España

Rafael Zornoza: “Hay que atender a los migrantes que llegan a Ceuta sin esperar a que se dispongan soluciones políticas”

  • El obispo de Cádiz y Ceuta concede una amplia entrevista a Vida Nueva ante la crisis en la frontera sur
  • “La vida humana no puede ser una moneda de cambio entre los intereses de contendientes políticos”





Rafael Zornoza, obispo de Cádiz y Ceuta, ha sido uno de los hombres más reclamados desde que miles de migrantes cruzaron la frontera de Marruecos con España. Una vez la situación se ha estabilizado, el prelado concede una amplia entrevista a Vida Nueva para analizar los acontecimientos, sus causas y la reacción de la Iglesia española y de la de su diócesis en concreto. Conmovido por lo vivido, siempre con la vista puesta en el que sufre, destaca la necesidad de encontrar soluciones que pongan en el centro a las personas y la acogida.



PREGUNTA.- Se ha dado una amplia cobertura informativa a la crisis humanitaria, pero ¿cómo lee usted la situación en Ceuta?

RESPUESTA.- Más allá de lo que muestran los reportajes y entrevistas, hay que subrayar la situación de pánico que esto ha provocado entre los ceutíes, unida a una gran inseguridad y la sensación de inestabilidad del orden público.

También hay que añadir el miedo a la crisis sanitaria del coronavirus que por fin se estaba superando después de semanas muy difíciles, y parecía que todo se ponía en peligro. Han jugado muchos factores. La situación es compleja. Ahora la cosa está cambiando. No obstante, no hay que olvidar que estamos ante una de las fronteras del mundo donde hay una desigualdad mayor de un lado al otro. Sabemos que ese atractivo llega a ser una aspiración deseable para muchos.

P.- ¿Cómo han reaccionado los fieles ante esta realidad?

R.- Los cristianos han reaccionado bien, superando el desasosiego primero y reclamando la atención de las instituciones. La Iglesia ha criticado ya el oportunismo de utilizar a los más débiles como arma política o moneda de cambio, y más aún tratándose de niños. También lo han dicho muchos agentes sociales y políticos. Si ya sentimos vergüenza por los que mueren en el mar habitualmente, ¿cómo no conmoverse ante este drama y por esos turbios intereses que asoman? Los políticos tienen que encontrar una solución.

“Acoger, proteger, integrar”

P.- ¿Qué está haciendo la diócesis de Cádiz y Ceuta para responder a esta emergencia?

R.- Por lo que se refiere al problema migratorio y la atención a los migrantes, nuestra diócesis tiene un extenso recorrido de compromiso en primera línea de atención y somos muy conscientes de actuar según las pautas que repite el papa Francisco: acoger, proteger, promover e integrar. No nos asustan, sentimos compasión por ellos, habitualmente los atendemos.

En los hechos últimos acontecidos a velocidad vertiginosa se ha reaccionado rápidamente, sobre todo improvisando la acogida y protección en la medida de lo posible, aplicando los criterios en medio de una situación conflictiva de mucha tensión. Es obvio que en cada momento histórico los acontecimientos que se producen no se atienen a las mismas previsiones ni se puede actuar con las rutinas habituales, pero allí hemos estado.

Nuestra Delegación de Migraciones y el Departamento de Migraciones de la Conferencia Episcopal enseguida mostraron la preocupación compartida por estos acontecimientos reclamando soluciones políticas inmediatas, así como nuestra disponibilidad para la ayuda humanitaria. Nos duele el sufrimiento de las personas.

P.- ¿Se ha dado alguna instrucción o recomendación a las parroquias?

R.- La colaboración, que ha sido inmediata a través de Cáritas, con su apoyo en primera línea, aportando la ayuda humanitaria que podía. Además, inmediatamente se pusieron a orar por esta situación, para que se supere la crisis. Tenemos claro la obligación de acompañar a las personas.

