España

Amador Fernández: “Las estructuras no deben hacernos olvidar que nuestra vocación es servir”

  • Vida Nueva conversa con el superior de la Provincia España de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios
  • Elegido el 16 de marzo, desea “impulsar nuevas respuestas que permitan acompañar a quien sufre”





El superior general de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, Jesús Etayo, nombraba el pasado 16 de marzo a Amador Fernández (Asturias, 1962) como superior provincial de la nueva provincia San Juan de Dios de España en la que se integran las tres circunscripciones religiosas en las que hasta ahora se organizaban los hermanos –Bética, Aragón y Castilla, de la que Fernández era provincial–. 



La Orden cuenta en España con 75 centros, en los que 180 hermanos, 15.000 profesionales y 3.300 voluntarios prestan atención anualmente a más de 1,5 millones de personas, tanto en el ámbito sanitario como social. Vida Nueva conversa con quien hoy está al frente.

PREGUNTA.- Las tres provincias en España se unifican para sumar. ¿Con qué salud nace la nueva provincia?

RESPUESTA.- La provincia San Juan de Dios de España recientemente creada es una compleja y dinámica comunidad carismática, profundamente unida por los valores que nos identifican, principalmente la hospitalidad, y al mismo tiempo plural y multiforme en las diferentes expresiones del carisma. El indicador de la “salud” de la nueva provincia tiene mucho con ver con las pequeñas historias de curación, cuidado y acompañamiento que se tejen a diario a nuestros centros, y de las que solo muy limitadamente dan cuenta los números y las estructuras. Hay una fuerza enorme en la hospitalidad que se hace gesto concreto de apoyo a las personas, y estamos seguros de que con la creación de la provincia de España se refuerza nuestra capacidad de ofrecer respuestas adecuadas a las nuevas situaciones de pobreza, marginación y vulnerabilidad. Por otra parte, compartimos con otras instituciones de la Iglesia la preocupación por la disminución progresiva del número de Hermanos, y seguiremos trabajando sin descanso para mostrar la belleza de la vida consagrada en hospitalidad, con la esperanza de que Dios siga llamando a muchos a seguirle en este camino que inició San Juan de Dios.

P.- Más allá de la pandemia, ¿cuáles son las urgencias a las que debe atender en estos momentos como superior?

R.- Hemos recibido el encargo de dotar a la nueva provincia de las estructuras y personas necesarias para su funcionamiento, y esto es importante. Pero la provincia como comunidad espiritual y de fe, como espacio en el que expresar el compromiso con el carisma de la hospitalidad, es mucho más que estructuras y reglamentos. En estos momentos considero primordial en mi servicio de gobierno, que comparto con los consejeros, animar el camino de la provincia desde el respeto, la acogida, la transparencia y la participación, consolidando el sentido de pertenencia a la “familia de San Juan de Dios” en un espacio ahora más amplio. La necesaria evolución de las estructuras y la complejidad de algunas cuestiones organizativas no deben hacernos olvidar nunca que nuestra vocación y propósito es servir a las personas siguiendo el ejemplo de San Juan de Dios.

P.- Quizá en estos tiempos de tanto dolor en el mundo no se permite soñar, pero ¿qué espera del futuro a corto plazo de la provincia?

R.- Estamos atravesando un tramo difícil del camino, que ha puesto en primer plano la experiencia de la fragilidad, en el ámbito más personal y también como comunidad humana. Debemos mirar de frente y aliviar en la medida de nuestras posibilidades el sufrimiento de tantas personas, agravado en estos tiempos por la situación mundial de pandemia, pero sin dejar de soñar, sin ceder a la tentación del derrotismo, impulsando creativamente nuevas respuestas que permitan acompañar cercana y eficazmente a quien sufre.

P.- Sus primeras palabras como provincial fueron para traer a la memoria a San Juan de Dios. ¿Cómo se ha hecho presente el fundador en medio de la pandemia?

R.- La persona y la obra de San Juan de Dios irradia un potente dinamismo. En su sencillez y radicalidad, es permanente fuente de inspiración para cuantos nos sentimos llamados a vivir la hospitalidad. Los profesionales de la Orden Hospitalaria, incluso si no comparten la experiencia de fe que animó a San Juan de Dios, se sienten atraídos por su ejemplo luminoso de entrega y de profunda humanidad. En los tiempos difíciles que vivimos, traer a la memoria y al corazón a Juan de Dios nos impulsa a renovar nuestro compromiso y vocación de servicio a los enfermos y a las personas más necesitadas, y hemos podido comprobar cómo este ideal es capaz de animar la entrega, que en muchos casos solo cabe calificar de heroica, de tantas personas que orientan su vida al cuidado de los más frágiles.

