María Alcalde es catequista con solera. Y eso, para ella, es mucho más que enseñar datos y conceptos sobre Jesús o el magisterio de la Iglesia a niños de primera comunión. Es un estilo de vivir, “una oportunidad de ser Instrumento de Dios para transmitir la fe a los pequeños”.
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Además, confiesa que “me incentiva a seguir formándome, a cuidar mi vida espiritual y a ser coherente, a esforzarme por hacer lo correcto en cada momento porque creo que mi forma de vida debe ser un ejemplo para los niños, que ellos se fijan en mí como modelo”.
María defiende que ser catequista es una vocación: “Creo que, de alguna manera, Dios te llama a este servicio. En mi caso, cuando empecé a trabajar en el colegio me propusieron dar catequesis a los niños de primera comunión, y ya llevo 12 años con esta misión tan bonita, ¡una experiencia preciosa!”, explica.
“Una relación personal con Jesús”
La“La catequesis no es solo enseñar conceptos. Va mucho más allá. Es enseñar a rezar, aprender cómo vivir lo que se enseña, a hacerlo vida”, explica Alcalde, maestra en Primaria del centro educativo Highlands School El Encinar, del Regnum Christi–.
“La catequesis es acercar a los niños al amor de Dios, hacer que lo vayan conociendo y así empiecen a quererlo. El objetivo último es que tengan una relación personal con Jesús”, indica.
Ver los frutos en los niños
Como catequista, “es muy gratificante poder ver cómo los más pequeños acogen con ilusión e interés lo que les transmitimos, y, sobre todo, ver los frutos en ellos de lo que hemos ido sembrando durante mucho tiempo”.
Según María, la función del catequista “es fundamental porque, en muchas ocasiones, somos la primera palabra sobre Dios, y las primeras palabras de Dios, que reciben los niños”.
Vida espiritual
Por ello, “debemos estar bien formados para que puedan aprender, para evitar errores de doctrina o de otros tipos”. Pero también resalta que “es importantísima la vida espiritual del catequista”.