El cardenal arzobispo de Rabat ofrece una conferencia titulada ‘La vida consagrada, testigo en periferias y fronteras’ en la cuarta jornada de la 50ª Semana de Vida Consagrada del ITVR
“Marruecos me ha enseñado que existen lugares en los que hay mucha Iglesia y poco Reino”. Así lo ha expresado el salesiano Cristóbal López Romero, cardenal arzobispo de Rabat, durante su conferencia titulada ‘La vida consagrada, testigo en periferias y fronteras’ en la cuarta jornada de la 50ª Semana de Vida Consagrada del ITVR.
“El objetivo es el Reino: lo demás son medios, incluida la Iglesia. Tenemos que dejar de identificar la misión con las actividades que hacemos, porque la misión es sacramento del Reino”, ha recalcado el purpurado aludiendo a la segunda de las siete convicciones que las periferias han forjado en su persona.
En el desarrollo de su ponencia, el cardenal, acompañado por su secretaría –María Auxiliadora–, ha mostrado, como siempre, su vehemencia y buen humor. “No soy un gran teólogo. Soy un cristiano religioso, pero al igual que queda bien un florero encima de una mesa, también decora un cardenal, por eso me han invitado”, ha bromeado.
Para “asustar a los timoratos”, como ha dicho entre risas, ha añadido: “Como obispo no trabajo por la Iglesia ni para la Iglesia. Trabajo, en Iglesia y como Iglesia que soy, en favor del Reino. La Iglesia es signo de ese Reino, pero no es el Reino”. Para el salesiano, “la vida consagrada debe ser signo e instrumento del Reino, no autorreferencial”, como ha repetido el papa Francisco, porque “la Iglesia no vive para sí misma ni trabaja para sí misma”.
Antes de detallar las siete convicciones que las periferias han forjado en él, López Romero ha querido situarse. ¿Desde qué periferias habla? Concretamente desde cuatro. En primer lugar, la periferia de la migración, que vive como arzobispo de Rabat y que ha vivido desde su niñez, cuando se fue desde Almería a Barcelona. “En Almería siempre fui el catalán y en Barcelona el andaluz. También me paso luego en Paraguay o Bolivia, lo que me hizo darme cuenta que nuestra patria es el Reino”, ha explicado.
En segundo lugar, desde la periferia de los barrios populares, pues vivió durante años en Badalona, donde ni siquiera supo lo que era una ducha hasta que se fue a estudiar con los salesianos. En tercer lugar, la periferia étnica, pues estuvo junto a la población gitana de La Perona (Barcelona), “el barrio más desatendido que he visto, incluyendo África”. Y, en cuarto lugar, de la periferia eclesial que es Marruecos, en donde los cristianos apenas representan el 0,08% de la población.
“Todas estas periferias han ido moldeando mi persona y me han enseñado a sufrir con los que sufren y a no apoyar a quienes causan el sufrimiento”, ha señalado, para luego, parafraseando a Ortega y Gasset, afirmar una frase que ha resonado durante toda su exposición: “Yo soy yo y mis periferias, y si no las salvo a ellas no me salvo a mí”.
La primera de las siete convicciones que las periferias han forjado en su persona es que “la vida consagrada vale por lo que es, no por lo que hace”, porque “no somos un ejército de especialistas”. “Entramos en la vida consagrada para cambiar el mundo y hacemos muchas cosas y buenas, pero nunca es suficiente”, ha añadido, para luego resaltar que “el valor de la vida consagrada no está en el éxito sino en el testimonio. No somos los GEO de la Iglesia. Dejemos de definirnos por lo que hacemos, es más importante lo que hacemos, lo que somos, que lo que vivimos”.
La tercera es que “el valor del signo no reposa sobre la cantidad”, por eso, ha respaldado “una vida consagrada despreocupada del número, de la cantidad y de las obras”. “No nos preocupemos de tener muchos colegios, sino de si los que tenemos aportan un mensaje a la sociedad”, ha resaltado.
López Romero ha recalcado que “se nos pedirá cuenta por si hemos vivido con radicalidad la vocación, no por el número de vocaciones”. En ese sentido, nada de cara de vinagres en las comunidades. “Echaría para atrás, si los hubiera, solterones y solteronas viviendo en entornos cerrados y a mayores cascarrabias”, ha dicho.
La cuarta de sus convicciones es que “evangelizar es siempre, y principalmente, cuestión de testimonio”. Es más, “la evangelización no es una cuestión oral, sino vital; no tenemos que llevar la Biblia bajo el brazo sino dar testimonio”, ha insistido, al tiempo que ha compartido su enfado cuando oye a algún religioso en la diócesis decir que en Marruecos no pueden evangelizar. “El que esté convencido que se vaya, porque si la Iglesia no evangeliza no es la Iglesia de Jesucristo”, ha afirmado dando un golpe en la mesa que ha hecho temblar hasta a su secretaria.
La quinta de sus convicciones es que “la vida consagrada es palabra viva que habla por sí misma”. Así, la sexta es que “la Encarnación es un proceso en acto permanente e inacabado, no una estrategia puntual”, por eso “la vida consagrada se encarna, se incultura y se inserta”, porque está llamada a “encarnar el Evangelio allí donde está”.
La séptima y última convicción compartida por el cardenal es que “hay que hacer éxodo para vivir en la periferia”. “Nosotros tenemos que hacer salir a Cristo de la Iglesia para que pueda llegar a los lugares, no nos pertenece solo a nosotros y estamos acostumbrados a tenerlo encerrado”, ha advertido. Del mismo modo, reconociendo que “las periferias son el lugar natural de la vida consagrada” ha pedido ser “personas religiosas en salida”.
Al término del grueso de su exposición, el cardenal ha dejado sobre la mesa cinco propuestas para una vida consagrada de frontera: recuperar la esencia; aumentar la autoestima y fundarla en lo esencial, no en el éxito humano; incorporar la cruz, vivir la Pascua; no pedir ser más, sino ser mejores; y entusiasmo y fervor.
Por último, como no podía ser de otro modo, se le ha preguntado por la situación en Ceuta. Pero el salesiano, tiene claro su cometido hoy: callar, pensar y rezar. “Quizá más adelante hablemos”, ha reconocido. Eso sí, ha dejado una reflexión que quien quiera puede utilizarla para la crisis humanitaria en Ceuta, el cementerio en el que hemos convertido el Mediterráneo, la situación en el Báltico o en Siria: “El mundo está interconectado. El aleteo de una mariposa en China puede generar un tsunami en Europa. Lo que hacemos –o lo que dejamos de hacer– en un determinado lugar tiene consecuencias insospechadas. Política, economía… todo es una unidad”.