Con un oración en la Casa de Nariño comenzaron este 10 de mayo los diálogos entre Iván Duque, presidente de Colombia y los miembros del comité nacional del paro cívico, que desde el 28 de abril convocaron a protestas en todo el país para exigir al Gobierno, en primer lugar, retirar la reforma tributaria.
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En el camino se fueron sumando peticiones, como detener el asesinato sistemático de líderes sociales, cumplir con los acuerdos de paz, eliminar la aspersión con glifosato, entre otros problemas acumulados a lo largo de la historia. Aún no sale humo blanco, continúan las protestas, porque según los promotores del paro “no hubo empatía del Gobierno”. En definitiva, esta nación vive una de sus horas más aciagas en décadas, en medio de una emergencia por el coronavirus, que tiene al borde del colapso a los hospitales.
“Era previsible que se presentaran aún escollos”, dice a Vida Nueva, Elkin Álvarez, secretario general del Episcopado, en tanto ratifica el compromiso de la Iglesia que “durante los últimos días ha venido trabajando intensamente tratando de suscitar la confianza entre las partes para favorecer los diálogos”.
Duque chao
Por ahora ciudades como Bogotá, Cali, Medellín, Manizales, Neiva y Barranquilla empiezan a sufrir los rigores de la escasez. Los huelguistas, al coro de un Duque chao, una versión tropicalizada del himno antifacista Bella ciao, han protagonizado bloqueos en las principales vías impidiendo el paso de alimentos, medicinas y combustible, mientras que la fuerza pública ha incurrido en graves violaciones de derechos humanos como ha denunciado la Organización de Estados Americanos (OEA) que “destaca su preocupación ante declaraciones estigmatizantes e intimidatorias por parte de las autoridades estatales, que califican a los manifestantes y a las víctimas como ‘terroristas’, ‘enemigos’ o ‘delincuentes’”.
Sin duda, ha habido excesos de ambos lados. Frente a ello –dice Álvarez– la situación es muy compleja, como lo hemos dicho varias veces, es un problema de vieja data, no de los últimos 10 años, por eso es necesario perseverar la paz, el Papa nos dijo que la vía de la reconciliación es posible, por tanto “no debemos cansarnos, seguiremos insistiendo y acompañando todas las acciones que procuren esto, invitando al Gobierno tanto como a los manifestantes, a seguir buscando alternativas”.
Llamamiento a la cordura
En lo que sí han coincidido las partes es en la condena total a la violencia “venga de donde venga” para no deslegitimar el derecho a la protesta pacífica.
La Conferencia de Religiosos de Colombia ha sumado su voz a la de los obispos. Llaman a la cordura: “Con sensatez y apertura de corazón convoquemos al diálogo”, por ello “respaldamos todas las iniciativas que surjan en la vida religiosa para orar, discernir y profundizar la coyuntura social que vivimos”.
Además recomiendan no olvidar que “estamos atravesando una emergencia sanitaria a causa de la pandemia y que debemos ser responsables y poner nuestro grano de arena para enfrentar esta situación”. Sobre los bloqueos, piden a los manifestantes “permitir la asistencia médica a quienes están en la lista de vacunación y a quienes requieren medicamentos, traslado o atención médica en cada una de las ciudades”.