En 1990, el salesiano Álvaro Ginel ya escribía sobre la necesidad de un ministerio del catequista en la Iglesia. Más de 30 años después, se ha hecho realidad. “No es tarde. Ha llegado la hora, como señala el Evangelio en muchas ocasiones”, asegura el presidente de la Asociación Española de Catequetas (AECA).
“¿Por qué es la hora? Porque se ha madurado la reflexión catequética, hay un clima en la Iglesia de sinodalidad que no había hasta ahora y que necesita concreciones como esta”, explica. “Es como una manzana. Quiero comer manzana, pero esta verde. Hay que esperar a que madure, a que sea su hora para poder comerla”.
La figura del catequista “es fundamental para la Iglesia, para la comunidad, y por eso necesita este ministerio”, analiza. “Es necesario que quede claro lo que significa ser catequista. Y por eso, no todos los que son catequistas o, mejor dicho, no todos los que imparten catequesis en estos momentos deberían recibir el ministerio”.
“Para recibir el ministerio debemos distinguir entre quienes sienten la vocación de ser catequistas de los voluntarios. No es lo mismo. Ser catequista es una persona con vocación, llamada por el Espíritu a este servicio a la comunidad cristiana”, argumenta Ginel, convencido de que “requiere de un compromiso en la comunidad cristiana, de una formación específica y de una vivencia cristiana de la fe”.
Entonces, ¿qué es necesario para ser ministro de la catequesis? “Vocación, que conlleva formación y sentirse parte de una comunidad, vivir con y en esa comunidad. El primer lugar de la formación cristiana es la vida de la comunidad cristiana. Si no se participa, no se puede ser catequista”, señala este sacerdote palentino referente en Catequética.
“Lo primero es que sea creyente y que se sienta llamado por Jesús. No se trata de saber intelectualmente sobre Jesús, sino tratar con Jesús a través del Espíritu”.