Con la basílica vaticana en penumbra y un pequeño fuego en un brasero junto al Altar de la Confesión –el de las grandes celebraciones–, así ha comenzado la Vigilia Pascual de 2021 que el papa Francisco ha presidido (con las preceptivas limitaciones) a las 19.30 h. de este 3 de abril. El pontífice procedió al encendido del cirio en una liturgia en la que se han simplificado textos y lecturas y en los que no ha habido catecúmenos que reciban los sacramentos de la iniciación cristiana.
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Aunque no han faltado las velas de los fieles, el canto del pregón pascual o las campanas en el gloria, la liturgia bautismal en esta ocasión se ha centrado en la renovación de las promesas realizadas durante este sacramento. Además, se ha omitido la procesión de ofrendas y las lecturas de la historia de la salvación se han reducido al mínimo obligatorio. No ha faltado, sin embargo, la solemnidad de tan destacada celebración ya sea en la selección musical o en el empeño de los fieles participantes. En la basílica de San Pedro han estado unos 200 fieles, han concelebrado 34 cardenales y 5 obispos. También han participado representantes de la Iglesia Armenia y del Patriarcado Ortodoxo Copto.
Empezar de nuevo
En la homilía Francisco ha destacado el mandato de “ir a Galilea” frente al “desconcierto” de las mujeres que se convierte en “miedo mezclado con alegría lo que sorprende sus corazones cuando ven la gran piedra del sepulcro removida y dentro un joven con una túnica blanca”. “Ir a Galilea significa, ante todo, empezar de nuevo”, destacó, recordando que “para los discípulos fue regresar al lugar donde el Señor los buscó por primera vez y los llamó a seguirlo. Es el lugar del primer encuentro y del primer amor”.
Unos discípulos, prosiguió el Papa que “aunque estaban siempre con Él, no lo entendieron del todo, muchas veces malinterpretaron sus palabras y ante la cruz huyeron, dejándolo solo”. Aún así el “Resucitado les dice: ‘Volvamos a comenzar desde donde habíamos empezado. Empecemos de nuevo. Los quiero de nuevo conmigo, a pesar y más allá de todos los fracasos’. En esta Galilea experimentamos el asombro que produce el amor infinito del Señor, que traza senderos nuevos dentro de los caminos de nuestras derrotas”.
“Siempre es posible volver a empezar, porque existe una vida nueva que Dios es capaz de reiniciar en nosotros más allá de todos nuestros fracasos”, afirmó Bergoglio. “Incluso de los escombros de nuestro corazón Dios puede construir una obra de arte, aun de los restos arruinados de nuestra humanidad Dios prepara una nueva historia. Él nos precede siempre: en la cruz del sufrimiento, de la desolación y de la muerte, así como en la gloria de una vida que resurge, de una historia que cambia, de una esperanza que renace. Y en estos meses oscuros de pandemia oímos al Señor resucitado que nos invita a empezar de nuevo, a no perder nunca la esperanza”, sentenció.
Superar la fe de la infancia
La Pascua, prosiguió Francisco, “significa recorrer nuevos caminos. Es moverse en la dirección opuesta al sepulcro”. Frente a las mujeres que “van a refugiarse en su tristeza” al ir a preparar la tumba; el Papa instó a despegarse de esa “imagen de una fe que se ha convertido en conmemoración de un hecho hermoso pero terminado, sólo para recordar”.
“Muchos viven la “fe de los recuerdos”, como si Jesús fuera un personaje del pasado, un amigo de la juventud ya lejano, un hecho ocurrido hace mucho tiempo, cuando de niño asistía al catecismo”, lamentó. Sin embargo, apeló, hay que “aprender que la fe, para que esté viva, debe ponerse de nuevo en camino. Debe reavivar cada día el comienzo del viaje, el asombro del primer encuentro. Y después confiar, sin la presunción de saberlo ya todo, sino con la humildad de quien se deja sorprender por los caminos de Dios”. “Jesús no es un personaje obsoleto. Él está vivo, aquí y ahora. Camina contigo cada día, en la situación que te toca vivir, en la prueba que estás atravesando, en los sueños que llevas dentro”, reclamó el Papa pidiendo a los fieles abrirse a la novedad, a dejarse sorprender.
En los confines de la vida cotidiana
Finalmente Francisco invitó a “ir a los confines”, como en los que “Jesús comenzó su misión, dirigiendo su anuncio a los que bregan por la vida de cada día, a los excluidos, a los frágiles, a los pobres, para ser rostro y presencia de Dios, que busca incansablemente a quien está desanimado o perdido, que se desplaza hasta los mismos límites de la existencia porque a sus ojos nadie es último, nadie está excluido”.
“Es allí donde el Resucitado pide a sus seguidores que vayan, también hoy. Es el lugar de la vida cotidiana, son las calles que recorremos cada día, los rincones de nuestras ciudades donde el Señor nos precede y se hace presente, precisamente en la vida de los que pasan a nuestro lado y comparten con nosotros el tiempo, el hogar, el trabajo, las dificultades y las esperanzas”, expresó.
El Resucitado, añadió “ha establecido su presencia en el corazón del mundo y nos invita también a nosotros a sobrepasar las barreras, a superar los prejuicios, a acercarnos a quienes están junto a nosotros cada día, para redescubrir la gracia de la cotidianidad. Reconozcámoslo presente en nuestras Galileas, en la vida de todos los días. Con Él, la vida cambiará. Porque más allá de toda derrota, maldad y violencia, más allá de todo sufrimiento y más allá de la muerte, el Resucitado vive y gobierna la historia”, concluyó.