“Son, sin duda, tiempos complicados, pero encontramos también muchos signos de vida, muchos motivos por los que dar gracias hoy, ahora. Por eso, estas palabras quieren ser un himno de agradecimiento a Dios, no un discurso. Soy consciente de que nada de lo que he recibido es mérito mío. Nada. Todo es regalo tuyo, todo es gracia”. Así ha comenzado su alocución el agustino Luis Marín tras ser ordenado obispo en la catedral de la Almudena en una ceremonia presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro.
Así, el que ha sido nombrado por el papa Francisco nuevo subsecretario para el Sínodo de los Obispos, ha reconocido que “vivimos una época difícil. Desde hace tiempo, demasiado tiempo, toda nuestra existencia parece marcada por la pandemia Covid-19. Y también nos afecta hoy”. De hecho, tal como ha señalado el prelado, las dos personas con las que forma equipo en la coordinación de la Secretaría del Sínodo, el cardenal Mario Grech y sor Nathalie Becquart, no han podido estar presentes en la celebración.
“Sor Nathalie ha resultado positiva por Covid y al cardenal le han indicado la necesidad de guardar cuarentena preventiva. Y así otros”, ha explicado. Sin embargo, “estas circunstancias, que trastocan nuestros planes, nos hacen ser más humildes, más agradecidos y más solidarios”.
El nuevo obispo ha querido agradecer a Dios, con sus palabras, y en primer lugar, “el don maravilloso de la fe. Encontrarme contigo ha sido y es el mejor regalo: no eres una idea, un recuerdo, un mandato o una actividad”. Asimismo, ha dado las gracias por su vocación, “por tu llamada, por mostrarme que el camino de mi felicidad se realiza en la vida consagrada y en el servicio sacerdotal. Yo soy fundamentalmente un agustino”. De hecho, para Marín pertenecer a la Orden de San Agustín “no se trata de un rasgo de separación, sino de inclusión, el carisma que debo aportar en mi servicio en la Iglesia”.
“El ministerio sacerdotal, antes como presbítero y ahora como obispo”, ha continuado, “lo entiendo y lo asumo como lo que es: servicio. Me he sentido llamado al sacerdocio desde muy pronto; mi vocación se fue perfilando poco a poco, de forma serena pero decidida”. “Ahora me regalas la plenitud del sacerdocio, la plenitud del servicio”, ha dicho. “Me consagras por el don del Espíritu Santo para servir a tu Pueblo en humildad y fidelidad. Me insertas en la sucesión apostólica, en el Colegio Episcopal”.
Como obispo titular, entiende que ahora se abre ante él “la universalidad de la Iglesia”. “No tengo un grupo concreto de fieles del que ser pastor, no soy obispo de una Iglesia particular”, ha señalado, consciente de que “esta realidad me exige dilatar los espacios del alma, ampliar horizontes. Mi servicio pastoral es a toda la Iglesia, a todos los cristianos que la conforman; aún más: a cada ser humano llamado por Dios a la felicidad plena”.
Por otra parte, Marín ha señalado que la vocación “no es una tarea individualista, sino comunitaria: en la Iglesia y por la Iglesia. Familia de Dios, Iglesia Sinodal”. “Puedo decir que amo a la Iglesia apasionadamente”, ha subrayado. “Quisiera acariciarla en cada rostro, abrazarla en los necesitados, poner bálsamo en sus heridas, asumir gozoso su variedad en la unidad, compartir y proclamar la Buena Noticia de Cristo que nos convoca y nos une. Aquí, hoy, en este momento solemne y crucial de mi vida, con toda la fuerza de la que soy capaz, reitero mi total y absoluta disponibilidad para servir a la Iglesia en lo que necesite y en donde me necesite”. Asimismo, ha asegurado su “fidelidad, obediencia y oración al Sucesor de Pedro, el Papa Francisco. Y mi comunión y fraternidad con mis hermanos obispos”.
Finalmente, Marín ha reconocido que la tarea que se le ha encomendado, si bien es “muy hermosa”, es también “compleja y de una gran exigencia: colaborar en la preparación, desarrollo y actuación del Sínodo de los Obispos, estar disponible para acompañar los procesos sinodales y, sobre todo, promover la sinodalidad en la Iglesia: diálogo, implicación, discernimiento en común, participación, corresponsabilidad”.
“Recordemos que ‘Sínodo’, etimológicamente, significa ‘camino que se hace juntos; caminar juntos’. Y esto debemos testimoniarlo en el estilo, en las opciones y en las decisiones, comenzando por uno mismo, comenzando por mí mismo”, ha subrayado, “sin miedo a cambiar lo que sea preciso, siempre con humildad, coherencia y valentía. Esta es la clave de la necesaria renovación: la de la autenticidad como cristianos”.
Por su parte, el cardenal Carlos Osoro ha señalado en su homilía que “la Palabra de Dios que se proclama en toda la Iglesia este segundo Domingo de Pascua nos ayuda a entender aún mejor” la llamada de Luis Marín “y el encargo que el Papa Francisco te entrega como Sucesor de Pedro”. En este sentido, “hay tres aspectos fundamentales: el Señor te invita a comenzar un camino, obispo y pueblo; el Señor te manda que repares su casa, y el Señor propone la sinodalidad”.
“Querido Luis, serás obispo junto a pueblo de Dios”, ha afirmado Osoro. “Un pueblo que está en camino, que se pone en camino siempre para dar la Buena Noticia, pues este es el mandato del Señor. Es un pueblo al que Dios no abandona. Y no hay identidad plena del ser humano sin esta pertenencia a la que hemos de invitar los que formamos parte del mismo”.
Asimismo, el purpurado ha recordado a Marín que “el Papa Francisco ha puesto en el centro de su ministerio la apasionada unión que hemos de tener y vivir con Jesucristo; una unión que lleva además al amor a los más pobres, a los últimos de la sociedad”. “Es necesario que asumamos en nuestra vida y misión que la visibilidad y la sacramentalidad de la Iglesia pertenecen a todo el pueblo de Dios”, ha insistido Osoro.
“El camino sinodal”, ha continuado el cardenal arzobispo de Madrid, “comienza escuchando al pueblo, prosigue escuchando a los pastores y culmina escuchando al Obispo de Roma”.