Hay que considerar también todo el trabajo que la Iglesia hace por la educación y la formación, herramientas importantes para combatir la violencia y el abuso.
P.- ¿Cuál es su esperanza ante la situación actual?
R.- Me gustó mucho la encíclica Fratelli tutti. El Papa nos pone ante nosotros una hermosa meta, esta hermandad universal que lógicamente incluye a mujeres y hombres, ¡San Francisco no excluyó a nadie! Es un compromiso que comienza en la vida cotidiana, desde las relaciones que entablamos hasta el compromiso profesional o el compromiso social que adoptamos.
Lógicamente, en la situación actual no es fácil, no podemos ser ingenuos, pero tenemos un objetivo y una gran esperanza de la que también somos responsables.
Y tengo fe en que, si cada uno procuramos hacer nuestra pequeña parte y dejamos que Él haga el resto, Dios hará el resto.
*Entrevista original publicada en el número de marzo de 2021 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva