Hasta la irrupción del coronavirus, el Papa había instaurado una costumbre para el Jueves Santo. Dejaba a un lado las celebraciones vaticanas para conmemorar la Cena del Señor en una cárcel. En este marco, lavaba los pies a los presidiarios, rememorando el gesto de servicio que mostró Jesús con sus discípulos. El confinamiento de 2020 impidió que Francisco saliera de los muros vaticanos. En este 2021, el aumento de contagios en Italia también obligó a desestimar la visita a una prisión.
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Sin embargo, el hecho de que, en la agenda del Papa para esta Semana Santa, Francisco no presidiera una eucaristía tan relevante como la del Jueves Santo, llevaba a pensar que bajo la manga guardaría un plan oculto. Hubo quién pensó que la ciática había frenado de nuevo la actividad papal y que, con la Misa Crismal matutina, el Pontífice tendrá suficiente. En tal caso, resultaría extraño que el Sucesor de Pedro primara esa celebración que puede postponerse a otro día o fecha y prescindiera de la celebración principal del Día del Amor Fraterno.
Cita tras la ‘vendetta’
Pues sí. Francisco tenía otra cita sorpresa e inimaginable: celebrar la Cena del Señor con el cardenal Angelo Becciu, el primer purpurado de la historia de la Iglesia al que se destituyó de sus funciones bajo la sombra de la malversación. Sucedió el pasado mes de septiembre y la controversia generada fue tal que el propio Becciu dejó caer que era víctima de una “vendetta”.
En torno a las cinco y media, el Papa se desplazaba hasta el apartamento del curial defenestrado para compartir con él esa misa en la que Jesús se sienta con sus discípulos, la noche en la que se reunió con sus íntimos e instituyó la eucaristía. Francisco no compartió capilla con un grupo de reos ajusticiados por un tribunal civil por delitos varios que conllevaban varios años de prisión. Pero sí lo hacía con un cardenal que cumple condena por una sentencia firmada por el Papa Francisco tras una investigación interna realizada por la Santa Sede.
Posibles intepretaciones
Sin más datos hasta ahora del porqué de este gesto del Papa, se multiplican las preguntas y las posibles interpretaciones. ¿Es un gesto de petición de perdón y arrepentimiento de Francisco a Becciu por su cese o por la manera en la que se produjo? ¿O es un gesto de redención del Pontífice a un purpurado pecador al que el Buen Pastor sigue acogiendo como uno más de su rebaño?
Sea cual sea la motivación, otra interrogante sobrevuela. ¿Le habrá lavado los pies Francisco a Becciu? Lo haya permitido o no la pandemia, el gesto de acercarse hasta su casa es un lavatorio en sí mismo. Como Jesús a sus amigos, incluyendo a Judas. “Vosotros me llamáis ‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”, les dijo en la Última Cena a los suyos el Hijo de Dios. Hoy Francisco y Becciu, compartían esa lectura del Evangelio de Juan que también regalaba a sus oídos otro recado igualmente aplicable a la crisis curial que ambos han protagonizado: “El criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía”.
Así ha sido el Jueves Santo 2021 de Jorge Mario Bergoglio. Ese Papa que se define a sí mismo como pecador y que llama a perdonar a acoger al pecador, pero implacable con el corrupto. Ese Obispo de Roma que sabe que el verdadero poder es el servicio y no duda ponerse a los pies de un reo, de un líder de Sudán del Sur. O de un cardenal. Amar hasta el extremo. Misericordiar sin límite. Sea cual sea la caída, el pecado o la traición.