Los miembros de la Comisión de Atención y Prevención de la UISG-USG han enviado un mensaje con motivo del Día Mundial para la Prevención y Sanación del Abuso Sexual Infantil
“Escuchar a las víctimas de abuso sexual nos hace comprender las gravísimas consecuencias de esta horrenda experiencia, sobre todo cuando se trata de personas vulnerables. Basta ya. Es necesario que creemos redes de compromiso y hagamos lo que esté en nuestras manos para proteger a nuestras niñas, niños y adultos vulnerables”. Estas han sido las palabras de Maria Rosaura Gonzalez Casas, religiosa de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, en un vídeo mensaje creado por los miembros de la Comisión de Atención y Prevención de la UISG-USG han enviado un mensaje con motivo del Día Mundial para la Prevención y Sanación del Abuso Sexual Infantil.
“De cada uno de nosotros depende que ellos y ellas puedan crecer y desarrollarse en espacios seguros”, ha aseverado la religiosa. Palabras a las que se suma también Emili Turú, de los Hermanos Maristas, quien ha explicado que “las dos uniones de superiores generales se han unido en un esfuerzo común para que todas las instituciones de la vida religiosa sean espacios seguros para los niños”.
“Desgraciadamente”, ha continuado, “no siempre lo han sido. Pero si en el pasado, y, quizás todavía en el presente, fuimos parte del problema, queremos ser parte activa en la solución de este grave problema social”. Y es que, tal como ha aseverado Turú, “el solo hecho de que exista un día, el 8 de abril, que recuerda la necesidad de la prevención del abuso sexual infantil, nos dice que algo importante no va bien en nuestras sociedades”.
Por este motivo, Turú ha señalado que la Iglesia debería asumir ser ese factor de cambio. “Las instituciones de Iglesia debieran ser no solo lugares donde no ‘se hace daño’ a los niños, sino espacios donde se promueven activamente sus derechos y, sobre todo, donde se les empodera para que puedan defenderse a sí mismos”, ha dicho.
“Hacerse cargo de las personas que han sufrido es un camino largo y complejo. Es un camino pascual”, ha explicado Anna Deodato, religiosa del Instituto Diocesano Auxiliar de Milán. “Son vidas destruidas por el crimen que han sufrido”. Es, además, “una lucha contra el miedo, contra la vergüenza, el dolor y el sentimiento de culpa”, y un camino en el que, quien escucha, “encontramos también nuestra vulnerabilidad, porque, frente a esta herida, todos nos sentimos muy vulnerables”.
En la misma línea, Brendan Geary, marista, ha incidido en la palabra “confianza”, para que “las personas abusadas puedan encontrar esa seguridad para romper su silencio y contarlo. Que no sientan vergüenza y, en ningún caso, culpa por lo que les ha ocurrido a la hora de hablar sobre ello”. Y, en cuanto al mayor reto para la Iglesia, el misionero del Sagrado Corazón Tim Brennan ha señalado que es el de “escuchar a las personas, no tratar de defender a la institución”, porque “como Jesús, estamos llamados a ir a encontrar a las personas”.