Bajo el lema ‘Hacia un nosotros cada vez más grande’, Francisco señala a católicos y no católicos cómo construir juntos un ‘nosotros’ y que nadie se convierta en el ‘otro’
“El sueño comienza. Estamos llamados a soñar juntos”. Con estas palabras concluye el papa Francisco su Mensaje para la 107ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que este año se celebrará el 26 de septiembre. Bajo el lema ‘Hacia un nosotros cada vez más grande’, el Pontífice ofrece, en el texto hecho público hoy, tres claves a católicos y no católicos para construir juntos un ‘nosotros’ y que nadie se convierta en el ‘otro’.
“Dios nos creó varón y mujer, seres diferentes y complementarios para formar juntos un ‘nosotros’ destinado a ser cada vez más grande, con el multiplicarse de las generaciones. Dios nos creó a su imagen, a imagen de su ser uno y trino, comunión en la diversidad”, comienza el Papa su reflexión.
Y continúa: “La historia de la salvación ve, por tanto, un ‘nosotros’ al inicio y un ‘nosotros’ al final, y en el centro, el misterio de Cristo. El tiempo presente, sin embargo, nos muestra que el ‘nosotros’ querido por Dios está roto y fragmentado, herido y desfigurado. Y esto tiene lugar especialmente en los momentos de mayor crisis, como ahora por la pandemia. Y el precio más elevado lo pagan quienes más fácilmente pueden convertirse en los ‘otros’: los extranjeros, los migrantes, los marginados, que habitan las periferias existenciales”.
En realidad, “todos estamos en la misma barca y estamos llamados a comprometernos para que no haya más muros que nos separen, que no haya más ‘otros’, sino solo un ‘nosotros’, grande como toda la humanidad. Por eso, aprovecho la ocasión de esta Jornada para hacer un doble llamamiento a caminar juntos hacia un ‘nosotros’ cada vez más grande, dirigiéndome ante todo a los fieles católicos y luego a todos los hombres y mujeres del mundo”, agrega.
Para los miembros de la Iglesia católica este llamamiento se traduce en un compromiso por ser cada vez más fieles a su ser ‘católicos’, según explica Francisco. “En efecto, la catolicidad de la Iglesia, su universalidad, es una realidad que pide ser acogida y vivida en cada época, según la voluntad y la gracia del Señor que nos prometió estar siempre con nosotros. Su Espíritu nos hace capaces de abrazar a todos para crear comunión en la diversidad, armonizando las diferencias sin nunca imponer una uniformidad que despersonaliza”, señala.
Asimismo, recalca que “en el encuentro con la diversidad de los extranjeros, de los migrantes, de los refugiados y en el diálogo intercultural que puede surgir, se nos da la oportunidad de crecer como Iglesia, de enriquecernos mutuamente”. Por eso, “todo bautizado, dondequiera que se encuentre, es miembro de pleno derecho de la comunidad eclesial local, miembro de la única Iglesia, residente en la única casa, componente de la única familia”, continúa.
Para Jorge Mario Bergoglio, “los fieles católicos están llamados a comprometerse, cada uno a partir de la comunidad en la que vive, para que la Iglesia sea siempre más inclusiva”. “Hoy la Iglesia está llamada a salir a las calles de las periferias existenciales para curar a quien está herido y buscar a quien está perdido, sin prejuicios o miedos, sin proselitismo, pero dispuesta a ensanchar el espacio de su tienda para acoger a todos”, afirma.
Del mismo modo, enfatiza que, “entre los habitantes de las periferias, encontraremos a muchos migrantes y refugiados, desplazados y víctimas de la trata, a quienes el Señor quiere que se les manifieste su amor y que se les anuncie su salvación.
En clave extraeclesial, dirigiéndose a todos los hombres y mujeres del mundo, hace un llamamiento a “caminar juntos hacia un ‘nosotros’ cada vez más grande, a recomponer la familia humana, para construir juntos nuestro futuro de justicia y de paz, asegurando que nadie quede excluido”. “El futuro de nuestras sociedades es un futuro ‘lleno de color’, enriquecido por la diversidad y las relaciones interculturales. Por eso debemos aprender hoy a vivir juntos, en armonía y paz”, sentencia.
Pero para alcanzar este ideal, “debemos esforzarnos todos para derribar los muros que nos separan y construir puentes que favorezcan la cultura del encuentro, conscientes de la íntima interconexión que existe entre nosotros”, reconoce. “En esta perspectiva –agrega–, las migraciones contemporáneas nos brindan la oportunidad de superar nuestros miedos para dejarnos enriquecer por la diversidad del don de cada uno. Entonces, si lo queremos, podemos transformar las fronteras en lugares privilegiados de encuentro”.
Bergoglio pide al mundo que haga un “buen uso” de los dones que el Señor nos ha confiado para “conservar y hacer aún más bella su creación”. “¡El Señor nos pedirá cuentas de nuestras acciones!”, sostiene. Pero “para que a nuestra Casa común se le garantice el cuidado adecuado, tenemos que constituirnos en un ‘nosotros’ cada vez más grande, cada vez más corresponsable, con la firme convicción de que el bien que hagamos al mundo lo hacemos a las generaciones presentes y futuras”.
Por último, el Papa insiste en que “se trata de un compromiso personal y colectivo, que se hace cargo de todos los hermanos y hermanas que seguirán sufriendo mientras tratamos de lograr un desarrollo más sostenible, equilibrado e inclusivo. Un compromiso que no hace distinción entre autóctonos y extranjeros, entre residentes y huéspedes, porque se trata de un tesoro común, de cuyo cuidado, así como de cuyos beneficios, nadie debe quedar excluido”.