Vida Nueva repasa los momentos imprescindibles de las celebraciones litúrgicas presididas por el Pontífice en esta Semana Santa de 2021
Las restricciones sanitarias por el coronavirus han marcado nuevamente la Semana Santa. El papa Francisco, un año más, ha presidido los actos centrales en el Vaticano. Allí ha recuperado la Misa crismal, ha rezado el Via Crucis en la Plaza de San Pedro o ha impartido la bendición ‘Urbi et Orbi’ desde la basílica. Vida Nueva repasa los momentos imprescindibles de las celebraciones litúrgicas desde el Domingo de Ramos hasta la celebración de la Pascua en esta Semana Santa de 2021.
El Altar de la Cátedra, en la basílica de San Pedro en el Vaticano, ha sido –un año más– el lugar donde el papa Francisco ha presido las principales celebraciones litúrgicas de esta Semana Santa. Un tiempo que se ha abierto con la misa del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, en la que han acompañado (presencialmente) al pontífice algunos cardenales, los superiores de la Secretaría de Estado y “una participación limitada de los fieles”, según la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas.
La celebración incluyó la bendición de los ramos junto al altar mayor de cara a la nave central de la basílica, la proclamación del relato de la pasión según san Marcos y un recuerdo hacia los jóvenes en las peticiones –aunque el papa Francisco ha desplazado a la fiesta de Cristo Rey las jornadas diocesanas de la juventud–. El aforo de la basílica, previsto para unas 20.000 personas, fue de 120 fieles ante el altar diseñado por Bernini.
“La gente espera para la Pascua al libertador poderoso, pero Jesús viene para cumplir la Pascua con su sacrificio”, comentó Francisco en su homilía. “¿Qué le sucedió a aquella gente, que en pocos días pasó de aclamar con hosannas a Jesús a gritar “crucifícalo”? En realidad, aquellas personas seguían más una imagen del Mesías, que al Mesías real. ‘Admiraban’ a Jesús, pero no estaban dispuestas a dejarse ‘sorprender’ por Él”, apuntó el Papa en la homilía.
“Con la gracia del estupor entendemos que, acogiendo a quien es descartado, acercándonos a quien es humillado por la vida, amamos a Jesús. Porque Él está allí, en los últimos, en los rechazados, en aquellos que nuestra cultura farisaica condena”, reclamó Francisco.
Tras el paréntesis del año pasado, el papa Francisco, junto con una representación del consejo presbiteral de la diócesis de Roma, así con diferentes fieles, ha presidido la Misa Crismal en la Basílica de San Pedro. Los sacerdotes han renovado sus promesas sacerdotales y el pontífice ha consagrado el crisma y bendecido los Santos Óleos como marca la tradición.
Hablando directamente a los sacerdotes, Francisco señaló que “nos causa estupor comprobar que la Cruz está presente en la vida del Señor al inicio de su ministerio e incluso desde antes de su nacimiento”. “Nos lleva a comprender que la Cruz no es un suceso a posteriori, ocasional, producto de una coyuntura en la vida del Señor. Es verdad que todos los crucificadores de la historia hacen aparecer la Cruz como si fuera un daño colateral, pero no es así: la Cruz no depende de las circunstancias –ni la gran Cruz de la humanidad ni, por decir, las pequeñas nuestras de cada día–”, destacó. “Si lo circunstancial afectara el poder salvador de la Cruz, el Señor no habría abrazado todo. Pero cuando fue su hora, Él abrazó la Cruz entera. ¡Porque en la Cruz no hay ambigüedad! La Cruz no se negocia”, sentenció.
Para el Papa “hay cruz en el anuncio del Evangelio, es verdad, pero es una Cruz que salva. Pacificada con la Sangre de Jesús, es una Cruz con la fuerza de la victoria de Cristo que vence el mal, que nos libra del Maligno”. “Abrazarla con Jesús y como Él, ‘desde antes’ de salir a predicar, nos permite discernir y rechazar el veneno del escándalo con que el demonio nos querrá envenenar cuando inesperadamente sobrevenga una cruz en nuestra vida”, recomendó el pontífice.
Francisco, que habitualmente celebra la misa de la Cena del Señor de forma privada rodeado de personas vulnerables como son los encarcelados, sorprendió al celebrar la Cena del Señor con el cardenal Angelo Becciu, el primer purpurado de la historia de la Iglesia al que se destituyó de sus funciones bajo la sombra de la malversación el pasado mes de septiembre.
Tras visitar durante la mañana el centro de vacunación instalado en el Aula Pablo VI para 1.200 personas necesitadas, el papa Francisco presidió los oficios del Viernes Santo en la basílica vaticana. Una celebración que comenzó con la postración en tierra del pontífice y que contó, un año más, con una oración especial “por todos aquellos que sufren las consecuencias de la pandemia actual”.
En su homilía, el el predicador de la Casa Pontificia Rainiero Cantalamessa denunció que la división mayor entre los cristianos no se produce por los dogmas sino por “la opción política, cuando toma ventaja sobre la religiosa y eclesial y defiende una ideología, olvidando del todo el sentido y el deber dela obediencia en la Iglesia”. Por ello, hizo un llamamiento a “aprender del Evangelio y del ejemplo de Jesús” y recordó a los obispos “que deben ser pastores de todo el rebaño, no de una sola parte de él”, por ello “son los primeros en tener que hacer un examen serio de conciencia y preguntarse a dónde están llevando a su rebaño: si a su lado, o al lado de Jesús”.
