Culturas

Rupnik se cuela en la Cueva de San Ignacio





El santuario de la Cova de San Ignacio en Manresa se transforma, evoluciona, se eleva. La intervención del jesuita Marko Ivan Rupnik (Zadlog, Eslovenia, 1954) no deja indiferente: resplandece. “Es un espacio de encuentro, como diría Romano Guardini. Donde yo encuentro a estos personajes –explica Rupnik señalando sus mosaicos–, pero también donde yo soy encontrado. Y donde nosotros nos podemos encontrar con Dios”.



Son noventa rostros bíblicos, más de 550 metros cuadrados de mosaicos que Rupnik ha concebido para mostrar el peregrinaje cristiano a través de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola.

“Para mí es un gesto de gratitud inmenso, por mi vida, por tantas gracias recibidas. Pero también una especie de culminación”, confiesa el más célebre de los artistas jesuitas contemporáneos frente a una obra en la que ha plasmado, como él mismo admite, “todo lo que he podido pensar, estudiar, de los Ejercicios durante mi vida”. De jesuita a jesuita. “Ignacio lo ha vivido justo aquí. Llega a ser libre de sí mismo. No se ve solamente a sí mismo y lo que él tendría que llegar a ser, sino que llega a ser libre de sí mismo, y es capaz de servir, de ver a los otros. Este es el camino”, manifiesta Rupnik.

El padre Lluís Magriñà, superior de la Cueva de San Ignacio de Manresa, lo explica gráficamente: “Es una obra de arte, ciertamente, pero a través del arte va toda la espiritualidad”. Son ocho estancias, ocho altares laterales, cuatro a cada lado, que representan los Ejercicios Espirituales. “Hay 26 mosaicos que contienen escenas bíblicas que van explicando este camino de los Ejercicios”, añade con satisfacción.

Ignatius 500

“Conocí al padre Marko Rupnik en Roma, había coincidido en la capilla que Juan Pablo II le pidió que hiciera dentro del Vaticano –dice en referencia a Redemptoris Mater, en el Palacio Apostólico–, quedé encantado de su explicación y de aquel conjunto, que inspiraba muchísimo. Pensé que le podíamos proponer que interviniera en los altares”. Y así se lo pidió hace cinco años: “Me contestó que hacer este peregrinaje en la Cueva de Manresa, donde san Ignacio empezó a escribir el libro de los Ejercicios Espirituales, era realmente un regalo para él”.

La Cova se reabre ahora tras renovarse y ya con los mosaicos, aunque el acto solemne de inauguración tendrá lugar el 31 de julio, festividad de San Ignacio. Es, como recuerda Magriñà, una aportación extraordinaria a la celebración de Ignatius 500, el año que conmemora –entre el próximo mayo y julio de 2022– los cinco siglos de la conversión del fundador de los jesuitas.

Una celebración que se vivirá de forma intensa en Manresa, porque coincide, además, con los 500 años de su llegada a la localidad. “Aquí estuvo once meses, y para la ciudad es, sin duda, un hecho muy importante”, ratifica.

Hora de renovar

La renovación del santuario de la Cova de San Ignacio ha sido una prioridad. “Este santuario es de 1750; en 1767, se expulsó a la Compañía y, en 1815, vino la restauración. Años después, entre 1850 y 1860, se hizo una decoración barroca muy tardía, es un barroco muy pobre. Desde entonces, tan solo se cambió el pavimento”, explica el superior.

“En 2014, pensando ya en el Año Ignaciano –prosigue–, el padre provincial lanzó la idea de que había que remozar el santuario: cambiar la electricidad, la pintura y también la decoración, sobre todo de estas ocho estancias, que eran altares que ya no se utilizaban”.

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