En el día en el que la Iglesia celebra el día del Apostolado Seglar, el domingo de Pentecostés, el papa Francisco no ha faltado a su cita para rezar el último Regina Caeli de este tiempo de Pascua de 2021. Tras la celebración en la basílica de San Pedro, el pontífice desde la ventana de su despacho en el Palacio Apostólico ha saludado a los fieles reunidos en una mañana nubosa.
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El pontífice ha reclamado, además, la paz y la justicia para Colombia. También ha recordado a la población de Goma, en la República Democrática del Congo que está sufriendo las consecuencias de una erupción volcánica. También, a las puertas del 24 de mayo, fiesta de María Auxiliadora ha rezado por todos los fieles de China que la tienen como patrona –así como por los salesianos y las salesianas que también la celebran–. También agradeció a cuantos se han implicado en el Año Laudato Si’.
Salir de los entornos protectores
Francisco ha comentado el relato de Pentecostés que parece en el libro de los Hechos de los Apóstoles, una “experiencia real pero también simbólica” de los discípulos de Jesús que estaban en Jerusalén con María. “El Espíritu Santo es como un viento fuerte y libre. No puede controlarse, detenerse o medirse; tampoco puede predecirse su dirección”, describió el Papa. “No se deja enmarcar por nuestras necesidades humanas, nuestros esquemas y nuestros prejuicios”, apostilló.
Mirando a los discípulos que “todavía no tenían el valor de salir”, subrayó que “también nosotros, a veces, preferimos permanecer dentro de los muros protectores de nuestros entornos. Pero el Señor sabe cómo llegar a nosotros y abrir las puertas de nuestros corazones. Envía sobre nosotros al Espíritu Santo, que nos envuelve y supera todas nuestras vacilaciones, rompe nuestras defensas y desmonta nuestras falsas certezas”, afirmó.
Unidad y universalidad de la Iglesia
“El Espíritu cambia el corazón, ensancha los ojos de los discípulos. Les hace capaces de comunicar a todos las grandes obras de Dios, sin límites, superando las fronteras culturales y religiosas en las que estaban acostumbrados a pensar y vivir”, destacó Francisco a partir de relato bíblico. “Les permite llegar a los demás respetando sus posibilidades de escucha y comprensión, en la cultura y la lengua de cada uno. En otras palabras, el Espíritu Santo pone en comunicación a personas diferentes, realizando la unidad y la universalidad de la Iglesia”, concluyó. Para el Papa la Iglesia es como un río del que tanto los de un lado como los del otro forman parte de ella.
“Abramos también hoy nuestro corazón al don del Espíritu, que nos hace sentir toda la belleza y la verdad del amor de Dios en Cristo muerto y resucitado. Y nos impulsa a salir, a dar testimonio de este Amor que va siempre delante de nosotros con su misericordia”, propuso el Papa. “El mundo necesita el valor, la esperanza y la fe de los discípulos de Cristo. Necesita que nos convirtamos en levadura, fermento, sal y luz en las diferentes situaciones y en los múltiples contextos culturales y sociales. Y sólo el Espíritu Santo puede crear todo esto”, apuntó.