Tras el paréntesis del año pasado, el papa Francisco, junto con una representación del consejo presbiteral de la diócesis de Roma, así con diferentes fieles, ha presidido esta mañana de Jueves Santo la Misa Crismal en la Basílica de San Pedro. Los sacerdotes, durante las celebración, han renovado sus promesas sacerdotales y el pontífice ha consagrado el crisma y bendecido los Santos Óleos como marca la tradición. Debido a la reducción del aforo la eucaristía se ha celebrado en el altar de la Cátedra de san Pedro y se ha simplificado la procesión con los óleos, estando las ánforas con estos situadas frente al altar desde el inicio de la celebración.
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Trigo y cizaña
En la homilía, Francisco destacó que “la persecución y la Cruz están ligadas al anuncio del Evangelio la hora del anuncio gozoso y la hora de la persecución y de la Cruz van juntas”. A partir de las lecturas –Jesús en la sinagoga de Nazaret y las reacciones de los suyos–, el Papa aclaró que “desenmascaró la lógica maligna que se escondía debajo del disfraz de un simple chisme pueblerino”. “La palabra de Jesús tiene el poder de sacar a la luz lo que cada uno tiene en su corazón, que suele estar mezclado, como el trigo y la cizaña. Y esto provoca lucha espiritual”, prosiguió.
Ante el rechazo de su pueblo, que incluso “intenta acabar con su vida”, recordó que “el anuncio del Evangelio siempre está ligado al abrazo de alguna Cruz concreta”. Y es que, para el pontífice, “la luz mansa de la Palabra genera claridad en los corazones bien dispuestos y confusión y rechazo en los que no lo están”. “La ternura del padre misericordioso atrae irresistiblemente al hijo pródigo para que regrese a casa, pero también suscita la indignación y el resentimiento del hijo mayor”, comparó. “La cercanía de Jesús que va a comer con los pecadores gana corazones como el de Zaqueo, el de Mateo, el de la Samaritana…, pero también despierta sentimientos de desprecio en los que se creen justos”, enumeró entre otros ejemplos del evangelio.
Una vida marcada por la Cruz
Hablando directamente a los sacerdotes, Francisco señaló que “nos causa estupor comprobar que la Cruz está presente en la vida del Señor al inicio de su ministerio e incluso desde antes de su nacimiento”. “Nos lleva a comprender que la Cruz no es un suceso a posteriori, ocasional, producto de una coyuntura en la vida del Señor. Es verdad que todos los crucificadores de la historia hacen aparecer la Cruz como si fuera un daño colateral, pero no es así: la Cruz no depende de las circunstancias –ni la gran Cruz de la humanidad ni, por decir, las pequeñas nuestras de cada día–”, destacó. “Si lo circunstancial afectara el poder salvador de la Cruz, el Señor no habría abrazado todo. Pero cuando fue su hora, Él abrazó la Cruz entera. ¡Porque en la Cruz no hay ambigüedad! La Cruz no se negocia”, sentenció.
“Es verdad que hay algo de la Cruz que es parte integral de nuestra condición humana, del límite y de la fragilidad. Pero también es verdad que hay algo, que sucede en la Cruz, que no es inherente a nuestra fragilidad, sino que es la mordedura de la serpiente, la cual, al ver al crucificado inerme, lo muerde, y pretende envenenar y desmentir toda su obra. Mordedura que busca escandalizar, inmovilizar y volver estéril e insignificante todo servicio y sacrificio de amor por los demás. Es el veneno del maligno que sigue insistiendo: sálvate a ti mismo”, prosiguió Bergoglio.
Para el Papa “hay cruz en el anuncio del Evangelio, es verdad, pero es una Cruz que salva. Pacificada con la Sangre de Jesús, es una Cruz con la fuerza de la victoria de Cristo que vence el mal, que nos libra del Maligno”. “Abrazarla con Jesús y como Él, ‘desde antes’ de salir a predicar, nos permite discernir y rechazar el veneno del escándalo con que el demonio nos querrá envenenar cuando inesperadamente sobrevenga una cruz en nuestra vida”, recomendó el pontífice.
El modo de obrar de Dios
El anuncio de Jesús, advirtió el Papa, “no resonaba puro, sino en medio de los gritos y amenazas de los que no querían oír su Palabra”. “Nosotros no nos escandalizamos porque no se escandalizó Jesús al tener que sanar enfermos y liberar prisioneros en medio de las discusiones y controversias moralistas, leguleyas, clericales que se suscitaban cada vez que hacía el bien”, añadió. “Nosotros no nos escandalizamos porque no se escandalizó Jesús al tener que dar la vista a los ciegos en medio de gente que cerraba los ojos para no ver o miraba para otro lado”, reclamó. “No nos escandalizamos porque el anuncio del Evangelio no recibe su eficacia de nuestras palabras elocuentes, sino de la fuerza de la Cruz”, añadió.
Francisco concluyó con una anécdota en la que pide a una religiosa: “Hermana, como penitencia rece por mí, porque necesito una gracia. Si usted la pide al Señor, seguro que me la dará”. Ella contesta: “Seguro que el Señor le dará la gracia, pero no se equivoque: se la dará a su modo divino”. “Esto me hizo mucho bien: sentir que el Señor nos da siempre lo que pedimos, pero lo hace a su modo divino. Este modo implica la cruz. No por masoquismo, sino por amor, por amor hasta el final”, concluyó.