El Via Crucis, por segundo año consecutivo, ha vuelto a la Plaza de San Pedro y Francisco lo ha vivido abrazado a la cruz en la última estación compartiendo y rezando ante la autenticidad de los testimonios presentados por unos niños. Una autenticidad que se ha mostrado en las meditaciones directas, en primera persona, que han propuesto los componentes del Grupo Scout Agesci Foligno I de los valles franciscanos en la Umbría italiana. Y junto a ellos los catequizandos de la parroquia romana de los Santos Mártires de Uganda, la experiencia romana más elocuente de catequesis para y con personas con discapacidad.
Los jóvenes autores de las meditaciones han comenzado el Via crucis con una actualización del “Jesusito de mi vida”, afirmando que “también nosotros los niños tenemos cruces, que no son ni más livianas ni más pesadas que las de los grandes, pero que son verdaderas cruces, que sentimos pesadas también de noche”. Frente a la oscuridad ha pedido no temer la soledad, los miedos paralizantes, el rechazo o la necesidades. Así, los pequeños han relatado casos de acoso, la muerte de un abuelo por el coronavirus o la soledad de la pandemia.
Con la basílica vaticana en penumbra y un pequeño fuego en un brasero junto al Altar de la Confesión ha comenzado la Vigilia Pascual de 2021 que el papa Francisco ha presidido (con las preceptivas limitaciones) a las 19.30 h. de este 3 de abril. El pontífice procedió al encendido del cirio en una liturgia en la que se han simplificado textos y lecturas y en los que no ha habido catecúmenos que reciban los sacramentos de la iniciación cristiana.
No ha faltado, sin embargo, la solemnidad de tan destacada celebración ya sea en la selección musical o en el empeño de los fieles participantes. En la basílica de San Pedro han estado unos 200 fieles, han concelebrado 34 cardenales y 5 obispos. También han participado representantes de la Iglesia Armenia y del Patriarcado Ortodoxo Copto.
En la homilía Francisco ha destacado el mandato de “ir a Galilea” frente al “desconcierto” de las mujeres que se convierte en “miedo mezclado con alegría lo que sorprende sus corazones cuando ven la gran piedra del sepulcro removida y dentro un joven con una túnica blanca”. Hay que “aprender que la fe, para que esté viva, debe ponerse de nuevo en camino. Debe reavivar cada día el comienzo del viaje, el asombro del primer encuentro. Y después confiar, sin la presunción de saberlo ya todo, sino con la humildad de quien se deja sorprender por los caminos de Dios”.
El Resucitado, añadió “ha establecido su presencia en el corazón del mundo y nos invita también a nosotros a sobrepasar las barreras, a superar los prejuicios, a acercarnos a quienes están junto a nosotros cada día, para redescubrir la gracia de la cotidianidad. Reconozcámoslo presente en nuestras Galileas, en la vida de todos los días. Con Él, la vida cambiará. Porque más allá de toda derrota, maldad y violencia, más allá de todo sufrimiento y más allá de la muerte, el Resucitado vive y gobierna la historia”, concluyó.
Poco antes de las 10 de la mañana comenzó la celebración de la eucaristía del día de Pascua presidida por el papa Francisco en la basílica Vaticana. En esta ocasión, además de la simplificación litúrgica y el restringido aforo, se ha recatada nuevamente el rito del ‘Resurrexit’. Un gesto en el que, al comienzo de la celebración, los diáconos abrían las portezuelas de un icono bizantino de la Resurrección. Este símbolo recuerda a Pedro como primer testigo de la Resurrección y por eso se repite ante el Papa, sucesor del príncipe de los apóstoles.
Además, el papa Francisco ha mantenido este año la práctica habitual de no realizar la homilía en la misa, el discurso principal de la jornada queda para la bendición ‘Urbi et Orbi’, la más solemne de los pontífices. Al final de la celebración, el Papa agradeció la labor del cardenal Angelo Comastri como arcipreste de la basílica durante los últimos años y dio la bienvenida oficial al cardenal Mauro Gambetti, franciscano conventual, que asume el cargo.
El papa Francisco ha dirigido su bendición “Urbi et Orbi” desde el mismo altar de la Cátedra de la basílica Vaticana mientras la Plaza de San Pedo permanecía vacía. En su mensaje ha querido destacar que “el anuncio de la Pascua no muestra un espejismo, no revela una fórmula mágica ni indica una vía de escape frente a la difícil situación que estamos atravesando”. Para el Papa “la pandemia todavía está en pleno curso, la crisis social y económica es muy grave, especialmente para los más pobres; y a pesar de todo —y es escandaloso— los conflictos armados no cesan y los arsenales militares se refuerzan”.
Haití, Myanmar, Siria, Libia, Yemen, diferentes regiones africanas, Oriente Medio… han estado en la mente del pontífice. Además, ha advertido sobre las consecuencias sociales de la pandemia del coronavirus. Francisco denunció la desigualdad de los descartados “en este momento en que todos estamos llamados a combatir la pandemia, y las vacunas son una herramienta esencial en esta lucha. “Por lo tanto, en el espíritu de un ‘internacionalismo de las vacunas’, insto a toda la comunidad internacional a un compromiso común para superar los retrasos en su distribución y para promover su reparto, especialmente en los países más pobres”, reclamó.