“La Pascua es apostar por lo imposible de Dios más que por lo posible de los hombres”. Así lo manifestaba ayer, Domingo de Resurrección, durante su homilía el patriarca latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa. “Creo que la Pascua es esto y sobre todo esto: no cuerpos que volvemos a encontrar sino ojos que se abren”, afirmó. Es, de esta manera, una mirada que es “una nueva forma de ver más que redescubrir las cosas del pasado, las cosas de siempre”.
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
“En este último año”, continuó el Patriarca, “en gran parte del mundo hemos contado sobre todo contagios, enfermos, muertos y probablemente, somos un poco como María Magdalena: tentados a correr hacia atrás, a buscar los cuerpos que hemos perdido, las oportunidades perdidas, las vacaciones postergadas, la vida que parecía escaparnos”. “Todos soñamos con un regreso a la normalidad que, sin embargo, podría ser tanto como querer encontrar un cadáver, un mundo y una vida enferma, marcada por la muerte”, aseveró.
Sin embargo, en el Santo Sepulcro “resuena la misteriosa voz del Resucitado, que orienta nuestra búsqueda y reabre nuestros ojos, haciéndolos capaces de ver en el vacío. Y así, los que queremos redescubrir lo perdido, nos redescubrimos capaces de ver la gran novedad de la Pascua, si escuchamos esa Voz que nos habla de un futuro desconocido pero posible, que no nos envía atrás, sino al Padre y a los hermanos”.
Al encuentro con la vida
Pizzaballa subrayó, asimismo, que “este mundo, cansado, herido, agotado por la pandemia y por tantas situaciones de miedo, muerte y dolor; agotado por demasiadas búsquedas vanas y que encuentra cada vez menos lo que busca, necesita cada vez más una Iglesia con ojos abiertos, desde una mirada de Pascua que sabe ver las huellas de la Vida incluso entre los signos de la muerte”.
Por todo ello, Pizzaballa ha añadido que los cristianos “debemos tener el valor de ser discípulos de lo imposible, capaces de ver el mundo con una mirada redimida por el encuentro con el Resucitado, y creer con la fe sólida de quien ha experimentado el encuentro con la vida. Nada es imposible para quien tiene fe”.