El jesuita belga Bert Daelemans confiesa que su experiencia con los Yup’ik en Alaska, durante la primavera de 2017, resultó “decisiva” en su vida. Allí, junto a este pueblo esquimal, el profesor de la Universidad Pontificia Comillas descubrió que “cuanto más vulnerable me sabía, tanto más disponible y cercano resultaba para gente herida y frágil”. Fruto de esta reflexión –y de un encuentro anterior con la obra de la pintora francesa Lucie Geffré, en el Ateneo de Madrid en 2013– nacería la exposición ‘Vulnerables’ (hasta el próximo 30 de mayo en el espacio O_Lumen), en el marco de la cual se presentaba el sábado 22 de mayo su libro ‘La vulnerabilidad en el arte’ (PPC), todo un recorrido espiritual por una treintena de manifestaciones artísticas “en clave de fragilidad”.
PREGUNTA.- ¿Por qué resulta tan atractiva la vulnerabilidad para el arte, cuando en la vida diaria la asociamos a menudo a la debilidad?
RESPUESTA.- Es cierto, tiene todo que ver con la debilidad, pero el arte sabe resaltar la paradójica fortaleza de lo frágil, hablar de la herida sin ser hiriente, de la violencia sin violentar, aunque provoque, despierte y denuncia las injusticias, eso sí. Así entiendo la vulnerabilidad, como la fragilidad aceptada y orientada hacia los demás: en el Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela, Cristo glorioso, el Dios vulnerable, muestra sin pudor sus heridas (vulnera) como camino de salvación y de encuentro.
P.- La fragilidad duele, incluso hiere. ¿Cómo se logra ver en ella la belleza y hasta extasiarse con su contemplación?
R.- El arte auténtico siempre transforma, nunca nos devuelve la fragilidad tal cual, ya nos rodea bastante. Es capaz de mostrar la belleza de ser en ella todos iguales, de compartir en ella la condición humana; que la fragilidad es, más que un obstáculo, un puente y un punto de contacto de auténtica humanidad.
P.- Su obra recoge treinta encuentros con esa fragilidad a través de otras tantas obras, a modo de camino espiritual hacia Dios. ¿Sabe aprovechar la Iglesia todo el potencial evangelizador del arte?
R.- El libro, constelación de treinta variaciones sobre el mismo tema, propone un recorrido en tres pasos, según el método ver-juzgar-actuar: contemplar la fragilidad en el mundo y en nosotros, discernirla como vulnerabilidad en Dios mismo, para renovar nuestro compromiso en el mundo desde la fragilidad transformada, o sea, reconciliada y aceptada como puente. En el pasado, la Iglesia supo escuchar al arte de su tiempo, sus inquietudes y sus búsquedas. Ojalá que pronto vuelva a hacerlo. (…).