Las parroquias han sido también muy sensibles ante la realidad de los que sufren, contando en primer lugar con el sufrimiento de los mismos fieles de Ceuta que han vivido momentos de pánico ante el aumento de la población, el miedo a las algarada o destrozos, etc., pero que, al mismo tiempo, son compasivos con los pobres y sienten el deseo de ayudar. Por otra parte, nuestra Delegación de Migraciones, de probada experiencia y compromiso, destacó enseguida a sus colaboradores para socorrer con más cercanía a los vulnerables en sus necesidades más urgentes.

P.- ¿Cómo están viviendo los sacerdotes, religiosos y religiosas los acontecimientos?

R.- Los sacerdotes están en permanente diálogo entre ellos y atendiendo las comunidades y su gente. Me he reunido con ellos y puedo asegurar que lo están viviendo con mucha disponibilidad, aunque con gran preocupación, como es lógico.

Pero, como es habitual entre nosotros, con una entrega generosa a la acción caritativa sin hacer distinciones entre los que sufren, y siempre con mucha cercanía a la gente, acompañando a las personas con discreción y aportando esperanza y sentido de solidaridad. Muchos religiosos y religiosas atienden habitualmente a los migrantes. Ellos son conscientes de que tienen mucho crédito en la sociedad y para las instituciones, y que se valora mucho que actúan con prudencia y responsabilidad.

P.- ¿Estamos ante un conflicto político que utiliza personas como armas o un drama humanitario?

R.- En mi opinión se unen ambas cosas. Muchos lo han destacado ya, por eso entiendo que la solución es compleja y necesita la concurrencia de distintas partes, pero tenemos claro que hay que atender inmediatamente a las personas sufrientes, sin esperar a que se resuelvan los litigios o se dispongan soluciones políticas.

“Asunto político que va más allá del problema migratorio”

P.- ¿Qué soluciones propone la Iglesia?

R.- Se ha visto que se trata de un asunto político que va más allá del problema migratorio, lo que supone una invitación a una reflexión entre las partes para que la vida humana no sea una moneda de cambio entre los intereses de contendientes políticos.

No obstante, el asunto migratorio es gravísimo y complejo en el mundo entero, para lo cual el magisterio de la Iglesia nos da pistas de intervención y de reflexión a distintos niveles, algunos de ellos muy lejos de nuestra posibilidad de intervenir. Nosotros tenemos claro, sin embargo, que es prioritario atender a las personas ante todo –que es lo que venimos haciendo durante muchos años, además de denunciar las injusticias que vemos y defender el respeto a las personas y su dignidad—.

Nuestra aportación reconoce tanto una atención ocasional o de urgencia, como la que se realiza de manera estable; facilitando la asistencia material de unos, o la integración de otros –como sucede con las clases de español, aportando la ayuda jurídica que necesiten, etc.—, o lo que se facilita en los distintos programas de integración con los que habitualmente trabajamos con ellos.

P.- ¿Existe riesgo de que surja una reacción violenta y xenófoba?

R.- Por parte de Ceuta, creo que no. Aunque nos ha desbordado la situación, la reacción de las autoridades ha sido siempre respetuosa en este sentido y unánime. Las instituciones se han puesto inmediatamente al servicio de la ayuda humanitaria, incluso el ejército.

Todas las instituciones hemos instado a atender a las personas para resolver la situación extraordinaria que ha sobrevenido. Aunque todo el mundo estaba indignado, también estaban dispuestos a colaborar; todos han querido ayudar y que no se nos fuera de las manos.

No creo que se dé aquí problema alguno de xenofobia. Los ceutíes tienen a gala su apertura y tolerancia, y se precian de ello. Conviene recordar que aproximadamente la mitad de la población de Ceuta es musulmana y que, además, vienen diariamente a trabajar varios miles de marroquíes.

Aquí conviven además, pacíficamente, una comunidad hebrea y otra hindú. Y son pacíficos. Para una reacción violenta haría falta, en todo caso, una gran provocación o algo parecido, porque aquí la gente aprecia vivir en paz y estima mucho la concordia a la que están acostumbrados. Es muy corriente conocer gente que vino de paso y permanece aquí, pues quedaron cautivados por la cordialidad de la gente y la vida apacible de la ciudad.

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