La Biblia de la Iglesia en América (BIA) es una traducción hecha por y para hispanohablantes del continente americano; esta traducción fue publicada en 2019 por editorial PPC y es propiedad del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM); aunque cabe aclarar que al ser también propiedad de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB), esta instancia también puede publicarla y difundirla en su territorio.
En entrevista para Vida Nueva, el sacerdote mexicano Carlos Junco Garza, quien fue el encargado de la coordinación general de la traducción de la BIA -en la que colaboraron 26 traductores de diversos países latinoamericanos y de Estados Unidos– habla de la relevancia de esta edición en la actualidad.
En primer lugar, recordó que el 3 de octubre de 2019, “tan pronto como salió la carta encíclica ‘Fratelli Tutti’, del Santo Padre, varias personas del equipo constataron que el papa Francisco había adoptado la traducción de la BIA para los textos bíblicos citados en su edición española, que es la original.
“Todos experimentamos una alegría muy grande al ver el espaldarazo que Francisco daba a esta traducción, convirtiéndola en un ejemplo para fieles y pastores de nuestras Iglesias”, agregó.
PREGUNTA.- ¿Cuál es la importancia de la traducción de la BIA para nuestros tiempos?
RESPUESTA.- Es importante porque se trata de una obra eclesial latinoamericana en la que nos esforzamos, con la ayuda del Espíritu Santo, por ser fieles al texto en sus idiomas originales y a nuestros lectores, los agentes de pastoral y toda persona de cultura media.
Es una versión bíblica que, sin ser tan técnica ni tan popular, emplea un lenguaje llano y, a la vez, digno. Unida a sus comentarios, está al servicio de la interpretación, comprensión y vivencia de la Palabra divina y humana.
P.- ¿Cuáles son los aportes principales de la BIA, en comparación con otras traducciones?
R.- No se pretendió ni competir con otras traducciones, ni suplir las existentes, sino ofrecer otra más, marcada por una presencia representativa de hispanoparlantes de toda América.
Las principales traducciones católicas leídas en nuestro continente son la Biblia de Latinoamérica, de corte popular, y otras que son regionales (como la de Levoratti-Trusso en Argentina; o la de Magaña en México), pero muchas más son adaptaciones de versiones realizadas en España.
Pienso que cada traducción bíblica hay que situarla en su finalidad y en sus interlocutores. No basta la traducción, sino también las ayudas que ofrece para una interpretación del texto bíblico, y para su repercusión en la vida personal y comunitaria de sus lectores.
Entre esas ayudas, la BIA brinda introducciones a cada uno de sus libros, que siempre tocan el aspecto histórico, la dimensión teológica, y la riqueza literaria de esa obra. Luego están las notas que ayudan a comprender la parte o sección que se explica, y, sobre todo, el o los pasajes que se leen.
Hay otros apoyos, como los títulos de cada texto, tomados de la misma Escritura, la indicación de textos paralelos y de pasajes útiles de cotejar. Además están varios apéndices útiles, a saber: glosario (58 páginas), cronología (13 páginas), unidades de medida y monedas (5 páginas) y mapas (10 páginas).
En todas estas ayudas, de forma explícita o implícita, encontramos elementos que favorecen la comprensión del texto, la evangelización y la oración, el llamado a la conversión, al testimonio y al compromiso cristiano.
P.- ¿Qué esfuerzos se requirieron para la elaboración de la BIA?
R.- Múltiples tareas nos aguardaban. Al inicio, delinear el tipo de la traducción bíblica y sus ayudas, algo que se plasmó en el Manual del traductor, y, a la vez, buscar los traductores. Después, realizar reuniones presenciales, primero a nivel informativo, luego seminarios de traducción y más adelante, conforme avanzaban los trabajos personales, confrontarlos en grupos afines.
Por último, de forma intensa, revisar las obras finales en su fidelidad al idioma original y, a la vez, al lector de nuestro tiempo y continente. Todos habíamos aceptado que los trabajos personales estarían sujetos a revisión técnica, lingüística y literaria por parte del equipo responsable.
En 2011 se publicaron los Evangelios, en el 2015 el Nuevo Testamento y en julio del 2019 la Biblia completa, aunque se había entregado el trabajo final en septiembre del 2016, concluyendo así en casi doce años lo que había iniciado en noviembre del 2004.
P.- ¿Qué tanto se ha dado a conocer la BIA?
R.- La pandemia ha impedido una difusión mayor de la BIA. Ojalá el CELAM, propietario, y PPC, editor, conjunten esfuerzos creativos para que la Palabra de Dios, plasmada en la BIA, encuentre un eco más profundo en nuestras Iglesias particulares, en la lectura personal y litúrgica, en la evangelización y profundización de la fe, lo mismo que en su vivencia y proyección social. Ese fue el servicio a la Palabra y al pueblo de Dios que tuvimos siempre como meta del trabajo.
Para mayores informes sobre la adquisición de la BIA, es necesario enviar un mensaje al número 55 7979 3772, o al siguiente buzón electrónico: alservicio@ppc-editorial.com.mx