“Para un cristiano, el migrante es ante todo un hijo de Dios, un hermano con una vida marcada por el dolor y el sufrimiento, que busca la esperanza de una vida mejor”. Son palabras de José Mazuelos, obispo de la Diócesis de Canarias, en una entrevista concedida al diario católico italiano Avvenire, en la cual ha explicado la realidad que atraviesan las islas ante la crisis migratoria de los últimos meses.
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“No podemos permanecer ajenos a su dolor o indiferentes cuando se trata de apreciar la extraordinaria contribución de quienes llegan a nuestras sociedades envejecidas”, ha apuntado el prelado. “Tampoco podemos ignorar la complejidad de este drama”, ha añadido, aseverando que no se está haciendo lo necesario por parte del Gobierno español ni de la Unión Europea, dejando la presión de la crisis migratoria en manos locales.
Las parroquias, lugares de acogida
“Debemos tener el coraje de decir la verdad”, ha dicho el obispo. “La injusticia del comercio internacional, el hambre, las guerras inducidas en países ricos en minerales, los regímenes políticos dictatoriales que saquean y reprimen a su pueblo, las persecuciones políticas y religiosas, las mafias internacionales, el uso de los flujos migratorios como forma de presión política”. Ante ello, ha destacado que “la necesaria regulación de la migración implica el deber de abordar las causas, en cambio optamos por luchar contra estas personas y no contra los conductores”.
Mientras tanto, “nuestras parroquias se han convertido en lugares de acogida, la gente aún conserva el espíritu de solidaridad”. “Más de una vez hemos visto a la gente de nuestras islas sumergirse en el mar para salvar a los migrantes que corren el riesgo de ahogarse”, ha relatado. “Pero en el Madrid tienen que entender que aquí están jugando con fuego. Porque en tiempos de pandemia, con una crisis que ha sumido a tantas familias en la pobreza, es fácil que alguien alimente la ira y la use como arma política. Y los migrantes se convierten en blanco de estos sentimientos”.