El arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, Mario Poli, inició su homilía tomando como referencia el evangelio de San Marcos que presenta a Jesús en camino a Jerusalén. Allí, los discípulos discuten quién es el más importante, cómo escalar posiciones en una imaginaria jerarquía de poder, “con categorías ajenas a la lógica del Reino que anunciaba Jesús en sus parábolas”.
“No nos debe escandalizar la ambición de quienes habían seguido al Señor”, expresó Poli. Y añadió: “Es bien sabido que siempre han existido los embriagados por el ansia de poder, ese ejercicio de escalar para ver cuál es el mayor, el más grande: es una constante en la historia de la humanidad”.
Dijo que ambicionar los primeros puestos en la escala social es habitual y no siempre se hace con espíritu de servicio; no hay oficio o profesión, ni elevada vocación de servicio, que no esté expuesta a esta seducción.
Sin embargo, ante estas codicias, Jesús da una lección conmovedora: “El verdadero primero en el Reino de Dios es el último en el reino de los hombres”. Como ejemplo pone a un niño, y exalta la pequeñez, la simplicidad y disponibilidad confiada. “Su enseñanza nos hace imaginar el día en que una nueva escala de los verdaderos valores nos hará reconocer la presencia de lo sagrado en los hermanos más vulnerables”, destacó Poli.
El Cardenal conmemoró a los hombres que gestaron la Revolución de Mayo que, iluminados por la Palabra de Dios, tuvieron gestos de grandeza y sacrificio que los llevó. a muchos de ellos, a ofrendar la propia vida. “Ellos pensaron en nosotros y volver sobre sus ideales nos puede devolver el espíritu y el sentimiento solidario que nos permita vivir bien las pruebas y desafíos de nuestro tiempo. No nos cansaremos de evocar con memoria agradecida a las personas que se comprometieron en la gesta de Mayo”, subrayó.
Destacó la figura de Manuel Belgrano quien asumió grandes exigencias, sin anteponer ninguna ambición mezquina. Concibió la idea de una patria plural, diversa en la forma de pensar, pero unida a la hora de decidir su rumbo. Inspirado en él, señaló que “la patria es un don gratuito a la que hay que amarla con sus luces y sus sombras, para convivir en amistad social con la generación que nos ha tocado en suerte”.
Desde su opinión, las ideas revolucionarias del prócer se fueron desvaneciendo por desencuentros y enfrentamientos. Corrió mucha sangre hasta que comenzó a engendrarse la Constitución de 1953. Allí surgió la voz del franciscano Mamerto Esquiú (que será beatificado el próximo 4 de septiembre) que más allá de diferencias con el código propuesto, confió en el principio ordenador de esta ley suprema para la vida y convivencia de los argentinos.
El Cardenal expresó que, por momentos, en el país se instala el doble destino de los argentinos: fracasado o exitoso, educación para todos o sumergidos en la ignorancia, abundancia para pocos o pobreza para muchos, cerrados al mundo o globalizados… Pero, escuchando el grito de libertad e independencia de nuestra historia, “decimos que hay un solo destino colectivo para nuestro pueblo: fraterno, solidario, con educación, salud y justicia, con igualdad de posibilidades para el acceso a la tierra, al techo y al trabajo, valorando y respetando la vida de todos”.
Manifestó que podremos achicar las diferencias con voluntad de diálogo para lograr un destino común. El papa Francisco, en ‘Fratelli Tutti’, expresó que “Ante tantas formas mezquinas e inmediatistas de política, recuerdo que la grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo” (178).
Asimismo, recordó que los obispos del país, en esta segunda réplica del Covid, expresaron el deseo de salir juntos y mejores, y le pidieron a los dirigentes de todos los sectores, capacidad de liderazgo para ejercer con nobleza la vocación política, dejando de lado las descalificaciones y posturas que promuevan la división.
Finalmente, el cardenal Poli se hizo eco del pedido del Papa quien invitó a la esperanza enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de los condicionamientos históricos y coyunturales. “La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna. Caminemos en esperanza” (FT, 55)