La Comisión Episcopal para la Vida Consagrada ha animado a rezar “por esta vocación específica que embellece el rostro de la Iglesia”
“La vida contemplativa sufre cuando el mundo sufre porque su apartarse del mundo para buscar a Dios es una de las formas más bellas de acercarse a él a través de Él. La suya es una historia de cercanía con Cristo y con el dolor humano en la que uno y otro —el Señor que salva y el ser humano sediento de salvación— se requieren y se encuentran cada día a través de la búsqueda y la contemplación sagrada del rostro del Padre”. Son las palabras que han dedicado los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada ante la celebración, el próximo 30 de mayo, de la Jornada Pro Orantibus bajo el lema ‘La vida contemplativa, cerca de Dios y del dolor del mundo’.
“El lema escogido para esta Jornada en que la Iglesia agradece el don de la vida contemplativa y ora por esta vocación específica que embellece el rostro de la Iglesia”, apuntan los prelados. Y es que, si bien “los contemplativos rehúyen el activismo frenético de nuestras sociedades y eligen una vía de intimidad orante y fraterna”, esta, “lejos de ensimismarlos, esterilizarlos o alejarlos del dolor del mundo, los convierte en faro para los mares agitados y semilla para los campos agrietados”.
“Allí, en lo escondido de su corazón, donde están a solas con el Amigo, se unen a todos los seres humanos“, dicen los obispos. Especialmente en un momento en el que la crisis sanitaria ha causado dolor a tantas personas, los consagrados a la vida contemplativa permanecen junto “a quienes están heridos, y desde ese lugar de encuentro sagrado aprenden y enseñan a llamar a todos amigos”. “No puede ser de otro modo, porque la forma más radical de hospedar al prójimo es hacerlo en el Dios que nos ha creado hermanos todos”, asevera la Comisión en su mensaje.
Asimismo, han destacado que “la fuerza luminosa de su intercesión alcanza misteriosamente todos los rincones de la tierra. Quizá no recorren nuestras calles entre luchas y afanes mundanos pero, presentando esas luchas y esos afanes al único que puede poner paz en tanta guerra, llevan la luz de la Resurrección allí donde estamos más amenazados de muerte y de tristeza”. Al mismo tiempo, “en el misterio salvífico del Buen Samaritano, ellos hacen las veces del hospedero anónimo que, sin necesidad de echarse a los caminos, supo abrir su casa al apaleado y lo cuidó como si de Cristo mismo se tratase, convirtiéndose así en parábola de cercanía con Dios y con el dolor del mundo”.
Por todo ello, en la Jornada Pro orantibus de este año, “toda la Iglesia recuerda con gratitud y esperanza a quienes recorren en ella la hermosa senda de la vida contemplativa”. Al mismo tiempo, los obispos animan a pedir “al Señor que los custodie en su amor, los bendiga con nuevas vocaciones, los aliente en la fidelidad cotidiana y les mantenga la alegría de la fe”. “Y junto a ellos, presentamos al Padre, por el Hijo en el Espíritu Santo las necesidades y los padecimientos del mundo: compartiendo su dolor y su esperanza, queremos estar cerca de Dios y cerca de todos, junto al dolor de cada ser humano“, finalizan los prelados.