El arzobispo emérito de Tánger lamenta que, “mañana, si hay tragedia, y ya la hay, todos los buenos hijos del poder se lavarán las manos, y cuanto mayor sea la tragedia, menos agua necesitarán”. Santiago Agrelo denuncia que “a quienes la legalidad marroquí nos envió en frío, la legalidad española los devolverá en caliente”.
En su perfil de Facebook, el franciscano lanzaba un grito desconsolado ante la situación en Ceuta: “A morir siempre tienen que ir los hijos de los pobres”. El mismo grito que le cuesta oír desde “las Iglesias locales por el pueblo de los humillados”, pues reconoce que “continuamos prudentemente lejos de quienes nos necesitan”, como afirma en conversación con Vida Nueva.
El hombre libre se siente hoy un poco más ya fuera de Tánger, pues si continuara pastoreando esa diócesis “no se me hubiese permitido” hablar hoy. Agrelo reconoce que, como sociedad, no “hemos sufrido lo suficiente para ser humanos”. Para este fraile gallego, “decir que los migrantes son una amenaza mata inocentes”. Por eso, ante la amenaza del fantasma “perverso” de la invasión que se cuela en medio de la sociedad, el religioso vacuna a la comunidad católica: “Nos están invadiendo los hijos de Dios”.
PREGUNTA.- “Invasión” fue ‘trending topic’ en Twitter durante la tarde del pasado 17 de mayo, día que comenzó la llegada masiva de migrantes, y proclama en manifestaciones improvisadas posteriores en Madrid y Ceuta. ¿Nos invaden?
RESPUESTA.- Para describir el modo en que los emigrantes clandestinos atraviesan la frontera sur de España se utiliza desde hace muchos años un lenguaje que los criminaliza. Comprendo que al verbo invadir se le puede dar un sentido inocuo, incluso festivo; pero quienes lo utilizan para hablar de esos emigrantes saben que ese verbo llega siempre a destino con una carga negativa en el significado. ¿Qué tiene eso de perverso? Que genera en la sociedad un clima de rechazo a quienes por definición tienen necesidad de ser acogidos.
P.- Los pronunciamientos eclesiales en favor de la dignidad de los migrantes no llegaron hasta pasadas más de 24 horas de la oleada masiva. Eso sí, ningún líder eclesial se ha apoyado en la denominada “invasión” de quienes huyen del hambre… ¿Hemos de ver el vaso medio lleno?
R.- En los documentos de la Iglesia seguramente se encuentran multiplicados esos pronunciamientos. Seguramente. Lo que echo en falta es el grito: la voz, el calor, la cercanía, la comunión de las Iglesias locales con el pueblo de los humillados. No puedo decir a nadie lo que ha de hacer; ni siquiera sé lo que he de hacer. Pero algo me dice que continuamos prudentemente lejos de quienes urgentemente nos necesitan.
P.- Y si mi madre no acaba de ver clara la acogida a estas personas, ¿cómo la vacuno contra las dudas y el recelo a los migrantes?
R.- En una ocasión, a alguien que defendía muy razonadamente la política de fronteras del Gobierno de D. Mariano Rajoy, consumidas mis razones, apelé a una que no tenía apelación posible: “Están matando a mis hijos”. Más lejos en el tiempo, a un amigo que me escribía subrayando que “nos estaban invadiendo los hijos de Alá”, me limité a traducir su sintagma por uno del todo igual y diverso: “Nos están invadiendo los hijos de Dios”.
Todo depende de lo que veamos en la frontera: si se trata de mis hijos, nunca me parecerán demasiados, y en modo alguno toleraré que alguien los maltrate.