Enfrentarse al Covid-19

P.- ¿Qué ha supuesto para usted, que bebe del carisma hospitalario, enfrentarse a esta pandemia?

R.- Los primeros meses de la pandemia fueron particularmente difíciles. Nos vimos sometidos a una enorme presión en los centros sanitarios y sociales, y enfrentados al reto de adaptar los planes asistenciales a una situación en permanente evolución. Sin mucho tiempo para reaccionar, tuvimos que asumir, con toda la sociedad, nuestra fragilidad personal e institucional, pero al mismo tiempo permaneciendo firmes en el compromiso de curar, cuidar y acompañar a las personas. Ya que la pregunta me da pie a ello, me permito compartir aquí mi propia experiencia. El mismo día en que se decretaba en España el estado de alarma recibí la confirmación del diagnóstico que me sumaba al creciente número de enfermos por Covid-19. El protocolo y la responsabilidad obligaban al confinamiento, en momentos en los que había tanto que hacer. Un mes de aislamiento, con el apoyo de la fe, los cuidados –que nunca agradeceré suficientemente– y la red de apoyo telemático sin la cual todo hubiera sido mucho más difícil. La fragilidad y la impotencia, el apoyo mutuo, dejarse acompañar, compartir sentimientos y emociones, conforman un entramado de experiencias que me ha transformado profundamente. Y en cuanto fue posible por mis condiciones de salud, utilizar todos los recursos disponibles para intentar ser útil de alguna manera. He vivido en la Orden Hospitalaria en contacto permanente con el sufrimiento de las personas, pero hoy, después de haber vivido en solidaridad con otras muchas personas esta difícil experiencia, puedo contemplar de forma diferente mi vocación y mi servicio como hospitalario.

P.- Una Orden comprometida con la tarea de curar, cuidar y acompañar a los enfermos, ¿cómo acoge que España se convierta en uno de los siete países del mundo que legisla la eutanasia?

R.- La nueva ley que regula la eutanasia en nuestro país, y que entrará en vigor el 25 de junio del presente año, nos produce una honda tristeza y una gran preocupación. La Orden Hospitalaria, desde sus orígenes y hasta el presente, siempre ha mantenido un compromiso claro a favor de la vida en todas sus etapas, y ha querido acompañar a las personas en el tramo final de su existencia aliviando su sufrimiento físico, emocional o espiritual con todos los recursos disponibles. La ley se sacó adelante con precipitación, sin un debate amplio sobre las cuestiones éticas y técnicas fundamentales, y desoyendo voces y posicionamientos muy autorizados. Una amplia mayoría de los profesionales de la salud, especialmente quienes trabajan en el ámbito de la medicina paliativa, rechazan esta ley, considerando mucho más urgente universalizar los cuidados paliativos, que no son hoy reconocidos como un derecho ni alcanzan a gran parte de los pacientes que los requerirían. La Orden Hospitalaria cuenta en España con varias unidades de cuidados paliativos, y participa también en otros muchos proyectos orientados al acompañamiento de las personas en la etapa final de su existencia. La Orden Hospitalaria seguirá al lado de los pacientes y de sus familias para ofrecerles una atención integral, aunando los mejores cuidados profesionales y la más alta calidad humana. Consideramos que esto es lo que realmente dignifica el proceso de morir, haciendo seguramente innecesarias otras propuestas que, más que aliviar el sufrimiento, pretenden poner término a la vida de quien lo padece.

P.- ¿Cuál es el aporte específico de la Orden a la Iglesia hospital de campaña que viene impulsando el papa Francisco desde el comienzo de su pontificado?

R.- La Orden Hospitalaria percibe una sintonía profunda entre su propia identidad carismática y la sensibilidad del Papa hacia las personas que sufren. Sin duda, las palabras y los gestos de Francisco refuerzan nuestra misión en la Iglesia. El mensaje de Francisco al capítulo general de la Orden Hospitalaria es todo un programa para nuestra institución: “Les pido que creen redes ‘samaritanas’ en favor de los más débiles, con atención particular a los enfermos pobres, y que sus casas sean siempre comunidades abiertas y acogedoras para globalizar una solidaridad compasiva”. La Familia de San Juan de Dios quiere poner todos sus recursos al servicio de los más vulnerables, haciendo frente a la “cultura del descarte” tantas veces denunciada por el Papa, con la conciencia clara de que así contribuimos a la misión evangelizadora de la Iglesia, haciendo presente a Cristo compasivo y misericordioso.

Compartir
Noticias relacionadas










El Podcast de Vida Nueva