A 41 años del martirio del primer santo salvadoreño, su amigo y discípulo comparte con Vida Nueva sus más significativas citas
El cardenal Gregorio Rosa Chávez, amigo y discípulo de San Oscar Arnulfo Romero, ha compartido con Vida Nueva tres citas de las homilías y diario del mártir salvadoreño, que este 24 de marzo se conmemoran 41 años de su martirio.
Si bien San Romero fue un hombre taciturno, cuando se trataba de los derechos de los más vulnerables se convertía –dice el cardenal–en el profeta de fuego que todos conocemos. Un hombre adelantado a su tiempo, pues muchos de sus gestos son estandarte del pontificado del papa Francisco.
Para explicar la fuerza y energía de sus intervenciones, el purpurado recurre a este extracto de la Homilía 20 de agosto de 1978:
“Para que vean cuál es mi oficio y cómo lo estoy cumpliendo: estudio la palabra de Dios que se va a leer el domingo, miro a mi alrededor, a mi pueblo, lo ilumino con esta palabra y saco una síntesis para podérsela transmitir, y hacerlo -a este pueblo- luz del mundo, para que se deje guiar por los criterios, no de las idolatrías de la tierra.
Y por eso, naturalmente, que los ídolos de la tierra sienten un estorbo en esta palabra y les interesaría mucho que la destituyeran, que la callaran, que la mataran. Suceda lo que Dios quiera, pero su palabra -decía san Pablo- no está amarrada. Habrá profetas, sacerdotes o laicos, -ya los hay abundantemente- que van comprendiendo lo que Dios quiere por su palabra y para nuestro pueblo”.
Sobre el origen de las predicaciones de San Romero, el cardenal Rosa Chávez apela a Su Diario, 27 de septiembre de 1979, en el que “nos cuenta cómo toda su vida trató de dejarse conducir por el Espíritu Santo”.
Así consta en el diálogo con unos expertos en comunicación social que le expresan su admiración por la Iglesia que él preside y por su palabra: “El interés de ellos era conocerme y preguntarme algo sobre lo que ellos admiraron, dicen, en la misa del domingo: la comunicación con el auditorio. «Uno, a veces», les dije, «no se da cuenta de esos aspectos técnicos que ustedes conocen, pero sabe que la gracia del Espíritu Santo lleva a su Iglesia y hace fecunda su Palabra.
A eso atribuyo yo todo el éxito que ustedes creen haber encontrado en esa homilía, lo mismo que en todo mi trabajo pastoral. Confío en el Espíritu Santo y trato de ser instrumento de él, amar al pueblo y servirle sinceramente desde el Evangelio”.
En sus encuentros con los campesinos, hay una huella que quedó en el corazón de Romero, de ellos aprendió mucho, por eso el cardenal hace alusión a la Homilía 8 de julio de 1979 cuando afirma: “El Espíritu de Cristo nos ha ungido desde el día de nuestro bautismo y formamos entonces un pueblo que no se puede equivocar en creer”.
¡Qué consuelo me da esto, hermanos! Ustedes no se equivocan cuando escuchan a su obispo y cuando acuden, con una constancia que a mí me emociona, a la catedral a escuchar mi pobre palabra.
Y no hay un rechazo, sino al contrario, siento que se acrecienta más en el corazón del pueblo la credibilidad a la palabra de su obispo. Siento que el pueblo es mi profeta”.
Foto: Vatican News