Los tres sacerdotes españoles y siete catequistas indígenas asesinados durante la guerra civil de Guatemala, entre ellos un niño, ya están en los altares. A través de una celebración multitudinaria al aire libre celebrada el pasado viernes, se reconocía el martirio de estos diez cristianos, en una ceremonia que buscó ser un signo de reconciliación en un país que todavía continúa con heridas abiertas por el conflicto armado que dejó tras de sí más de 200.000 muertos.
La celebración fue presidida por el nuncio apostólico en el país, Francisco Montecillo, que fue el responsable de leer el decreto de beatificación de José María Gran, Faustino Villanueva y Juan Alonso, misioneros del Sagrado Corazón de Jesús, y los siete laicos catequistas Rosalío Benito, Reyes Us, Domingo del Barrio, Nicolás Castro, Tomás Ramírez, Miguel Tiú y Juan Barrera Méndez, este último un niño de 12 años, que fue torturado por militares. La fiesta de los nuevos mártires se ha ubicado el 4 de julio. Montecillo tuvo que estar al frente de la eucaristía en relevo del cardenal guatemalteco Álvaro Ramazzini, ausente por motivos de salud. De hecho, el embajador vaticano advirtió durante la homilía que pronunciaba el texto elaborado por Ramazzini.
“Cuando hombres como ellos tenían el corazón abierto a los sufrimientos, injusticias, masacres, despojos del pueblo con el que convivían, el poder de la fe los hizo ser verdaderos hijos creyentes de esta Iglesia madre que buscaba ser luz en medio de tinieblas en medio de violencia salvaje que causó tantas muertes en tierra guatemalteca”, ensalzó el nuncio que definió a los catequistas como “hombres sencillos, pobres, humildes, sabios, acogedores de la palabra de Cristo, humildes, tenían en su corazón el amor a Jesucristo y a su pueblo”
“Estoy convencido que su testimonio de entrega y servicio al reino de Dios fortaleció la decisión de entrega”, leyó el diplomático de las palabras escritas por el purpurado. “Los mártires pasaron por este mundo haciendo el bien, fueron promotores de la verdad, de la justicia y de la igualdad”, añadió, destacando que “resistieron ante el mal y la mentira encarnados en esa política de exterminio irracional de los pueblos indígenas frente a los poderosos de esta tierra que mentían, calumniaban, humillaban y torturaban”.
“Bienaventurados los que hoy seguimos buscando el Reino de Dios y su justicia, tendemos la mano a los que nos han ofendido perdonándolos”, exclamó el nuncio, que terminó la homilía con otro deseo: “Bienaventurados los que seguimos trabajando por la reconciliación y la paz alejados de toda violencia y odio fraticida”.
“Juanito fue torturado el día que lo capturaron en una incursión del Ejército en su comunidad y le cortaron hasta las plantas de los pies”, detalló sobre el menor de los mártires después Rosolino Bianchetti, obispo de la Diócesis de Quiché, que explica cómo al menor “lo pusieron a caminar a la orilla del río” mientras “él se mantuvo firme, testimoniando con su vida, con su sangre”. “Fue colgado en un árbol y le dispararon”, relata el pastor.