La cuarta ola de la Covid-19 está golpeando la India como un tsunami. Los contagios y fallecidos se multiplican cada día ante la impotencia de autoridades y sanitarios. La aparición de una nueva mutación en el país, especialmente virulenta con los jóvenes, preocupa al mundo.
“Con el corazón encogido”. Así vive Conchi Villanueva, religiosa trinitaria en Kerala, al sur de La India. “Es cierto que las cifras aquí no son como en el resto del país, y que en nuestra comunidad no tenemos casos, pero la situación es terrible”. En esta región, una de las que mejores cifras presenta, se notificaron más de 32.000 casos nuevos el día de esta conversación.
Más al norte, y con peores pronósticos se encuentra Elsa Rodríguez. “La situación es de vértigo. No hay nada que se pueda hacer. Estamos a lo que Dios quiera”. Su comunidad, que cuenta con 10 religiosas ahora mismo, reside en una casa a dos kilómetros del pueblo más cercano en Ahmedabad, en la provincia de Gujarat. “Nosotras estamos aisladas con unas 25 personas con discapacidad mental sin familia. Hemos despedido al servicio para no tener a gente yendo y viniendo y minimizar el riesgo”.
Ambas coinciden que las primeras olas las pasaron casi sin enterarse. “Nosotras veíamos aterradas por televisión lo que sucedía en Europa, en España, pero aquí no tenía nada que ver. Ahora la situación es inversa. No podemos ver lo que ocurre en el norte del país sin llorar”, señala Villanueva.
¿Por qué se ha llegado a esta situación? Ambas lo tienen claro y complementan la respuesta. Villanueva señala a “los políticos y las elecciones del pasado mes. Se dieron mítines donde hubo aglomeraciones sin las mínimas medidas de seguridad y ahora tenemos estos datos”.
Rodríguez añade: “hay un problema evidente de falta de concienciación de la gente. No se cumple con la higiene de manos, no se respetan los aforos… Por ejemplo, el mes de las bodas no se retrasó, ni canceló, y todos querían casarse con más de las 50 personas permitidas… Así, sin confinamiento, es imposible doblar la curva”.