Día de fiesta nacional en Venezuela, José Gregorio Hernández, el médico de los pobres ya está en los altares. La ceremonia comenzó a las 10 de la mañana de este 30 de abril, en la iglesia San Juan Bautista del colegio La Salle en Caracas. Todo ello tras un largo proceso que llevó 72 años.
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“Nos reunimos en torno a la mesa del Señor, para anunciar por la voz del delegado del Papa Francisco, Mons. Aldo Giordano, Nuncio Apostólico en Venezuela, que nuestro amado trujillano de Isnotú es beato”, ha dicho el Cardenal Baltazar Porras, administrador apostólico de Caracas, para dar inicio a la ceremonia.
Aldo Giordano, nuncio apostólico, presidió la eucaristía. Desde que llegó como diplomático, un 26 de octubre –coincidencialmente con el natalicio del beato– prometió que no se marcharía de Venezuela hasta no haber logrado este cometido del pueblo. Tal es así que por alguna razón del destino ha sido el oficiante de la ceremonia, en relevo del cardenal Pietro Parolin, que por razones de la pandemia no pudo asistir.
La niña del milagro
Eran las 10.20. de la mañana. Tulio Ramírez, obispo de Guarenas y vicepostulador de la causa, en tono solemne anuncio las letras apostólicas: “Con nuestra autoridad apostólica concedemos que el venerable siervo de Dios José Gregorio Hernández Cisneros, fiel laico, experto en la ciencia y excelente en la fe, que reconociendo en los enfermos el rostro sufriente del Señor como el Buen Samaritano, los socorrió con caridad evangélica curando sus heridas del cuerpo y del espíritu, de ahora en adelante sea llamado beato”.
Un mar de aplausos, lágrimas de felicidad, cada venezolano en los cuatros puntos cardinales en su corazón entonaba “un gloria al bravo pueblo”. Al tiempo se desvelaba una imagen del nuevo beato con aureola, una réplica del original que reposa en su santuario en el pueblo de Isnotú.
Una procesión, encabezada por Yaxury Solórzano, la niña del milagro, ataviada de liquiliqui, traje típico de Venezuela, llegó hasta el altar de la mano de su mamá y hermana para entregar la reliquia del beato al nuncio.
En esta parte, un emocionado Baltazar Porras agradecía “al papa Francisco haberle conferido el título de beato al Siervo de Dios José Gregorio Hernández Cisneros”.
Lograr la unidad
Durante la homilía, Aldo Giordano ha rendido un merecido homenaje a los profesionales de la salud, al igual que José Gregorio han tenido que enfrentar la pandemia en las condiciones más precarias, por eso a ellos “un homenaje de reconocimiento, gratitud y oración”.
Ha pedido que “el Beato José Gregorio interceda para que el acceso a las vacunas se logre, juntos, sin divisiones, sin resistencias” sobre todo en un momento cuando la Iglesia ha clamado a todos los sectores ponerse de acuerdo.
Además ha reiterado que el cardenal Pietro Parolin “con todo su corazón habría querido poder estar con nosotros en este momento, pero lamentablemente no ha sido posible”, aunque “esperemos que pueda volver pronto a Venezuela, quizás acompañando al Papa Francisco, quien nos confió, tiene muchas ganas de visitar nuestro país”.
De igual modo aseveró “la beatificación del doctor José Gregorio nos confirma que Venezuela es y será siempre tierra de gracia, aunque las circunstancias puedan parecer o sugerir lo contrario”, porque “el nuevo Beato es capaz de unir a todos sus compatriotas por encima de las diferencias sociales, políticas y económicas, e incluso de las ideológicas o religiosas”.
Reliquias del nuevo beato
Al final fue el momento de entregar las reliquias, cuyo destino serán todas las diócesis del país. Previamente se leyó el quirógrafo en el cual el doctor y ahora beato Hernández fue nombrado copatrono del ciclo de estudios en ciencias de la paz de la Pontificia Universidad Lateranense de Roma.
Acto seguido el cardenal Porras entregó de manera simbólica los relicarios, lo que calificó como “un gesto de envío de Iglesia en salida para que el Beato José Gregorio Hernández se haga presente más cercano a cada una de nuestras comunidades, toma cuerpo en la entrega de estos hermosos relicarios confeccionados por manos expertas”.
Se refiere a las venezolanas Matilde Sánchez y María Teresa Aristeguieta, quienes reprodujeron un microscopio con un sombrero negro, una aureola de santo y diez cuentas del rosario, contienen. una parte auténtica de su cuerpo, colocadas en el lugar visible de los mismos. Cada uno fue elaborado por las hermanas de la congregación Siervas de Dios y un grupo de laicas, bajo la guía de la postuladora de la causa, Silvia Correale.
El purpurado añade: “José Gregorio, como en otros tiempos, sale hoy a recorrer el país. Sus reliquias lo hacen presente y cercano en cada una de nuestras diócesis, y en cada uno de nuestros estados tiene un santuario, como si dijéramos un consultorio en el que Dios seguirá oyendo las cuitas de su pueblo, y seguirá sanando por intercesión de nuestro paisano”.