Después de unas semanas, el pontífice ha vuelto a presidir la oración mariana dominical desde su estudio y los fieles han vuelto a la Plaza de San Pedro
Tras los cambios de escenario producidos por las restricciones sanitarias y las diferentes celebraciones, el papa Francisco ha vuelto a rezar los domingos con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro. El pontífice ha presidido la oración mariana pascual del ‘Regina Caeli’ desde la ventana de su despacho en el Palacio Apostólico vaticano. “Me falta la Plaza cuando tengo que rezar el ángelus en la Biblioteca”, ha confesado.
En sus saludos ha recordado la beatificación de unos mártires cistercienses de la abadía napolitana de Casamari celebrada este sábado, 17 de abril. También mostró el Papa su preocupación por los sucesos violentos de algunas zonas de Ucrania oriental donde hay un incremento de la actividad militar. El pontífice hizo un llamamiento a la comunidad internacional para promover la reconciliación y la paz en la región y se ha mostrado cercano a la población que vive una auténtica situación de emergencia humanitaria. También destacó el aniversario de la Universidad Católica de Milán.
Comentando el evangelio del día, la aparición del resucitado a unos discípulos en el Cenáculo (cf. Lc 24, 35-48), el Papa ha destacado “tres verbos muy concretos, que en cierto sentido reflejan nuestra vida personal y comunitaria: mirar, tocar y comer” a partir de la admiración de los discípulos ante la presencia de Dios. Son “tres acciones que pueden dar la alegría de un verdadero encuentro con Jesús vivo”.
“Mirar no es solo ver, es más, también implica intención, voluntad. Por eso es uno de los verbos del amor. La madre y el padre miran a su hijo, los enamorados se miran recíprocamente; el buen médico mira atentamente al paciente… Mirar es un primer paso contra la indiferencia, contra la tentación de volver la cara ante las dificultades y sufrimientos ajenos”, ha destacado el pontífice.
Para Bergoglio, “al invitar a los discípulos a palparle, para que constaten que no es un espíritu, Jesús les indica a ellos y a nosotros que la relación con él y con nuestros hermanos no puede ser ‘a distancia’ a nivel de la mirada. No existe un cristianismo a distancia”. “El amor pide cercanía, contacto, compartir la vida”, añadió poniendo el ejemplo del buen samaritano que “se inclinó, curó sus heridas, lo subió a su montura y lo llevó a la posada”. Con Jesús, destacó el Papa, “amarlo significa entrar en una comunión vital y concreta con él”.
Comentando el verbo “comer”, Francisco apuntó que “expresa bien nuestra humanidad en su indigencia más natural, es decir, nuestra necesidad de nutrirnos para vivir. Pero comer, cuando lo hacemos juntos, en familia o con amigos, también se convierte en expresión de amor, de comunión, de fiesta... ¡Cuántas veces los Evangelios nos muestran a Jesús que vive esta dimensión convival! Incluso como Resucitado, con sus discípulos. Hasta el punto de que el banquete eucarístico se ha convertido en el signo emblemático de la comunidad cristiana”, destacó.
“Jesús no es un ‘espíritu’, sino una Persona viva. Ser cristianos no es ante todo una doctrina o un ideal moral, es una relación viva con él, con el Señor Resucitado: lo miramos, lo tocamos, nos alimentamos de él y, transformados por su amor, miramos, tocamos y nutrimos a los demás como hermanos y hermanas”, concluyó.