Salió con lo puesto. Una mano delante y otra detrás. Sin apenas formación. Su vocación, a rastras y una depresión de caballo. Hortensia López intentó adaptarse al sistema establecido, pero no pudo más, tras asumir que había sufrido abuso de autoridad continuado. Después de veinte años como carmelita descalza vinculada a conventos de las Constituciones de 1990, decidía colgar los hábitos. Se asomaba entonces a un abismo. Sin una carrera, tocaba reconstruirse. Volvió a casa, con su familia, en Sevilla. Cáritas salió al quite. Y a partir de ahí ha ido enganchando trabajos inestables.
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Han pasado cinco años y ahora ha recogido su particular calvario en ‘Cuidemos la vida consagrada’ (Círculo Rojo). Este libro de autoedición en el que ha invertido los últimos doce meses, ha sido para ella “una terapia” después de toparse con el silencio de las autoridades eclesiásticas a cuyas puertas llamó. Cuando era contemplativa, un obispo le pidió aguante hasta que pudiera, pero, según ella, no movió hilo alguno para cambiar la situación aun cuando le dio la razón en sus demandas.
Cuando se salió y escribió a la Congregación para la Vida Consagrada para denunciar la situación que se vivía en este tipo de Carmelo, tan solo obtuvo una respuesta genérica: “No compete a este dicasterio porque ya está secularizada”. Ahora, Hortensia ha escrito al presidente de la Conferencia Episcopal Española y al papa Francisco para reclamar la creación de un organismo para ayudar y acompañar a los religiosos y religiosas que se secularizan.
Sin “apoyo” eclesial
“Me dolió mucho el trato recibido desde el punto de vista institucional y me dejó fuera de juego”, expone Hortensia, que no se ha dejado la fe por el camino. De hecho, desde su ser Iglesia busca ahora ayudar a mujeres que hayan atravesado su mismo calvario.
“Cuando ingresé con 21 años en el primer convento, todo fue bien, pero a medida que pasaban los años y se mantenía la misma priora, yo caí en un estado de ansiedad”, comenta a Vida Nueva, una situación que fue diagnosticada por un psiquiatra como maltrato psicológico de su superiora. Se trataba de un monasterio situado en el Norte de España y perteneciente al Carmelo que sigue las Constituciones de 1990 inspiradas por la Madre Maravillas.