Según varios expertos, el Covid-19 puede vaciar aún más las iglesias y dejar una “generación perdida”
AME3609. BUENOS AIRES (ARGENTINA), 20/07/2020.- Fieles regresan a las iglesias este lunes en Buenos Aires (Argentina). La ciudad de Buenos Aires y su populosa área metropolitana (AMBA), junto a otras localidades con alta circulación de coronavirus, entraron este lunes en una etapa de la cuarentena más flexible, que contempla la apertura progresiva de actividades comerciales y habilita las salidas recreativas, todo sujeto a protocolos. Esta nueva fase, que el presidente Alberto Fernández adelantó el pasado viernes, se prologará desde hoy hasta el 2 de agosto, y llega en un momento en el que el número de contagios diarios se encuentra en su momento más alto - en las últimas 24 horas se registraron 4.231 positivos, el 91,6 % en el AMBA-, y el total de casos asciende a 126.755, de los cuales 2.281 fallecieron. EFE/ Juan Ignacio Roncoroni
Si la asistencia de los fieles católicos llevaba décadas descendiendo en Estados Unidos, la pandemia de Covid-19 ha asestado un duro golpe a la práctica religiosa que, según varios expertos consultados por la agencia norteamericana CNS, puede tener unas importantes consecuencias.
Según Matthew F. Manion, director de la facultad del Centro para la Gestión de la Iglesia en la Universidad de Villanova, la Iglesia, tras el paso del coronavirus y las muchas medidas sanitarias que han alejado a la comunidad de los templos, necesitará “una reestructuración radical de la vida parroquial” en muchas partes del país.
Una visión en la que coincide con Timothy P. O’Malley, profesor de teología en el Instituto McGrath para la Vida de la Iglesia en la Universidad de Notre Dame: “Por lo que estoy viendo, la pandemia acelera procesos que ya estaban sucediendo”. De este modo, “la crisis que vamos a experimentar en las parroquias” dejará la sensación de “una especie de generación perdida”.
Para O’Malley, se palpa cómo quienes asistían a las celebraciones más por costumbre que por devoción, una vez que se han mantenido un tiempo alejados de los templos, ya no han vuelto una vez que estos reabrieron.
Hasta el punto de que, apoyándose en datos del Centro para la Gestión de la Iglesia, Manion apunta que se estimaba que “la asistencia a las iglesias en 2030 sería la mitad de lo que había sido en 2010”. Ahora, tras la pandemia, “esto podría no será en 2030, sino que podría darse en 2022 o 2023″.
La situación es tal que, para el experto de la Universidad de Villanova, “tenemos una infraestructura para una Iglesia que ya no existe y que no se puede mantener en muchos casos”. De ahí que, más por necesidad que por ímpetu reformador, “se tendrán que fusionar parroquias y cerrar otras”.
Con todo, esta situación no tiene por qué ser del todo descorazonadora. Y es que, como recalca Massimo Faggioli, compañero de Manion en la Universidad de Villanova como profesor de teología histórica, “una Iglesia más pequeña y humilde no es necesariamente un mal resultado para este momento en la historia de la Iglesia católica”.
Así, para Faggioli, los fieles serán menos, pero más auténticos y con una mayor “oportunidad de enriquecer su fe en el Evangelio, encontrar nuevas formas de adorar y, en última instancia, emplear mejores métodos de evangelización para ayudar a que sus parroquias prosperen”.
Algo que, para O’Malley, requerirá de “un nuevo enfoque de la formación”. Un reto en el que hay que implicar a “laicos que estén capacitados teológica y espiritualmente para hacer este tipo de servicio dentro de la parroquia, hablar con sus vecinos y participar en conversaciones”.
“Simplemente –remacha O’Malley–, no podemos suponer una especie de modelo en el que el sacerdote permanece en la parroquia, enseña y dirige la catequesis. Va a requerir una renovación de la vida católica laica”.