“Escribe cómo bendigo a todos mis hermanos, los que están en nuestra religión y los que vendrán a ella hasta el fin del siglo… Puesto que, a causa de la debilidad y dolores de la enfermedad, no tengo fuerzas para hablar, brevemente declaro a mis hermanos mi voluntad en estas tres palabras: que, en señal del recuerdo de mi bendición y de mi testamento, siempre se amen mutuamente, siempre amen y guarden la Santa Pobreza, Nuestra Señora, y que siempre se muestren fieles y sumisos a los prelados y todos los clérigos de la Santa Madre Iglesia”. Estas son las palabras del Pequeño Testamento o Testamento de Siena que fue dictado por Francisco de Asís al hermano Benito de Piratro en 1226.
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Entonces, el futuro santo ya se encontraba gravemente enfermo. Ellas decidieron llamarse “Hermanas del Pequeño Testamento” y eligieron seguir tres sencillas reglas: amor fraterno, amor por la Santa Pobreza y fidelidad a la Santa Madre Iglesia. Se habla de San Francisco de Asís como un reformador que nunca señaló ni acusó a nadie, a diferencia de otros reformadores de su época.
Un poco de esa sensación se experimenta al estar con la sonriente sor Daniela Cancilla, la fundadora, junto a sor Francesca, de la orden religiosa reconocida en 2007 por el obispo de Gubbio. Dentro de la radicalidad de su vocación y un seguimiento literal de la regla franciscana, hay en ella un profundo amor por la Iglesia que para ella es “la familia de Cristo, no solo los sacerdotes”.
La hermana Cancilla llegó a Gubbio en 2003 procedente de Favara donde era conocida como la “monja futbolista” por su pasión por el deporte rey que practicaba con destreza. Se matriculó en Ciencias de la Comunicación, pero su vocación estaba ahí y finalmente ingresó en el convento en 1998. “¿El fútbol femenino? Bueno, ¡fue más difícil para mis padres aceptar que me convirtiera en monja!”, explica entrando en la iglesia de Santa Maria della Vittorina.
Monja futbolista
En otra vida, Daniela era futbolista profesional, portera del Fabaria 2000. Ese amor por el fútbol no ha desaparecido de su vida y se refleja cuando juega con los niños. “El fútbol me salvó del individualismo y el egoísmo. Es un deporte de equipo donde tienes que pasar el balón y donde no eres nadie si no te importa el resto del equipo. Me enseñó la posibilidad de hacer cosas juntos”, asegura recordando sus tiempos de futbolista profesional.
Al principio no quería mudarse a Umbría, pero después de veinticuatro horas en Gubbio “ya estaba enamorada”. Hasta 2009, las hermanas del Pequeño Testamento vivían en la Ermita de San Ambrosio. Allí solo pasan cortos periodos, ya que no es posible habitar ese lugar de forma permanente. Daniela, junto con sus jóvenes hermanas, usan este remanso de paz para retirarse en oración. En Gubbio, viven en el convento de San Marcial, donde cuentan con una hospedería para los peregrinos que recorren el Camino de San Francisco.
Pregunto a Daniela si cree, que ‘Fratelli Tutti’ es un texto machista por su título. “Basta con leer algunas páginas para tener claro que no es así. ‘Fratelli Tutti’ es un milagro. En las palabras de Francisco, intuición e institución se tocan. La Iglesia es machista, pero este Papa no lo es”, asevera con firmeza.
Me siento madre
“El problema es que los sacerdotes, cuando ingresaban al seminario, a veces siendo casi niños, pierden el contacto diario con las mujeres, se les priva de esta oportunidad. El problema de la Iglesia es el clericalismo. La Iglesia siempre ha contado y confiado en las religiosas y en los fieles laicos, pero, les ha negado cualquier cargo de responsabilidad. Las cosas van cambiando: en las diócesis crece la cuota rosa y en el Vaticano ya hay mujeres subsecretarias. Cuando el Papa Francisco dice que el cambio ya está en marcha no nos engaña, ahora no debe parar. El problema es la forma en que se han interpretado las Escrituras durante siglos. Pensemos en María Magdalena, identificada erróneamente como una prostituta redimida por Cristo. Hasta 2016 no fue instituida su fiesta litúrgica por parte del Papa Francisco, pese a que ella fue la primera en anunciar la Resurrección, mereciendo así el título de apóstol entre los apóstoles. ¿Sabes por qué donde hay una mujer todo funciona mejor? Porque la maternidad te pone los pies en la tierra. Te enseña a cuidar de los demás, a concretar. La mujer no es solo una madre en términos naturales, hay muchas formas de ser madre. Yo, por ejemplo, me siento madre”.
Con esta mujer de Iglesia, de fe clara y decidida, no me esperaba hablar de maternidad y hasta de aborto. Ya se sabe, los prejuicios. La hermana Cancilla es consciente de la polémica cuestión de la píldora abortiva Ru486 cuyo uso ha sido prohibido en la región de Umbria por el gobierno regional de centro-derecha. La religiosa no elude las preguntas y defiende su postura.
“Los políticos deberían evitar instrumentalizar la opinión pública en su beneficio”, dice. “Cuando hablamos de aborto siempre partimos de supuestos erróneos: muchas mujeres optan por abortar por miedo a perder su libertad. ¡Eso es un error! Porque para una mujer ser madre nunca es un empobrecimiento, está mal pensar que un hijo te quita la libertad. Si luchamos por el derecho al aborto, habremos perdido de vista lo que significa ser mujer y ser libre. Algunas personas eligen el aborto porque creen que no pueden mantener a un niño. Pero nosotros en realidad no tenemos ni idea de lo que son la pobreza y la miseria verdaderas. Hoy hemos de aprender de nuevo a acoger la vida”.
*Reportaje original publicado en el número de abril de 2021 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva